jueves, 28 de agosto de 2014

COMPARTA, ABRACE, RÍA Y QUIERA MÁS



Nada más desgastante que una preocupación, un aburrimiento, un mal momento o una angustia permanente.

Eso acaba literalmente la vida. En tal sentido, no está por demás que se tranquilice y lea lo siguiente:

Entienda. El aburrimiento, el estrés y los malos momentos producen sustancias que pueden alterar todas las funciones en el cuerpo.

Energía. El organismo se desgasta atendiendo los desequilibrios que producen las malas emociones y lo deja expuesto a males peores.

Insomnio. Si usted tiene una preocupación, no duerme. Y, si no duerme, se torna irritable, se va quedando sin fuerzas y su rendimiento decae.

Tumores. El cuerpo estresado pierde control sobre la capacidad que tienen las células de morir para renovarse (apoptosis). Eso provoca que las células puedan multiplicarse sin control, lo que puede dar origen a tumores, inclusive malignos.

Dimensione. La vida sin problemas no existe, pero debe prestarles atención a las verdaderas dificultades. Priorícelas y deje de lado las bobadas.

Ría. Nada más saludable que ver la vida con humor, rodearse de personas gratas, procurar divertirse y usar de manera adecuada los tiempos de descanso.

Ejercicio. Si está bien aburrido, procure realizar alguna actividad física (camine, trote, nade, monte en bicicleta), ya que eleva las endorfinas. Se sentirá mucho mejor.

Rodéese bien. Procure tener en su entorno personas positivas, amables, con las que sienta comodidad.


Por último, abrace más, comparta con los suyos, sea positivo y nunca olvide respirar profundo y contar hasta diez.

LA IRA, UNA TOXINA MORTAL

Estudios dicen que las sensaciones afectan el cuerpo. Cuando son negativas, alteran el bienestar. Reírse  mantiene sano el corazón. La alegría mejora las defensas. La depresión, por el contrario, aumenta el riesgo de sufrir cáncer.

La evidencia es clara: las emociones producen bienestar o enfermedad. Así de simple. 

De hecho, un estudio publicado el año pasado en la revista PNAS, de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, afirma que las sensaciones, positivas o negativas, despiertan reacciones físicas en el organismo.

Las 701 personas que participaron en la investigación pintaron, en una silueta humana, el lugar donde sentían sensaciones como ira, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa, ansiedad, amor, depresión y envidia. El amor y la alegría generaron en ellas reacciones físicas en cabeza y pecho, donde están los órganos vitales.

Según el psiquiatra Jorge Forero, presidente del Instituto para el Desarrollo de la salud emocional, cuando se manifiestan los problemas emocionales, ocurren cambios a nivel del sistema nervioso central que tienen acción directa sobre el corazón, la respiración y otros órganos.

“Cuando una persona está tensionada –dice Forero–, se activa el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, que estimula la producción de sustancias como las catecolaminas, que elevan la presión arterial y la frecuencia cardíaca, y disminuyen la irrigación sanguínea en algunas áreas, hasta convertirse en un factor de riesgo para la salud cardiovascular y cerebral, entre otros”.

Las positivas han demostrado ser saludables, pues disminuyen los niveles de las hormonas del estrés (cortisol y adrenalina). “La risa y la alegría mejoran el aparato cardiovascular. Las personas con buen ánimo y sentimientos de optimismo soportan mejor las enfermedades y son menos propensas a padecer depresión”.

Reírse, por ejemplo, activa 400 de los 650 músculos del cuerpo; no en vano, quienes se ríen intensamente sienten más apetito, pues las carcajadas tienen un efecto similar al del ejercicio físico moderado. Además, según un estudio de los doctores Lee Berk y Stanley Tan, de la Universidad Loma Linda (California), la risa reduce las hormonas del estrés y mejora la función del sistema inmunológico, pues genera endorfinas, llamadas hormonas del bienestar.

Reír, incluso, es un predictor de la longevidad.

Sentimientos negativos

Así mismo, una investigación del Centro Médico de la Universidad de Maryland (EE.UU.) demostró, que las arterias de las personas con infarto al miocardio, sometidas a situaciones que generaban buen humor, crecían hasta un 30 por ciento su diámetro. Las negativas, por el contrario, dice Palacios, aumentan el riesgo de enfermedad cerebro vascular, de cáncer y de padecer condiciones mentales como fobias, ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación y disfunción sexual.
  
