viernes, 7 de noviembre de 2014

ASPECTOS BÁSICOS DE LA CONSEJERÍA

¿Qué es la consejería?

Es el proceso interactivo entre el (a) profesor (a) y el estudiante o grupo o algunos de sus miembros. Su objetivo es estimular en el alumno el conocimiento y aceptación de sí mismo, la construcción de valores, actitudes y hábitos positivos que fortalezcan su trabajo escolar y su formación integral a través de una metodología de estudio y trabajo apropiado para las exigencias de la carrera y el fomento de actividades participativas y habilidades que faciliten su integración al entorno escolar y sociocultural.
Compete a todo profesor, al equipo docente y al Centro el logro de los objetivos educativos implícitos en esas funciones. Por ello, hay una necesidad de la consejería que viene exigida por:
· La pluralidad de los profesores que atienden a cada uno de los grupos de alumnos.
· La variedad de los objetivos que se persiguen.
· El complejo funcionamiento de los Centros escolares.
· La diversidad de opciones e intereses que se abren a los alumnos en las distintas etapas educativas.
· La necesidad de responder a las necesidades vitales del niño y del adolescente.
· La conveniencia de favorecer los procesos de madurez personal, de desarrollo de la propia identidad y sistema de valores, y de la progresiva toma de decisiones.

BASES LEGALES DE LA CONSEJERIA
La figura del consejero viene regulada por artículo 32 del decreto 100 del 14 de febrero de 1957, y sus funciones comprenden múltiples acciones.

LABOR DE CONSEJERIA

El artículo 32 del decreto 100 de 14 de febrero de 1957, que se constituye en la base legal de conserjería establece que las funciones del consejero son:
a) Desarrollar entre los alumnos confiados su guía educativa una constante labor de Orientación dirigida no solo para asegurar el buen éxito de los estudio sino muy particularmente para facilitar la formación de una persona robusta, digna y respetable.
b) Representar a sus alumnos aconsejados ante el personal docente y administrativo del plantel, principalmente ante los profesores de estos.
c) Comunicarse con los padres de familia tan frecuentemente como sea posible para discutir los problemas de la educación de los alumnos de su grupo.
d) Arreglar los horarios especiales de cada alumno y firmar los horarios.
e) Informarse debidamente acerca de los estudios profesionales u oficios a que se podrán dedicar los alumnos e investigar, por los medios a su alcance, las capacidades, limitaciones y condiciones ambientales de ellos para ofrecerles la mejor orientación profesional posible.
CUALIDADES BASICAS QUE DEBE REUNIR UN DOCENTE QUE FUNJA EN FORMA EFICIENTE COMO PROFESOR CONSEJERO:

a) Fe en sus alumnos, cree en la valía de cada individuo, en su capacidad de maduración y cambio y su habilidad para hacer frente a las diversas situaciones de la vida.
b) Interés por comprender al estudiante, las fuerzas que afectan sus metas y progresos para conquistarlas.
c) Amplitud de criterios, es receptivo a las ideas nuevas, esta dispuesto a cuestionar lo pretérito, y comprender las inquietudes de las nuevas generaciones.
d) Comprensión y aceptación de sí mismo, tiene la capacidad de manejar sus valores, sentimientos y necesidades personales sin que esto tenga efectos diversos sobre la labor de conserjería.
e) Confidencial: considera como máximo valor mantener en secreto y no revelar información alguna que se les haya dado en confidencia a excepción de que al no revelarla pueda peligrar seriamente el futuro bienestar del consejero u otra persona...
f) Vocación profesional: aprecia su responsabilidad y se siente abocado a dar consejos y ayudando a sus alumnos en el desarrollo de sus especialidades.

PAPEL DEL PROFESOR CONSEJERO

En su labor de ayuda al alumno para que desarrolle su capacidad de aprovechamiento, alcance el máximo de sus potencialidades y enfrente en forma adecuada las dificultades y situaciones que confronte en el hogar y en el colegio al encarar las exigencias de aprendizaje, el consejero desempeña su papel de:
a) Apoyo: brinda dentro de sus posibilidades o materia al aconsejado.
Escucha sus inquietudes tratando de atenderlo aceptarlo y ofrecerle alternativa de solución.
b) Consulta: El consejero debe estar accesible al aconsejado, y a su acudiente de tal manera que pueda asesorarlo en el manejo de situaciones que se puedan presentar en el medio escolar, para realizar en forma adecuada este panel debe mantenerse en comunicación permanente con el padre de familia, la administración de la escuela, profesores de materias, orientadores, el propio estudiante y el personal del colegio relacionado con el colegio.
c) Remisión del alumno a los organismos o personas que han de estudiar y orientarles ayuda.
d) Los alumnos con graves problemas necesitan ser enviados sin demora a un orientador o a otro especialista de un gabinete psicopedagógico. Suelen recurrir esta remisión los estudiantes que muestren los siguientes comportamientos:
Súbito cambio de comportamiento, tales como soñar despierto, retirarse del grupo, descuido de su apariencia personal, nerviosidad extrema, debilidad, iniciativa, lasitud
e) Tutor o representante:
Todo consejero debe actuar como representante o tutor del alumno con la escuela ante la administración, profesores y otros alumnos.
Para poder cumplir con sus papeles de apoyo, consulta el consejero desarrollará las siguientes tareas o actividades:
Informar al grupo sobre la finalidad y posibilidad de la conserjería y organizarlo para desarrollar un programa de actividades.
Estimular la vida del grupo, proporcionar oportunidades para que el grupo se reúna, opine y se organice sobre diversos temas que contribuyan a su éxito académico y al desarrollo integral de su personalidad.
Estudiar el rendimiento académico del grupo en general y por materias y compararlo con el rendimiento esperado. Conocer la actitud del grupo ante el trabajo escolar, en general y por materias, en su caso intentar un cambio positivo.
Recoger las sugerencias o propuestas del grupo de alumnos para ser portavoz de ellas ante la dirección, etc., y a la vez inversa.
Organizar actividades extra escolares al servicio del grupo y por materias y compararlo con el rendimiento esperado.
ESTRÉS Y AFRONTAMIENTO
Mg. Jorge Shimabukuro

1.1.- ANTECEDENTES:

Desde que el 4 de julio de 1936, en un artículo publicado en la revista Nature, el médico húngaro Hans Selye introdujo el término estrés en el campo de la salud, se ha ido popularizando y utilizado tan ampliamente, que fue desdibujándose y transformándose en un vocablo que designa una amplia gama de fenómenos.

Cuando en su libro Stress Without Distress (Estrés sin distrés), Hans Selye (1974) se preguntaba “¿qué es estrés?”, contestaba así: “Todo el mundo lo ha experimentado, todo el mundo habla de él, pero pocas personas se han tomado la molestia de tratar de establecer qué es el estrés realmente… En las reuniones sociales escuchamos discusiones sobre el estrés de los ejecutivos, el producido por el desempleo, por los problemas familiares, por la polución, o por la muerte de un familiar… Pero la palabra “estrés” como “éxito”, “frasco”, o “felicidad”, significa cosas diferentes para personas diferentes, de forma que definirlo es muy difícil.

