domingo, 9 de agosto de 2015

Sin ti me entra el pánico

La condición relacional ordinaria de quien sufre de miedo, pánico o fobias denota la imponente demanda de ayuda, bajo las formas de presencia, soporte reconfortante y abnegación afectiva que el sujeto fóbico reclama a las personas más cercanas a él. Esta dinámica interactiva representa un verdadero alimentador del temor y del sentimiento de inadaptación personal de quien sufre de miedo (Nardone-Watzlawick, 1990; Nardone, 1993); por otra parte se presenta como el modo más eficaz para reducir instantáneamente el pánico emergente.
Considerando este doble efecto, del cual el segundo es el más evidente, esta condición relacional resulta decididamente resistente al cambio; por lo tanto, es necesario preparar una maniobra terapéutica bastante elaborada. Al final de la primera consulta, con todos los pacientes que presentan un cuadro relacional como el descrito anteriormente, que son la mayor parte de los sujetos fóbicos, se procede a la siguiente reestructuración:
–... Bien, bien, quisiera pasar a una primera reflexión que le invito a hacer la próxima semana. Quisiera que usted pensara que cada vez que pide ayuda y la recibe, recibe al mismo tiempo dos mensajes; el primero, evidente, es «te quiero, te ayudo y te protejo»; el segundo, menos evidente, pero más sutil y más fuerte, es «te ayudo porque solo no puedes hacerlo, porque estás enfermo».
»Pero fíjese, no le estoy diciendo que se abstenga de pedir ayuda, porque ahora usted puede no hacerlo. Le estoy incitando solamente a pensar que cada vez que pide ayuda y la recibe, contribuye a que sus problemas persistan y se agraven. Sin embargo, recuerde, no se esfuerce en lograr que no pedir ayuda, ya que no está en condiciones de hacerlo. Piense solamente que cada vez que pide ayuda y la recibe contribuye a empeorar las cosas.
De esta forma, sin pedir al paciente ningún esfuerzo directo de cambio, se enfrenta al miedo contra el miedo, incluso un miedo más grande, el de un posterior agravamiento, contra uno más pequeño, la actual sintomatología; ya los latinos sabían que «Ubi maior minor cessat». (Traducción: «Si está el mayor, cesa el menor», una cosa más grande hace desaparecer la más pequeña.)

En la gran mayoría de estos casos, que en mi casuística son más de 1.500, la persona interrumpe inmediatamente su repertorio comportamental sustentado en la demanda de ayuda. Lo que puede parecer sorprendente, para el lector, más no para el clínico experto, es que a continuación de este cambio se produce un neto decrecimiento de la sintomatología fóbica, y no raras veces se asiste a un completo desbloqueo de la patología. Todo esto por el hecho de que, al dejar de pedir ayuda y soporte, el sujeto debe afrontar él solo las situaciones que antes había resuelto bajo protección, descubriendo así que es capaz de dominarlas.
El proceder de tal mecanismo, de descubrimiento gradual de las capacidades propias, conduce a la persona a atreverse cada vez más hasta llegar, a veces, a la superación espontánea de todos los miedos precedentes.

En otros términos, mediante la maniobra descrita se produce la transformación de un «círculo vicioso», caracterizado por la búsqueda patógena de protección, en un «círculo virtuoso », caracterizado por la recuperación de los recursos personales y de la autonomía.

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