El colon irritable, por ejemplo, es un problema emocional, pero muchos lo entienden como un mal netamente físico “y pierden tiempo y plata en tratamientos médicos que, muchas veces, no dan resultado”, dice Forero.

También las migrañas, los trastornos de ansiedad, las fobias, ataques de pánico y la fibromialgia (dolor prolongado en todo el cuerpo) pueden tener como causa el estrés, mal moderno de la humanidad.

Según la terapeuta holística Margarita Sierra “cuando alguien tiene dificultad para solucionar sus problemas a nivel psicológico o emocional, aparece un estado de preocupación o ansiedad, irritabilidad, ira, miedo o tristeza, que puede producir un aumento de la frecuencia cardíaca, problemas digestivos, alergias, dolor de cabeza, sensación de falta de aire, sudoración, tensión alta o baja. Cualquier situación emocional que permanezca en el tiempo, sin resolver, se convierte en una toxina para el organismo, que afecta gravemente la salud”.

Por tal motivo, puntualiza la experta, canalizar y liberar las emociones negativas permite gozar de una buena salud emocional y recupera el bienestar físico.

El estrés puede generar migrañas, dolor, insomnio, falta de concentración.

La tristeza disminuye la respuesta inmunitaria y aparecen los resfriados

La ira puede provocar dolor abdominal, acidez, úlcera o diarrea.

El odio, el resentimiento o falta de perdón puede conllevar problemas de estreñimiento, cáncer.

La repulsión frente a ciertas situaciones que no se aceptan en la vida, puede provocar alergias recurrentes, asma, sinusitis e irritaciones de la piel.

El miedo se asocia con problemas de hígado.


ESTILO DE VIDA – EL TIEMPO: 10 de Junio 2014

viernes, 22 de agosto de 2014

ALEXITIMIA O LA DIFICULTAD DE EXPRESAR EN PALABRAS LO QUE SE SIENTE

Desde hace muchos años atrás, existía una inquietud con respecto a la comprensión del ser humano como una totalidad, los griegos con su sabiduría nos señalaron el camino, pasaron los siglos y el advenimiento de cambios y un nuevo orden social permitieron que los conocimientos helénicos fuesen postergados, vetados, despreciados o excluidos, negándosele el derecho de permanencia y difusión de los conocimientos, ese oscurantismo que deviene de la Edad Media, dio paso posteriormente con el Renacimiento, la búsqueda incesante de los métodos científicos, mucho tiempo ha tenido que transcurrir, para entender ciertos fenómenos que involucran la salud mental de las personas, ingresando al siglo XX y con los grandes conocimientos que se heredan del siglo de las Luces, surge la necesidad de explicarse determinados estados que involucran el quehacer de la vida mental y afectiva de las personas, Freud y el Psicoanálisis, inician el recorrido de explicarse ciertos trastornos mentales que denominó histerias y que se explicaría en el contexto de la represión Victoriana de la época, posteriormente surge la explicación psicosomática de ciertas dolencias que no se podían explicar mejor sino por causa de desórdenes psicológicos o mentales que se traducen por medio del propio cuerpo, a partir de ahí se empieza a entender en algo o con meridiana claridad que muchas de las tribulaciones del ser humano y que no se pueden expresar de manera abierta y directa encuentran otros caminos para darse a conocer.  La Alexitimia es un constructo creado por Sifneos en la década del 70 y alude, en principio, a la incapacidad para expresar verbalmente los afectos (Sivak & Wiater, 1998). Este trastorno es considerado como un déficit en la función de la fantasía, manifestado en una pobre conciencia emocional, dificultad para expresar los sentimientos, ausencia de ensueños, sueños nocturnos con escaso material simbólico y un estilo de pensamiento externamente orientado, sin contacto con el mundo vivencial interno (Moral de la Rubia, J. 2005). Sin embargo, coincidimos en que es más que eso; en la actualidad, existe consenso en considerar que la Alexitimia es un constructo más bien multidimensional que incluye un conjunto de características tales como: dificultad para identificar y describir las distintas emociones; problemas para diferenciar los estados emocionales de las sensaciones corporales; limitación del pensamiento simbólico y un pensamiento operatorio, caracterizado por la tendencia a centrar la atención en los aspectos externos de los sucesos dejando los aspectos internos sin atender (Velasco, en: Páez & Casullo, Comp., 2000). Taylor y col. (citado en Sivak & Wiater, 1998) incluyen, además, como característica principal, la tendencia al conformismo social.