El concepto de estrés fue tomado de las ciencias físicas. En las investigaciones sobre las propiedades elásticas de los materiales sólidos, “estrés” significaba la presión externa o fuerza aplicada a un objeto, mientras que “tensión” significaba la distorsión interna o cambio en el tamaño o forma del objeto. Esta relación entre “estrés” y “tensión” pueda expresarse cuantitativamente (por ejemplo, en Kg. por Cm2) midiendo la fuerza que actúa sobre un área unida del material. Esta relación, que depende de la estructura molecular del material, define la elasticidad y resistencia del mismo ante las fuerzas que actúan sobre él.

A comienzos del siglo XX, el médico británico William Osler equiparo “estrés” y “tensión” con “trabajo duro y preocupación”, y apuntó que podía existir una relación entre esas condiciones somato psicológicas y el desarrollo de las enfermedades coronarias. Al considerar equivalente el estrés con el trabajo duro y la tensión con la preocupación, Osler estaba aplicando las definiciones usadas en la física a los problemas del comportamiento humano. Esta preocupación inicial por el estrés se centró fundamentalmente en la respuesta biológica del organismo humano frente a los acontecimientos vitales que le plantean demandas excesivas.

En el primer tercio de nuestro siglo, Walter Cannon (1929; 1932) proporcionó una descripción básica de cómo el cuerpo reacciona ante las emergencias, ante un peligro. El organismo responde preparándose para atacar a la amenaza o para huir de ella, por eso se ha denominado a esa reacción “respuesta de lucha o huida”. Cuando esta respuesta se da, el sistema nervioso simpático estimula las glándulas adrenales del sistema endocrino para que excreten epinefrina, que activa el organismo. Según Cannon esta activación podría tener consecuencias positivas y negativas: es una respuesta adaptativa porque prepara al organismo para que responda rápidamente al peligro, pero el estado de alta activación puede ser perjudicial si se prolonga.

Se entendía, pues, el estrés como una reacción de alarma que perturbaba el equilibrio interno del organismo, conceptualizado como “sobrecarga”. Esa ruptura del equilibrio interno (homeostasis) se suponía causalmente relacionada con la enfermedad. Ese concepto de estrés fue recogido y desarrollado por Hans Selye. Para Selye (1956; 1976; 1985), el estrés es una “respuesta general del organismo ante cualquier estímulo estresor o situación estresante”. Lo entiende como una respuesta especifica en sus manifestaciones, pero inespecífica en su causa, puesto que cualquier estímulo podía provocarla. Al investigar qué ocurre cuando la situación de estrés se prolonga, Selye descubrió que la respuesta de “lucha o Huida” es sólo la primera de una secuencia de reacciones fisiológicas (alarma, resistencia y claudicación), que denomino Síndrome General de Adaptación (SGA).

Así, actualmente las definiciones del estrés coinciden en entenderlo como “una transacción entre la persona y el ambiente”, o una situación resultante de la interpretación y valoración de los acontecimientos que la persona hace. Este concepto “transaccional” de estrés es el generalmente aceptado en la actualidad (Cox, 1978; Cox y McKay, 1981; Lazarus y Folkman, 1986; Stotland, 1987; Trumbull y Appley, 1986). Desde este punto de vista el estrés es la condición que resulta cuando las transacciones entre una persona y su ambiente la conducen a percibir una discrepancia (real o no) entre las demandas de la situación y sus recursos biológicos, psicológicos o sociales. En palabras de Lazarus y Folkman (1986, 43), el estrés psicológico es “una relación particular entre el individuo y el entorno que es evaluado por éste como amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar.” Nos encontramos, pues, con un proceso psicológico complejo con tres componentes principales: una situación inicial en la que se produce un acontecimiento que es potencialmente perjudicial o peligrosa (“acontecimiento estresante” o “estresor”); un momento siguiente en el que el acontecimiento es “interpretado” como peligroso, perjudicial o amenazante; y, finalmente, una activación del organismo, como respuesta ante la amenaza, que se caracteriza como una “respuesta de ansiedad”. Cuando se produce un acontecimiento estresante, se altera el equilibrio del organismo (la homeostasis). Esta alteración comienza con la percepción del estresor, que puede ser interno o externo.
           
La alteración del equilibrio del organismo puede deberse a las características del estresor o su percepción por parte de la persona. El organismo reacciona a esta alteración con respuestas adaptativas automáticas, o con acciones adaptativas que son potencialmente conscientes y dirigidas a una meta. La secuencia completa de situación-acción, incluyendo sus consecuencias (positivas o negativas), es denominado episodio estresante por Pérez y Reicherts (1992). La estructura de los episodios consiste en aspectos de la situación objetiva que son subjetivamente percibidos, seguidos por respuestas a esta percepción, y por los resultados de esta respuesta.

En el episodio estresante, por tanto, nos encontramos con un acontecimiento o situación que “exige” (demanda) un esfuerzo por parte del sujeto para poner en marcha sus “recursos de afrontamiento” biológicos, psicológicos y sociales. Así cuando hablamos de las “demandas” de una situación nos estamos refiriendo a la cantidad de recursos que el estresor parece requerir. Cuando el ajuste entre las demandas de la situación y sus recursos no es adecuado (cuando resulta un “saldo” negativo de recursos), entonces se produce una discrepancia. Esa discrepancia puede ser real o percibida. Finalmente, la valoración de las discrepancias entre demandas y recursos se produce en nuestra “transacciones” con el entorno.

A esa valoración se refiere Lazarus (Lazarus y Folkman, 1986) con el nombre de evaluación cognitiva. La evaluación cognitiva es un proceso mental mediante el cual evaluamos dos factores: si las exigencias de la situación amenazan nuestro bienestar; y los recursos disponibles para responder a tales demandas. Lazarus y Folkman (1986) denominan a la evaluación del primer factor la evaluación primaria (aquella mediante la cual la persona juzga el significado de una transacción especifica con respecto a su bienestar) y a la del segundo factor, evaluación secundaria (aquella mediante la cual las personas evalúan sus recursos y opciones de afrontamiento del estresor.) la evaluación secundaria es, pues, la evaluación de los recursos y opciones de afrontamiento.


1.2.- DEFINICION DE ESTRÉS:

El concepto de estrés fue evolucionando a lo largo de las últimas décadas. Originalmente, Selye lo definió como la respuesta general de adaptación del organismo frente a un estímulo amenazante. Esa respuesta puede ser de dos tipos: de afrontamiento a la situación; o de huida, o lo que en inglés se denomina fight or flight.

Frente a esta situación, el organismo reacciona preparándose para la lucha o la huida. Es así como se produce un aumento en el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria y la presión sanguínea, se dilatan las pupilas, se tensan los músculos, sobreviene vasoconstricción periférica, se eleva la glucemia, se liberan adrenalina, noradrenalina, glucocorticoides, etc.

Podemos definir al estrés como los procesos fisiológicos y psicológicos que se desarrollan cuando existe un exceso percibido de demandas ambientales sobre las capacidades percibidas del sujeto para poder satisfacerlas, y cuando el fracaso en lograrla tiene consecuencias importantes percibidas por el sujeto.

Cuando hablamos de la percepción del sujeto, nos estamos refiriendo a procesos complejos que engloban los procesos cognitivos, las creencias, pensamientos, inferencias, interpretaciones, predicciones, etc., que el sujeto hace de manera más o menos consciente en el proceso antes definido. El  concepto  moderno  de  estrés  refleja,  por  lo  tanto,  la  interacción  de  tres factores:

  • El entorno.
  • La manera como la persona percibe el entorno (función de la personalidad, experiencias previas, etc.).
  • La percepción de los propios recursos de la persona para enfrentar las demandas del entorno (o autoeficacia percibida).

La sola consideración de estos factores va perfilando los modos de intervención de los que puede disponer el clínico.


1.3.- FUENTES DEL ESTRÉS:

Hay una variedad de fuentes de las que puede provenir el estrés que pueden ser clasificadas según al sistema al que pertenezcan (Sarafino, 1990): la persona, la familia, la comunidad y la sociedad.

Fuentes personales del estrés:

Una de las fuentes personales de estrés más frecuente son las situaciones de conflicto. El conflicto surge cuando dan simultáneamente uno o más tendencias de respuestas que son incompatibles entre sí. Tanto del procedimiento de solución del conflicto, como el hecho de que el conflicto quede sin resolver, producen tensión, es decir, son estresantes.

Otra de las fuentes más importantes personales de estrés es la enfermedad.

Fuentes familiares de estrés:

La interacción entre los diferentes miembros de una familia, cada uno de ellos con sus particulares características y necesidades, produce frecuentemente estrés.

Naturalmente, el papel de la familia es ambivalente, ya que si crea estrés, también lo previene y, en su caso, lo reduce.

Hay gran cantidad de datos que demuestran que los acontecimientos vitales críticos (la muerte del cónyuge, el divorcio, el nacimiento de un hijo discapacitado, los malos rendimientos escolares de los hijos, las dificultades económicas, etc.) producen estrés en la persona (Holmes y Rahe, 1967; Dohrenwend, 1974).

Igualmente, el “grado general de comunicación” entre los miembros de la familia, así como los patrones de interacción específicos, pueden constituir una fuente de estrés, que pueden, a su vez, generar conductas disfuncionales o problemáticas, tanto en los cónyuges como en los hijos. Finalmente, hay una serie de estudios que indica que parece existir una relación estrecha entre los aspectos de la “atmósfera” o “clima” familiar y la probabilidad de problemas en la conducta de los hijos pequeños, tales como negarse a comer, agresividad o retraimiento, que pueden considerarse como respuestas comportamentales a una situación de estrés (Frude,1982).

Un caso claro de episodio estresante en el marco familiar es el del nacimiento de un hijo. Además de los aspectos gozosos del acontecimiento, pueden implicar elementos muy estresantes: la preocupación por la necesidad de ganar más dinero, de obtener seguridad en el empleo, por la salud del bebé, o el miedo de que se pueda deteriorar la relación conyugal. El proceso de crianza y educación someterá también a los padres a exigencias y demandas potencialmente muy estresantes. Si no es el primer hijo, la llegada del nuevo niño puede tener un impacto seriamente estresante en los otros niños de la familia.

Finalmente, la enfermedad grave, la discapacidad o la muerte de un miembro de la familia constituyen fuentes de estrés. La enfermedad grave o crónica de un hijo, por ejemplo, es causa de estrés grave para los padres, pero también para el resto de los miembros de la familia, no solo por la incertidumbre y la ambigüedad propia de los episodios de enfermedad, sino por las necesidades especiales y de mayor cuantía que exige de los padres, por las necesidades de mayores recursos económicos, y por la perturbación de la red de interacciones internas que produce (Leventhal, y Van Nguyen, 1985).

Fuentes sociales de estrés:

La diversidad de contextos sociales a los que pertenecemos son así mismo productores de estrés en muchas ocasiones. El contexto laboral es, probablemente, el de mayor relevancia entre los adultos, mientras que el escolar lo suele ser para los niños y jóvenes. Con respecto a los estresores laborales José M. Peiro (1992) ha distinguido “estresores del ambiente físico” (ruido, vibración, iluminación, temperatura, higiene, Toxicidad, condiciones climatológicas, y disponibilidad y disposición del espacio físico para el trabajo); “demandas estresantes del trabajo” (trabajo por turnos y trabajo nocturno, sobrecarga de trabajo, exposición a riesgos y peligros); “contenidos del trabajo” (oportunidad para el control, oportunidad para el uso de habilidades, variedad de las tareas, feedback de la propia tarea, identidad de la tarea y complejidad del trabajo); “estrés por desempeño de roles”; estrés por relaciones interpersonales y grupales”; “estrés relacionado con el desarrollo de la carrera”; “estresores deliberados de las nuevas tecnologías”, y, finalmente, “estresares derivados de la estructura y del clima organizacionales”. Naturalmente, la pérdida del empleo, así como la jubilación, son muy frecuentemente fuentes de estrés.


1.4.- LAS RESPUESTAS AL ESTRÉS:

Como hemos visto, el estrés produce cambios fisiológicos, pero también tiene afectos cognitivos, emocionales, comportamentales y sociales. Algunas de estas repuestas pueden ser consideradas como reacciones involuntarias del estrés, otras son respuestas voluntarias y conscientes ejecutadas para afrontar el estrés.

La respuesta inicial a una situación de estrés es la activación fisiológica. Esta reacción fisiológica puede considerarse bien descrita por el modelo de Selye, al que ya hemos referido. El estrés implica una sobre activación biológica promovida por la acción funcional del sistema reticular (Valdés y Flores, 1985). La actividad del sistema simpático incrementa la presión sanguínea, la tasa cardiaca, el pulso, la conductividad de la piel, y la respiración. Además las respuestas endocrinas de las glándulas adrenales colaboran en el aumento de esa actividad, al excretar altos niveles de catecolaminas (epinefrina y Norepinefrina) de corticosteroides (sobre todo cortisol). Se produce además una disminución de la actividad intestinal, una mayor dilatación bronquial, vasoconstricción cutánea y vasodilatación muscular. En suma, el organismo se prepara para consumir una energía necesaria para la confrontación con el estímulo amenazante, para la “lucha o huida” (Valdés y Flores, 1985).