En un principio, como ya hemos anunciado se tiene conocimiento que la Alexitimia fue observada en pacientes con trastornos psicosomáticos (Fernández-Montalvo y Yarnoz 1994), actualmente se la relaciona con las adicciones, los trastornos de la conducta alimentaria, psicopatías y estrés postraumático, y constituye un factor de vulnerabilidad somática. (Sivak, R. y Wiater, A.1997). Aunque también se ha encontrado casos en población que no padece tales trastornos. (Fernández-Montalvo y Yarnoz 1994).

La Alexitimia alude, en primer lugar, a la incapacidad para expresar verbalmente los afectos (Sivak & Wiater, 1998). Este trastorno es considerado como un déficit en la función de la fantasía, expresado en una pobre conciencia emocional, dificultad para expresar los sentimientos, ausencia de ensueños, sueños nocturnos con escaso material simbólico y un estilo de pensamiento externamente orientado, sin contacto con el mundo vivencial interno (Moral de la Rubia, J. 2005). Sin embargo, coincidimos en que es más que eso; en la actualidad, existe consenso en considerar que la Alexitimia es un constructo multidimensional que incluye un conjunto de características: dificultad para identificar y describir las distintas emociones; problemas para diferenciar los estados emocionales de las sensaciones corporales; limitación del pensamiento simbólico y un pensamiento operatorio, caracterizado por la tendencia a centrar la atención en los aspectos externos de los sucesos dejando los aspectos internos sin atender (Velasco, en: Paéz & Casullo, comp., 2000). Taylor y sus colaboradores (1988, citado en Sivak & Wiater, 1998) incluyen, además, como característica principal, la tendencia al conformismo social.

Inicialmente la Alexitimia fue observada en pacientes con trastornos psicosomáticos (Fernández-Montalvo y Yarnoz 1994), actualmente se la relaciona con las adicciones, los trastornos de la conducta alimentaria, psicopatías y estrés postraumático, y constituye un factor de vulnerabilidad somática. (Sivak, R. y Wiater, A.1997). Aunque también se ha encontrado casos en población que no padece tales trastornos. (Fernández-Montalvo y Yarnoz 1994).

La Alexitimia, entonces, puede considerarse como factor iniciador y/o mantenedor del trastorno, además de factor pronóstico en la evolución de diversas enfermedades crónicas (Klieger y Kinsman, 1980).

La Alexitimia es el problema que padecen muchas personas que no pueden expresar lo que sienten. Y aun peor: no son capaces siquiera de reconocer sus sentimientos, los matices de la emoción. Lo que no logran decir en palabras, recala en la mayoría de las veces en una búsqueda de vías de escape, generalmente a través del cuerpo: desde úlceras y problemas respiratorios hasta adicciones como el alcoholismo y trastornos de la alimentación.

La Alexitimia se presenta como una perturbación cognitivo-afectiva. En otras palabras, una dificultad para lograr diferenciar las sensaciones corporales de los sentimientos.

Orígenes y Conceptualización de la Alexitimia

La palabra a-lexi-timia deriva del griego; significa etimológicamente "ausencia de palabras para expresar las propias emociones, denotando una dificultad para identificar y describir emociones, así como una vida de fantasía interna empobrecida”  (Yárnoz;  Fernández: 1994)"; Tal como lo sostienen Yarnoz y Fernández (1994) y Sivak (1997) el concepto de Alexitimia fue introducido por Sifneos (1973) en su intento de crear un constructo que explicara la relación entre las características cognitivo-emocionales de un sujeto y la formación de síntomas en el mismo. Y como propiamente lo describe Sivak (1997) existe una perturbación cognitiva en las personas que no le permite expresarse ni diferenciar las sensaciones corporales de afectos.  (Sivak: 1997).

Las bases del concepto Alexitimia se encuentran en la corriente psicoanalítica, con autores como Alexander, Dumbar y Ruesch, entre otros; quienes observaron en los pacientes con enfermedades psicosomáticas una gran dificultad para expresar los afectos verbalmente. Esta característica se acompañaba de una coartación de la fantasía, dificultad para la expresión de las emociones y tendencia a canalizar las tensiones a través de la vía corporal (Otero, 1999).  Richter (1943, citado por Dumbar 1965) ya señalaba que al analizar las perturbaciones emocionales que se presentaban en los niños, después de la infección de las vías respiratorias superiores, ello guardaba relación con un tipo de personalidad que sucumbe a la enfermedad, en todos los casos observados los niños eran dóciles, sumisos, amedrentados por el autoritarismo, perfeccionistas en sus esfuerzos y puntillosos en sus hábitos personales. Llega entonces a la conclusión de que estos niños tenían dificultad de expresar adecuadamente sus pensamientos y sentimientos innatos de hostilidad y agresión. (Dumbar, 1965)