En segundo lugar, se producen respuestas cognitivas. Entre ellas hay que considerar no solo los resultados de la evaluación cognitiva de la que hemos hablado, es decir la percepción de características perjudiciales o amenazantes en el conocimiento de que se trate, si no también respuestas involuntarias como la incapacidad para concentrarse, trastornos en la ejecución de tareas cognitivas (Cohen, 1980), o la aparición de pensamientos, intrusivos, repetitivos (Horowitz, 1976). Efectivamente, un nivel alto de estrés trastorna nuestra memoria y nuestra atención en el curso de una tarea competitiva. Estresores como el ruido crónico pueden, no solo perturbar la atención, sobre todo en niños, sino llevarlos a déficit cognitivos generalizados en cuanto que tienen dificultades para saber que sonidos deben atender y a cuáles no.

En estas situaciones los niños se adaptan siendo cada vez menos atentos a los sonidos, pero esta estrategia de adaptación al estrés trastorna su desarrollo de algunas habilidades académicas (Cohen, 1980).

En tercer lugar encontramos una amplia gama de reacciones emocionales ante el estrés. Usamos, de hecho nuestro estado emocional para evaluar el nivel de estrés que experimentamos. Como ya apunte, el proceso de evaluación cognitiva está muy ligado al tipo de emoción que se produce, porque implica una “rotulación” u otra de activación fisiológica experimentada. La emoción no solo refleja la activación fisiológica, sino otros contenidos de naturaleza cognitiva y evaluativa, que se vinculan, a su vez, al contexto social y cultura de la persona (Torregrosa, 1982). Las reacciones emocionales ante el estrés incluyen el medio, la ansiedad (angustia), La excitación, la ira, la depresión y la resignación.

En cuarto lugar, el estrés provoca un amplísimo número de respuestas comportamentales, que dependen naturalmente del acontecimiento estresor y de su percepción por el sujeto. Todas ellas pueden organizarse en torno a tres que son básicas en cualquier organismo animal que se enfrenta con una amenaza; aproximación (lucha), evitación (huida) e inmovilización. El estrés produce, además, cambios en la conducta social de la persona. Así, cuando la repuesta emocional al estrés es la ira, entonces las conductas sociales negativas aumentan. La ira tiende a aumentar la agresión durante las experiencias estresantes. Los malos tratos a niños por parte de sus padres pueden explicarse, en gran medida, por esta relación. La experiencia de un acontecimiento estresante (como una seria discusión en el ámbito laboral) Puede poner al padre en grave riesgo de perder el control, en la medida en que está muy airado, de forma que un nuevo acontecimiento estresante menor (como el correteo ruidoso del niño por la habitación) puede desencadenar la conducta agresiva de golpearlo (Kolbe et al., 1986).

Tal como apunte al hablar del concepto de estrés, una buena parte de las respuestas al estrés tiene como meta funcional la recuperación del equilibrio biopsicosocial del organismo. En la medida en que se ejecutan más o menos conscientemente con ese fin se consideran respuestas de afrontamiento, y las trataré a continuación.


1.5.- AFRONTAMIENTO (COPING)

El termino afrontamiento es la traducción al castellano del término inglés coping, y se corresponde con la acción de afrontar, es decir, de arrastrar, hacer frente a un enemigo, un peligro, responsabilidad, etc., un agente o acontecimiento estresante, en suma (Moliner, 1988), “Afrontamiento” se utiliza de forma muy amplia en un conjunto de trabajos que se refieren al estrés y a la adaptación en situaciones estresantes. No hay una definición comúnmente aceptada, sino definiciones muy diversas, que varían desde patrones de actividad neuroendocrina y autonómica hasta tipos específicos de procesamiento cognitivo e interacción social.
           
La mayoría de los investigadores definen el afrontamiento como un conjunto de respuestas ante la situación estresante ejecutadas para reducir de algún modo las calidades adversivas de tal situación. Es decir, se habla de afrontamiento refiriéndose al aspecto del proceso de estrés que incluye los intentos de individuo para manejar a los estresores. Se trata, pues, de respuestas provocadas por la situación estresante, ejecutadas para manejarla y/o neutralizarla. Es decir, se habla de afrontamiento en la relación a un proceso que incluye los intentos del individuo para resistir y superar demandas excesivas que se le plantean en su acontecer vital, y restablecer el equilibrio, es decir, para adaptarse a la nueva situación (Rodríguez-Marín, López- Roig y Pastor, 1900).

Desde la perspectiva de su modelo “transaccional”, Lazarus y Folkman (1986) definen el afrontamiento como “aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo.”

El modelo de Lazarus se puede completar adoptando la perspectiva de la teoría general de sistemas, que subraya la interacción constante y el intercambio de información entre un sistema vivo y su entorno, como la interacción de los agentes estresantes con el agente humano mediante procesos de apreciación y la valoración. Seria así un modelo Multivariado con feedback dinámicos en el que sus componentes interactivos operan en una secuencia temporal (Cox, 1978; Cox y McKay, 1981).

Asimismo, el afrontamiento es definido por Everly (1989, p. 44), "como un esfuerzo para reducir o mitigar los efectos aversivos del estrés, estos esfuerzos pueden ser psicológicos o conductuales".

Según Holroyd y Lazarus (1982) y Vogel (1985) las estrategias de afrontamiento antes que la naturaleza de los estresores pueden determinar si un individuo experimenta o no estrés.

Cada sujeto tiende a la utilización de los estilos de afrontamiento que domina o por aprendizaje o por hallazgo fortuito en una situación de emergencia. Las estrategias de afrontamiento pueden ser según Giordano y Everly (1986) adaptativas o inadaptativas, las adaptativas reducen el estrés y promueven la salud a largo plazo, las inadaptativas reducen el estrés acorto plazo pero sirven para erosionar la salud a largo plazo (Everly, 1979).

Es preciso, por tanto, diferenciar entre estilos de afrontamiento y estrategias de afrontamiento. "Los estilos de afrontamiento se refieren a predisposiciones personales para hacer frente a las situaciones y son los responsables de las preferencias individuales en el uso de unos u otros tipos de estrategia de afrontamiento, así como de su estabilidad temporal y situacional. Mientras que las estrategias de afrontamiento son los procesos concretos que se utilizan en cada contexto y pueden ser altamente cambiantes dependiendo de las condiciones desencadenantes" (Fernández-Abascal, 1997, p.190).

En esta perspectiva que intenta establecer cuáles son las dimensiones básicas a lo largo de las cuales pueden establecerse los distintos estilos de afrontamiento, una de las primeras aportaciones propuso una categorización del afrontamiento en dos dimensiones básicas: el "método utilizado", según el cual el afrontamiento puede ser activo o de evitación y la "focalización de la respuesta" que da lugar a tres tipos de afrontamiento: focalizado en la evaluación de la situación, dirigido al problema o a la emoción (Moos y Billings, 1986; Moos, Cronkite, Billings y Finney, 1986). Estos autores consideran un nuevo modo de afrontamiento centrado en la evaluación y ponen de manifiesto la importancia del papel que juega esta variable ante una situación de amenaza, constituyendo en sí misma un foco sobre el cual se centra una forma de afrontamiento. Ampliando el modelo anterior, Feuerstein, Labbé y Kuczmierczyk (1986) añadieron una tercera dimensión básica atendiendo a la "naturaleza de la respuesta" que puede ser de tipo conductual o de tipo cognitivo.
  
CAPÍTULO II

AFRONTAMIENTO Y RECURSOS EXTERNOS

2.1.- LOS RECURSOS DE AFRONTAMIENTO

Los recursos de afrontamiento son los elementos y/o capacidades, internos o externos con los que cuenta la persona para hacer frente a las demandas del acontecimiento o situación potencialmente estresante. De acuerdo con la clasificación que he mencionado, cabe distinguir:

1) Físicos/Biológicos, que incluyen todos los elementos del entorno físico de la persona (incluyendo su propio organismo biológico) que están disponibles para ella. Por ejemplo, ciertos factores relacionados con la salud biológica más inmediata (mal nutrición, por ejemplo) indudablemente están relacionados con la respuesta fisiológica a los estresores. Entre los recursos físicos pueden contarse también los “ambientes físicos”. Ejemplos de recursos físicos son la salud biológica, la energía y la resistencia de la persona, pero también el clima, o la estructura física de su vivienda o del ambiente en el que se ubica.

2) Psicológicos/psicosociales, que van desde la capacidad intelectual de la persona hasta su sentido de autoestima, nivel de independencia o autonomía, y sentido del control. Los recursos psicológicos incluyen las creencias que pueden ser utilizadas para sostener la esperanza, destrezas para la solución de problemas, la autoestima y la moral.

3) Culturales, que tienen que ver con las creencias de la persona y con los procesos de atribución causal. Tales creencias, normas, valores, símbolos, vienen dadas por la cultura del individuo. La salud y la enfermedad, por ejemplo, no solo son condiciones o estados del individuo humano considerado tanto en cuanto a su personalidad como a sus niveles orgánicos; son también estados valorados y reconocidos institucionalmente en la cultura y en la estructura social de pertenencia.

4) Sociales, que incluyen la red social del individuo y sus sistemas de apoyo social, de los que se pude obtenerse información, asistencia tangible y apoyo emocional. Este tipo de variedades relacionadas con el sistema de apoyo social parecen ser cruciales para la capacidad de afrontamientos del estrés. Incluyen ingresos adecuados, residencia adecuada, satisfacción con el empleo. Se incluyen aquí también la red de apoyo social disponible para el sujeto. Precisamente el apoyo social parece uno de los recursos de afrontamiento más importantes con respecto a la enfermedad en general, y a la enfermedad crónica en particular. El apoyo social puede incluir los recursos materiales tangibles como dinero, instrumentos y equipo (Folkman et al., 1979; Schaefer, Coyne y Lazarus, 1982). Lo trataremos especialmente en uno de los capítulos siguientes. Dentro de los recursos sociales podemos incluir también, los elementos que tienen que ver con los compromisos (Lazarus), y fundamentalmente consistente en la forma personal de interpretar un papel social (obligaciones de rol y medida en que el sujeto se considera comprometido). A su vez, la representación de los papeles sociales está determinada por el diseño social específico de tales roles. Sin la gama de papeles sociales en el repertorio del sistema social, la persona carecería de una serie importante de elementos para afrontar acontecimientos estresantes.
  
Asimismo, Lazarus propone los siguientes recursos:

  • Salud y Energía

Las situaciones estresantes de la vida cotidiana imponen sobre las personas una alta demanda de energía psíquica y física, en cuanto a intensidad y a duración temporal: la necesidad de desplazarse físicamente de un lugar a otro continuamente para dar respuesta a las exigencias de la situación problemática, la pérdida del sueño o del apetito, los esfuerzos para “mantenerse en control” de la situación, etc., son coyunturas humanas que se afrontan mucho mejor cuando se cuenta con una fuerte constitución física, un organismo sano y vigoroso y una energía desbordante, que cuando la persona es frágil, débil, está enferma (aguda o crónicamente), o cuando sus energías están agotadas o debilitadas. Al respecto, Lazarus afirma: “El importante rol jugado por el bienestar es particularmente evidente en los problemas duraderos y en la transacciones demandantes de movilización extrema de recursos”.

No obstante, el proceso de afrontamiento es mucho más complejo que limitarlo al componente estrictamente físico, pues la vida cotidiana, no menos en el contexto del proceso salud enfermedad, evidencia: como personas, con una salud muy precaria y escasez de energías, son capaces de afrontar los problemas de manera desconcertantemente eficaz,..., o les sobre energía psíquica para movilizar sus exhaustos recursos. Y viceversa, ¿cuántas personas sanas, fuertes y vigorosas no conoce usted que se desploman fácilmente al más mínimo inconveniente de la vida?

Además de los recursos físicos de salud y energía, es imprescindible que la persona posea un grupo importante de recursos psicológicos que viabilicen su implicación y persistencia en el afrontamiento de los problemas. Entre estos recursos es legítimo señalar una cosmovisión positiva y optimista, la habilidad para solucionar problemas y las habilidades para establecer y fomentar relaciones interpersonales.

  • Cosmovisión positiva y optimista

Cada hombre o mujer tiene un sistema de creencias, juicios y valores sobre sí mismo, sobre los demás, sobre el sentido de la vida, que se convierten en importantes recursos de afrontamiento cuando la persona está inmerso en situaciones que, de una u otra forma, laceran su salud y bienestar.

Una autoestima alta, donde la persona “se quiere” y se ve a sí misma como valiosa o “amable” (en el sentido de digno de ser amado), hace que la persona se perciba como capaz de resolver los problemas, aún aquellos que otros consideren insolubles, y por ello los afronta persistentemente con esperanza y optimismo: esta actitud, en tanto hace que la persona mantenga sus esfuerzos de afrontamiento en las más adversas condiciones, casi siempre la vida la gratifica con resultados alentadores. Y viceversa, una autoestima baja lleva a la creencia de que uno tiene poco o nada de valioso, que no puede hacer nada bien y esta creencia negativa se valida cuando se convierte en “profecía que se auto cumple”, por el pesimismo con que se afrontó la situación estresante desde el principio.

Pero una cosmovisión positiva no se restringe a las creencias sobre sí mismo, sino que incluye también creencias positivas sobre los demás y la existencia misma. Cuando una persona construye su existencia sobre creencias nihilistas, de “no creer en nada ni en nadie”, poco éxito puede tener al afrontar los problemas de la vida cotidiana, pues queda muy poco espacio para la esperanza y el optimismo que sustentan, en gran medida, el esfuerzo y perseverancia que una persona pone en el afrontamiento de los problemas.

Por el contrario, un sistema positivo de creencias sobre los demás y sobre la vida se convierte en un fuerte dinamizador de las posturas de las personas ante el afrontamiento de sus problemas. Creer que el ser humano es esencialmente bueno potencia la vivencia de no estar solo cuando se está en problemas y esto fomenta una alta expectativa de eficacia personal. De igual manera una fuerte convicción religiosa, la fe en la justicia y la lealtad o cualquier otra sólida creencia existencial sobre los valores humanos favorece resultados positivos en el afrontamiento de los problemas.