Otro autor que se aproximó al concepto fue Ruesch (1948), que describe un tipo de personalidad psicosomática que llamó “Personalidad Infantil”. Estos sujetos, con una detención en el desarrollo, tenían dificultades para establecer relaciones interpersonales, para la expresión verbal y simbólica de los conflictos y para la integración de experiencias, por lo que se exponían repetidamente a situaciones de frustración que no sabían manejar. La consecuencia de la insuficiencia en sus capacidades era la restricción de la fantasía, una conducta social hiperadaptada y la tendencia a canalizar las tensiones por vía de los síntomas somáticos (Velasco, 2000). Años más tarde, Friedman y Sweet (1951), hablaban de “Iletrados Emocionales” para caracterizar a los pacientes psicosomáticos (Frawley y Smith, 2001).

Una década más tarde, los psicoanalistas franceses Marty y M’Uzan (1963), observaron estos mismos aspectos e introdujeron el término “Pensamiento Operatorio” para designar un estilo de funcionamiento mental, común en los pacientes psicosomáticos, que se caracteriza por traducir la realidad de un modo estereotipado, concreto, sin fantasía y afectivamente pobre. Estos sujetos describían sus acciones, hechos o gestos tal y como se producían, pero sin integrar ninguna connotación afectiva (Fernández y Yarnoz, 1994). Para estos autores existe una relación directa entre el pensamiento operatorio y los desórdenes psicosomáticos; estos últimos serían la consecuencia de una incapacidad para elaborar las emociones y afectos a nivel cognitivo (Velasco, 2000).

El proceso de mentalización se construye gracias a que las representaciones de cosas, que tienen una cualidad sensorio-perceptiva, a través del proceso simbólico, se van organizando progresivamente en representaciones de palabras. Estas permiten el acceso a la fantasía, la producción onírica y a los procesos de reflexión interna. Si se dan fallas o insuficiencias en la adquisición de representaciones de palabras ligadas con valores afectivos, se corre el riesgo de que la vía somática aparezca de una manera patológica. (Lara, Sanchis y Rodríguez 2008). 

El síntoma psicosomático se interpreta como el resultado de las emociones no expresadas que se manifiestan a través del lenguaje y simbolismo somático. Si la emoción permanece silenciosa, ahogada, retenida, se revela entonces en otra parte por un desplazamiento, más tarde por un efecto residual, una explosión retardada, o aún por afecciones corporales a las que se atribuye la simbología del cuerpo y de sus órganos.

Como ciencia, la medicina psicosomática se orienta a descubrir la naturaleza precisa de la relación entre emociones y función corporal. Marty encabeza la escuela psicosomática francesa la cual surge ante la dificultad diagnóstica y terapéutica que les presentaban cierto grupo de pacientes que no encuadraban en el marco de la conversión histérica ni de las neurosis actuales y que presentaban alteraciones como cefaleas, raquialgias, alergias y asma. Así dibujaron el perfil de un tipo particular de enfermos, "el psicosomático", caracterizado por una "insuficiencia en la mentalización" que le impide la expresión psíquica de sus conflictos. Al hallarse privados de esta posibilidad, drenan en el cuerpo sus excedentes excitatorios, no ya como modo de expresión, sino como producto del déficit mismo. Esta insuficiencia en la mentalización de los conflictos, equivale a decir que éstos dejan de ser psíquicos y poseer un sentido, transformándose en algo somático, material, asimbólico, proceso denominado por los integrantes de esta línea, somatización. Para que se produzca una somatización se postula un esquema evolutivo en el cual se habrían producido determinadas fijaciones somáticas que precedieron a las fijaciones mentales. En el extremo opuesto y antagónico se halla el grado de mentalización del cual un sujeto es capaz, dado que este proceso, ligado a lo representacional y significativo, supone un nivel evolucionado que, como producto del desarrollo alcanzado, determinará la expresión de los conflictos de un sujeto en el plano mental.