  • Habilidades Solucionadoras de problemas

Si bien una cosmovisión positiva es un potente recurso, para afrontar con efectividad los problemas y para permanecer indefinidamente en el intento, con ello no es suficiente. La vida es altamente compleja y repleta de demandas prácticas, lo que presupone que las personas sean capaces de encontrar respuestas a las demandas, también concretas, de los problemas que afrontan. No por gusto alguien afirmó una vez que “el problema no es el problema,... sino la solución”, un problema para el cual se cuenta con los recursos precisos deja de serlo.

Es por ello que contar con, o ser capaces de desarrollar, una serie de habilidades solucionadoras de problemas (la habilidad para buscar y encontrar la información necesaria, la capacidad de identificar lo que es y lo que no es en realidad el problema, la capacidad de generar alternativas múltiples de solución y seleccionar aquellas más efectivas y eficientes, o la habilidad para ponerlas en práctica) se convierte en un excepcional recurso de afrontamiento a los problemas a los que inevitablemente estamos abocados los seres humanos.

  • Habilidades Sociales
Al ser necesarias la energía, las creencias positivas y las habilidades solucionadoras de problemas, resulta precisar que los problemas tienen lugar, no en un vacío sino en un contexto de relaciones interpersonales, un contexto en que –si asumimos que el hombre es un ser social por excelencia- es prácticamente imposible que los problemas -¡y su solución!- no tengan que ver con los demás, particularmente aquellos que tienen determinado grado de significación para la existencia de las personas concretas.

Es por ello que en la solución de los problemas resulta tan importante la habilidad para comunicarse con los demás en formas socialmente apropiadas y coherentes con las demandas y exigencias de las situaciones problemáticas. La torpeza social en la comunicación con las personas implicadas en la solución de los problemas dificulta, aleja y hasta imposibilita su óptimo afrontamiento al generar incomprensiones y malentendidos en aquellos con los que sería deseable trabajar concertadamente. La habilidad social (capacidades de escucha, de diálogo fluido, de precisión en las ideas, de sensibilidad para con el otro, etc.), por el contrario, atrae a los demás y los pone en disposición de cooperar y colaborar en la solución de los problemas.
  
  • Redes de apoyo social y recursos materiales
Los recursos de afrontamiento de las personas además de internos (biológicos y psicológicos), son también externos (sociales y materiales) en tanto que en muchas ocasiones a la persona no le es suficiente aquello con lo que cuenta como individualidad sino que requiere de soporte fuera de él o ella. En este sentido resultan sumamente importantes las redes de apoyo social, concebidas como las redes de relaciones interpersonales en que está inmersa la persona, de las que se reciben tipos distintos de ayuda (emocional, instrumental, material, informativa, guía, etc.) que pueden ser decisivas para que esta pueda afrontar exitosamente las exigencias de su vida cotidiana, más aún cuando se está “en problemas”.

Finalmente, si se es consecuente con una postura filosófica materialista, es imprescindible reconocer la significación de los recursos materiales en la óptima solución de los problemas,... ¡no por gusto muchos autores insisten en que poco estrés es tan agobiante como el estrés económico!

El bienestar material (estabilidad económica, eficiente política estatal de seguridad social, la tenencia de bienes como vivienda, transporte, equipos electrodomésticos de optimización del funcionamiento de la vida hogareña, etc.) y sobre todo la habilidad para su uso apropiado, se convierten en un potente recurso para afrontar con efectividad problemas que, de otra manera, se hubieran convertido en una verdadera fuente de agobio para la persona.

Una última palabra, los recursos de afrontamiento se caracterizan por su diversidad e interpenetración y no deben verse, en modo alguno, como una suma de recursos aislados por muy potentes que estos sean, sino que es deseable comprenderlos en una visión sinérgica donde su interpenetración, ya sea por su presencia o por su ausencia o insuficiencia, puede conducir a que se facilite,... o que se entorpezca su expresión.

            Resumiendo, los recursos de afrontamiento se dividen prácticamente en:

1- Recursos interiores que básicamente consisten en:

•    Las competencias que la persona ha desarrollado para manejar las diferentes situaciones
•    El tiempo disponible que básicamente depende de la escala de prioridades que asigna a su vida (siempre tenemos 24 hs. por día)
•    Salud física y psíquica de su organismo.
2- Recursos exteriores:

•    Objetos
•    Dinero y servicios que se pueden obtener.
3- Sistema de apoyo:
  • Apoyo emocional: contar con un grupo de pertenencia que, más allá de los resultados, no ponga en juego su afecto. Otra forma consiste en acercarse a personas que faciliten la contención emocional durante la resolución de la situación.
  • Apoyo material: disponer de un grupo de sostén que facilite una determinada tarea, ya sea en la misma área de la situación problema o que eviten complicaciones en otras.
  • Apoyo informacional: contar con personas que brinden información que ayude a afrontar la situación o a evitar complicaciones en otras áreas.
  • Apoyo de feedback: contar con personas que estimulen y faciliten el autoconocimiento y el aprendizaje.

  
1-Competencias psicológicas: a los fines de Práctica Integral, podemos reconocer dos clases de competencias:

A. Por un lado, las relacionadas con la capacidad de lograr la tranquilidad emocional, más allá de los avatares internos y externos. En este sentido, he incluido en este punto la  competencia emocional y las habilidades relacionadas con la relajación y la meditación.

B. Por otro lado, he incluido aquí, bajo el nombre de competencia cognitiva la capacidad de analizar ciertas situaciones por medio de un estudio racional de los propios pensamientos, observaciones y sentimientos. Así, se incluyen aquí habilidades como “el manejo de las voces internas”, “el análisis de los supuestos básicos”, la técnica de “hacerse la película” y los aspectos creativos de la resolución de problemas.

2-Competencias psicofísicas, a los fines del presente programa, me refiero bajo este nombre a la salud del organismo por un lado, y las competencias instrumentales por otro.

A. La salud del organismo se refiere a la presencia de  hábitos alimentarios saludables y la estabilidad en los ritmos del descanso. También incluye  el estado físico alcanzado y la resistencia a las enfermedades físicas. Quien reúna varios de estos hábitos en su quehacer cotidiano, indudablemente contará con mayor fortaleza psicofísica, y en este sentido con mayores recursos de afrontamiento.
B. Por competencias instrumentales entendemos a las diferentes habilidades desarrolladas en relación con la aplicación específica de los conocimientos adquiridos. En este sentido, se incluyen las habilidades técnicas específicas de las diferentes profesiones y empleos y, por otro, las distintas capacidades cotidianas respecto de la preparación de alimentos, reparación de artefactos, gestión de trámites, por citar algunos ejemplos. 

3- Competencias sociales: se refiere al aspecto exterior de todas las habilidades vinculadas con las relaciones entre seres humanos. Por ejemplo, las habilidades de negociación,  de liderazgo, la comunicación efectiva, la asertividad. En el mundo actual dichas competencias han cobrado gran importancia y resultan cada vez más indispensables y exigentes cuando buscamos relacionarnos desestresadamente con los demás.

Quien desee profundizar en alguno de los otros temas, recomiendo:

 -Sobre negociación, Supere el NO, de William Uri.
 -Respecto de comunicación efectiva y efectividad en general, Metamanagement, de Fredy Kofman;
 -Para una visión panorámica de numerosos temas de management, Lo mejor de los Gurús, de Joseph Boyett.

4- Competencias culturales: comprenden aquellas habilidades que permiten “ponerse en el lugar del otro”, como miembro de un grupo cultural particular, como ser humano en general y como ser sensible en su aspecto más abarcador. En este sentido, incluye la capacidad de comprender la visión del otro, de respetar el conjunto de valores con que otras personas se hallan comprometidas; se refiere a su vez a la capacidad de experimentar empatía, amor y comunión en sus aspectos más profundos. Quien quiera profundizar en los aspectos teóricos de este tema puede consultar Spiral Dynamics, de D. Beck y C. Cowan. 


2.2.- RECURSOS EXTERNOS: APOYO SOCIAL

Los estudios en el nivel microsocial han puesto gran énfasis en la identificación de moderadores sociales y personales de las fuentes de estrés. Dentro de los primeros ha recibido especialmente gran atención el apoyo social.

El apoyo social se ha definido de formas muy variadas. Sundberg1979 (citado por Bravo, 1991) lo define como “un patrón duradero de lazos continuos o intermitentes, que juegan un rol significativo en el mantenimiento de la integridad física y psicológica de la persona a través del tiempo”. Cobb 1976 (citado en Bravo, 1991) lo concibe como información que lleva a la persona a creer que es cuidada, amada, estimada, valorada y miembro de una red de comunicación y obligación mutua. House 1981 (citado por Bravo, 1991) lo define como una transacción interpersonal que involucra interés emocional (agrado, amor, empatía), ayuda instrumental (bienes y servicios), información (acerca del ambiente) o valoración (información pertinente a la autoevaluación). Thoits en 1982 (citado en Bravo, 1991) define el apoyo como el grado en el cual las necesidades sociales básicas de las personas (afecto, estima, aprobación, pertinencia, identidad, seguridad) son satisfechas mediante interacciones sociales que proveen ayuda socioemocional o instrumental. De las definiciones anteriores e pueden derivar que el concepto se utiliza generalmente para unir los lazos que unen a las personas, por medio de los cuales se manifiesta solidaridad y ayuda.

Como se puede observar hay poco acuerdo en la comunidad científica en relación con una definición del soporte social. Algunos autores han propuesto medidas tipologías de soporte social para ayudar a la organización de este campo, por ejemplo House y Kahn (citados por Cohen ,1988) sugirieron tres categorías de medidas de soporte social: Redes sociales, Relaciones sociales y Soporte social. Las redes sociales se refieren a medidas procedentes de la teoría de sistemas, que incluyen medidas de tamaño del sistema, densidad, complejidad, reciprocidad, durabilidad, estabilidad, intensidad, frecuencia, dispersión y homogeneidad.

Las medidas de relaciones sociales evalúan la existencia, cantidad y tipo de relaciones existentes. Finalmente, las medidas de soporte social evalúan los recursos brindados por otros con varias medidas que evalúan a la vez, la clase (informacional, emocional, etc.), fuente, cantidad o cualidad del recurso.

Cohen (1988), ha propuesto la distinción entre soporte estructural y soporte funcional. El estructural se refiere a la existencia de interconexiones y lazos sociales. Las medidas funcionales evalúan las relaciones interpersonales encargadas de funciones particulares (p.e. brindar afecto). La medida más común es un índice estructural de vínculos sociales que se ha llamado integración social

Por otro lado, existe amplia evidencia de que un apoyo social personal estable, sensible, activo y confiable protege a la persona en contra de enfermedades, actúa como agente de ayuda y derivación, afecta la pertinencia y la rapidez de la utilización de servicios de salud, acelera los procesos de curación y aumenta la sobrevida (Sluzki, 1996). Desde finales de la década de los setenta se ha reiterado la noción de que las personas que viven aisladas o disponen de pocos o malos contactos sociales, tienen más riesgo para enfermar o para el empeoramiento y mala evolución de sus enfermedades crónicas, destacándose la importancia del apoyo social, sobre las bases de la idea de que los lazos de una persona con sus familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc., pueden ser fuente de afecto, de recursos o ayudas prácticas y de información, de modo tal que estos lazos ejercen una función de amortiguamiento ante las tensiones naturales de la vida y de cierto modo protegen del impacto que esas tensiones pueden tener sobre la salud (Morales, 1999).

La carencia de soporte social ha sido asociada prospectivamente con mortalidad y ha sido implicada en la etiología tanto de la enfermedad física como del malestar psicológico. Además, existe evidencia razonable para establecer relaciones entre integración social y mortalidad y para sugerir que ella tiene efectos importantes sobre los niveles de morbilidad. Los estudios sugieren, a pesar de la baja conceptualización y resultados, que la percepción de soporte social puede operar como amortiguador del estrés (Cohen, 1988), sin embargo, no está clara la forma en que el soporte influye sobre la aparición, evolución y recuperación de la enfermedad.

Los modelos que relacionan el apoyo social con la aparición, severidad, curso y recuperación de la enfermedad tienen en cuenta tres niveles de análisis (Cohen, 1988): modelos genéricos, modelos genéricos basados en el estrés y modelos de procesos psicosociales.

La especificidad de la concepción de apoyo social ocurre sólo dentro del contexto de los modelos de procesos psicosociales,

•    Modelos genéricos: el apoyo está vinculado a la enfermedad a través de procesos comportamentales que se incrementan, o por el decremento del riesgo de enfermar; o también por los efectos de las respuestas biológicas que influencian el desorden. Los procesos biológicos implicados de forma directa o indirecta por el apoyo social son el sistema neuroendocrino, la respuesta inmunitaria (bien directamente o como reacción a reactividad neuroendocrina y respuestas hemodinámicas). Se supone que el incremento del apoyo social resulta en una supresión de las respuestas fisiológicas (respuesta neuroendocrina y hemodinámica) y un incremento en la competencia inmune

•    Modelos centrados en el estrés: afirma que el apoyo social solo es importante para las personas bajo estrés o bien que es potencialmente benéfico independientemente del nivel de estrés. El modelo de amortiguamiento del estrés propone que el apoyo está relacionado con el bienestar solamente con las personas bajo estrés. El modelo funciona por corto circuito a través de la prevención de respuestas comportamentales y biológicas al estrés que son dañinas para la salud. El apoyo adecuado puede intervenir en la atenuación de la respuesta inicial al estrés, e intervenir entre la experiencia del estrés y la aparición del resultado patológico mediante la reducción o eliminación de la reacción afectiva, por la reducción de los procesos fisiológicos, o por la alteración de las respuestas comportamentales alteradas.