La Alexitimia es un trastorno en el procesamiento emocional caracterizado por la dificultad para identificar y expresar emociones, así como una tendencia a focalizar y amplificar las sensaciones somáticas que acompañan a la activación emocional. Fue Sifneos como hemos señalado, quien propuso el término Alexitimia (utilizándolo por primera vez en la 7° Conferencia Europea de Investigación en Psicosomática, en Roma, el año 1967), la historia del concepto se remonta a Freud en 1895 cuando establece las diferencias entre psiconeurosis y neurosis actuales. Pasando por Ferenczi (1924), Ruesch (1948), McLean (1949), Liberman (1959), Marty (1963), entre otros. Para Sifneos la Alexitimia hace referencia  a un tipo de paciente que “dan la impresión de ser diferentes, seres extraños que provienen de un mundo completamente distinto al nuestro, seres que viven en medio de una sociedad gobernada por los sentimientos” (Goleman, 1996). En realidad, los alexitimicos parecen carecer de todo tipo de sentimientos aunque el hecho es que, más que hablar de una ausencia de sentimientos, habría que hablar de una incapacidad de expresar las emociones. Los alexitímicos, por ejemplo, rara vez lloran pero, cuando lo hacen, sus lágrimas suelen ser copiosas y se quedan desconcertados si se les pregunta por el motivo de su llanto. Ése es precisamente el nudo del problema. No es que los alexitímicos  no sientan, sino que son incapaces de saber y especialmente incapaces de poner en palabras lo que sienten. Se trata de personas a decir de Goleman que carecen de la habilidad fundamental de la inteligencia emocional, la conciencia de uno mismo, el conocimiento de lo que están sintiendo en el mismo momento en que las emociones bullen en su interior. Los alexitímicos ni siquiera tienen una idea de lo que están sintiendo y, en este sentido, son un ejemplo que refuta claramente la creencia de que todos sabemos cuáles son nuestros sentimientos.  Añade Goleman, cuando algo o alguien les hacen sentir, se quedan tan conmovidos y perplejos, que tratan de evitar esta situación a toda costa. Los sentimientos llegan a ellos, cuando lo hacen, como un desconcertante manojo de tensiones y se sienten muy mal pero no pueden decir exactamente qué tipo de mal es el que sienten.

La Alexitimia se define como una característica personal que consiste en una discapacidad para describir verbalmente la experiencia emocional. Se ha conceptuado por otra parte como una alteración cognitivo – afectivo, que afecta al modo en que los individuos experimentan, expresan sus emociones y elaboran sus imaginaciones y fantasías. Vassend, 1987 (Citado por Belloch, Sandín, y Ramos, F. 1995).

Krystal (1979, 1986 citado en Sivak & Wiater, 1998) propone que si se entiende la Alexitimia como un trastorno de la personalidad, se pueden diferenciar tres áreas de trastornos: la cognitiva, la afectiva y la de las relaciones interpersonales. En cuanto al aspecto cognitivo, los símbolos son utilizados como signos -denotando una dificultad para simbolizar-; lo afectivo se ve marcado por los actos impulsivos, la dificultad para diferenciar las sensaciones corporales y para verbalizar las emociones; y, por último, las relaciones interpersonales se ven afectadas por una alteración en la empatía.



Características Clínicas

Los psicoanalistas fueron como ya lo hemos señalado quienes primero advirtieron la existencia de este tipo de personas refractarias al tratamiento porque no proporcionaban sentimientos, fantasías ni sueños de ningún tipo, porque no aportaban, en suma, ninguna vida emocional interna acerca de la cual hablar (Goleman, 1996).

En un principio las personas a quienes se identificó como alexitímicas fueron pacientes que sufrían trastornos psicosomáticos, en el transcurso de los años se le ha relacionado con otros quienes sufrían dependencia a sustancias, con trastornos de la conducta alimentaria, personalidad antisocial y trastorno por estrés postraumático.

Según Lesser y Lesser (1983), la Alexitimia es un concepto descriptivo que aglutina un número de conceptos clínicos en una forma fácilmente comunicada. La Alexitimia no es una declaración sobre una enfermedad que tiene el paciente, sino más bien, es una declaración sobre un paciente que puede tener una variedad de enfermedades (Fernández y Yarnoz, 1994).

Las características clínicas del constructo Alexitimia, en el ejercicio científico suele llamarse constructo a un concepto descriptivo o explicativo de un fenómeno o proceso cuya naturaleza o mera existencia no había sido identificada ni dilucidada con antelación (Rozados, 2008), se van formulando desde el momento en que empiezan a converger los primeros datos empíricos y observacionales. Taylor y Cols, (1985) basándose en otras revisiones, resumen las Dimensiones de la Alexitimia: Dificultad en identificar y describir las emociones, Dificultad para comunicar emociones, Proceso imaginario constreñido, evidenciado por la escasez de ensueños y fantasías, Estilo cognitivo orientado hacia el exterior. Estas manifestaciones son conceptualizadas dentro de un patrón de personalidad expresado a través de un continuo que correlaciona positivamente con el neuroticismo, la depresión y la ansiedad.