•    Modelos de proceso psicosocial provee descripciones elaboradas de la naturaleza de la mediación de la relación entre apoyo social y salud. Sugiere que la integración es la causa primaria de efectos importantes del apoyo social y la disponibilidad de apoyo es la causa primera de los efectos de amortiguamiento del estrés. La percepción de que otros den, ayuda a tener un efecto positivo y un mejor estado psicológico, el cual dirigirá a una mayor salud física y mental. La percepción de apoyo social mejora el bienestar.

Las principales funciones de la red de soporte social son (Cohen, 1988):

•    Compañía social: realización de actividades conjuntas o simplemente estar juntos.
•    Apoyo emocional: son aquellos intercambios que llevan una actitud positiva:
•    Guía cognoscitiva y consejos: interacciones destinadas a compartir información personal o social, aclarar expectativas y proveer modelos de rol.
•    Regulación o control social: interacciones que reafirman responsabilidades y roles, neutralizan las desviaciones de comportamiento que se apartan de las expectativas colectivas, permiten una disipación de la frustración y la violencia y favorecen la solución de conflictos
•    Ayuda material y de servicios: suministro de bienes tangibles necesarios para el individuo.
•    Acceso a nuevos contactos: apertura de nuevas conexiones con redes que hasta entonces no eran parte de la red del individuo.
           
En el contexto hospitalario resulta fundamental la movilización de recursos de soporte de los pacientes, dado que la existencia de una red efectiva amortigua reacciones emocionales como el estrés, la ansiedad o la depresión.

El soporte social es considerado como una variable protectora contra el estrés y los efectos de la Sobreactivación orgánica que éste causa. La manifestación de esta variable estimula y, mejora las estrategias de afrontamiento y hace menos necesaria la utilización de mecanismos de defensa (como la negación, por ejemplo). Mientras mayor es el aislamiento social, más frecuentes son las quejas somáticas y más probables el malestar psicológico (Lazarus y Folkman, 1984).
  
CAPÍTULO III

INVESTIGACIONES

  • Nuevo instrumento de evaluación de situaciones estresantes en cuidadores de enfermos de Alzheimer. (José Antonio Muela Martínez, Carlos Jesús Torres Colmenero y Eva Peláez Peláez, 2002). Universidad de Jaén: Se presenta un Inventario de Situaciones Potencialmente Estresantes (ISPE) en cuidadores de Enfermos de Alzheimer. Estas situaciones se han obtenido tanto de la literatura relevante como de entrevistas realizadas a cuidadores en los últimos cuatro años. Está compuesto no sólo por aspectos relacionados con situaciones problemáticas directamente planteadas por el enfermo (repetición de la misma pregunta, incontinencia, no reconocer a los cuidadores…), sino también con cuestiones derivadas de la evaluación que el cuidador hace de diversos aspectos relacionados con el cuidado (sentimientos de culpabilidad, perdida del ser amado…). En este trabajo participaron 89 cuidadores principales de enfermos de Alzheimer, con un deterioro de leve a severo, a los cuáles se les administró dicho inventario. Las puntuaciones obtenidas se han relacionado con variables tales como Carga Percibida del Cuidador, Alteraciones Conductuales del Enfermo, Salud Física Percibida del Cuidador, Vínculo Familiar Cuidador - Enfermo y Tiempo con Diagnóstico de Alzheimer. Los resultados muestran una relación directa de ISPE con Carga y con Alteraciones Conductuales. Asimismo aparecen situaciones concretas que se relacionan con el resto de variables. Estos resultados indican que el ISPE es un buen instrumento para evaluar situaciones potencialmente estresantes en cuidadores de enfermos de Alzheimer.

  • Estrategias de afrontamiento ante el estrés y fuentes de recompensa profesional en médicos especialistas de la comunidad valenciana. un estudio con entrevistas semiestructuradas. (Vicenta Escribà-Agüir y Yolanda Bernabé-Muñoz, 2002). Fundamento. Los profesionales de la medicina están particularmente expuestos a factores de riesgo psicosocial que pueden afectar su calidad de vida. La identificación de estrategias de afrontamiento frente al estrés y las fuentes de recompensa profesional permitiría instaurar medidas preventivas tendentes a moderar el efecto negativo de estos factores de riesgo. Los objetivos del presente trabajo son identificar las estrategias de afrontamiento ante el estrés que utilizan los médicos especialistas de seis hospitales públicos de la provincia de Valencia, y describir sus fuentes de recompensa y satisfacción profesional. Métodos. Estudio cualitativo realizado por entrevistas semiestructuradas individuales a 47 médicos especialistas de seis hospitales públicos de la provincia de Valencia. Las entrevistas han sido grabadas en audio y transcritas posteriormente. Se ha realizado un análisis del contenido del discurso. Resultados. Las estrategias de afrontamiento referidas con más frecuencia por los facultativos entrevistados, analizadas de manera general, son las centradas en las emociones y en concreto la desconexión conductual y la búsqueda de apoyo social emocional. Sin embargo, ante factores estresantes puntuales concretos de la práctica diaria, las estrategias más frecuentes son las centradas en el problema. Una parte importante de los médicos entrevistados manifiesta no tener ninguna recompensa laboral. Entre los que sí expresan elementos de recompensa, refieren en primer lugar el salario, seguido de la satisfacción personal por la dedicación a la medicina. Conclusiones. La inclusión de formación sobre estrategias de afrontamiento activo frente al estrés en el currículo profesional de los médicos, podría aumentar sus recursos personales para hacer frente al mismo. Además se deberían instaurar cambios organizacionales que aumenten las recompensas laborales.

BIBLIOGRAFIA

  • Holahan, C; Moos, R. y Schaefer, and J. “Coping, Stress Resistance, and Growth: Conceptualizing Adaptive Functioning”. HANDBOOK OF COPING. Compilado por Zeidner, M. y Endler, N. New York – USA. Wiley Jhon & Sons, INC. 1996
  • Sapolsky, R. ¿Por qué las cebras no tienen úlceras? Madrid: Alianza Editorial, 1995.
  • GONZÁLEZ, A. Estrés II: valoración e intervenciones ante situaciones de estrés. Salud y Cuidados [En línea]. Nº 5 (2003). [Consulta: 15 julio 2003*].     ISSN 1578-9128.
  • Lazarus, R. y Folkman, S. 1986 (Edic original en lengua inglesa 1984) Estrés y procesos cognitivos, Edic Martínez Roca, Barcelona.
  • Sandin, B; Belloch, A; Ramos, F. Manual de Psicopatología Vol. 2  Parte IV. Estrés y Trastornos Emocionales. McGraw-Hill/ Interamericana de España S.A. 1995
  • Buendía, J. y Mira, J. Estrés y Psicopatología Cap. 3 Estrés, desarrollo y adaptación. Ediciones Pirámide – España.
           
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