Retamales (1989) calificó las características de la Alexitimia en esenciales y accesorias. Las esenciales constituyen el núcleo del trastorno y las accesorias se dan en gran parte de los casos (Sivak y Wiater, 1997).

Las características esenciales de la Alexitimia son: a) dificultad para identificar y comunicar sentimientos, b) dificultad para distinguir afectos de sensaciones corporales, c) escasa capacidad de simbolización, es decir, poca o nula fantasía y actividad imaginativa y d) preferencia para ocuparse de eventos externos más que de experiencias internas (Otero, 2000).

Las características accesorias de la Alexitimia son: un alto grado de conformismo social, que se puede confundir con “normalidad”, pero que es un comportamiento rígido sujeto a reglas convencionales (Otero, 2000). Los alexitimicos son personas aparentemente bien adaptadas, pero se trata de una pseudonormalidad, pues su comportamiento es rígido y dependiente de las convenciones sociales; su existencia transcurre de manera mecánica (Lumley, Ovies, Stettner, Wehmer y Lakey, 1996).

En resumen, los sujetos alexitímicos presentarían las siguientes características:

1. Dificultad para identificar afectos: Estas personas tienen problemas para diferenciar una emoción de otra. Por ejemplo, no saben con seguridad si lo que sienten es miedo o ira.
Esta incapacidad no se da sólo respecto a los propios sentimientos, sino que también tienen dificultades para identificar las emociones en los demás (en sus voces, expresiones faciales, posturas).

2. Dificultad para describir afectos: Les resulta imposible describir lo que sienten y describir a otras personas todo lo referente al ámbito subjetivo y de los afectos.

3. Dificultad para diferenciar los afectos de las sensaciones corporales que acompañan a la activación emocional: Las emociones suelen ir acompañadas de síntomas fisiológicos, como sudoración, aceleración de ritmo cardiaco, etc. Los alexitímicos atribuyen estas manifestaciones fisiológicas a síntomas vagos o los confunden con la emoción misma.
Cuando siente emociones intensas, esta persona describe simplemente un malestar físico de un modo impreciso.

4. Reducida capacidad de fantasía y de pensamiento simbólico: Suelen tener un pensamiento concreto, con problemas para el manejo simbólico de las emociones. Su forma de hablar es monótona, parca y sin matices afectivos. Apenas gesticulan ni introducen cambios en el tono de voz, se sientan de forma rígida y su semblante es inexpresivo.

5. Preocupación por los detalles y acontecimientos externos: En su lenguaje apenas existen referencias abstractas y simbólicas, sino que se limitan a describir detalles concretos, sin un tono afectivo.

6. Utilizan la acción como estrategia de afrontamiento en situaciones de conflicto: El modo de resolver un estado emocional desagradable en estas personas, consiste en la realización de conductas directas. Tienen una orientación de tipo práctico y un escaso contacto con su realidad psíquica.

Etiología

Quien sufre Alexitimia generalmente se muestra indiferente a lo que le rodea y tiende al aislamiento; y hay un alto porcentaje de casos que ha sufrido carencias afectivas en la infancia, lo que, sin proponérselo, limita su capacidad para demostrar sentimientos, llegando a afectar las relaciones sociales del paciente, incluyendo los familiares (Coronado, 2007).

Se atribuye su etiología principalmente a dos tipos de factores: por una parte se considera un estado reactivo al efecto de diferentes estados emocionales negativos (depresión, ansiedad), así como consecuente con diversos trastornos crónicos psicopatológicos y somáticos, habiéndose planteado la conveniencia de establecer la diferenciación entre Alexitimia primaria (rasgo relativamente estable de personalidad) y secundaria (estado emocional transitorio de carácter reactivo); Es atribuida también su etiología a la existencia de un substrato neurobiológico, bien por una alteración en la conexión ínter hemisférica dando lugar a una comisurectomía funcional, bien por alteraciones en los mecanismos de inhibición y facilitación del procesamiento emocional asociados a la lateralización cerebral.

Como vemos hasta el momento se han propuesto factores neuroanatómicos, psicodinámicos y socioculturales para intentar dar una explicación al origen de la Alexitimia. Estas aproximaciones etiológicas son las que abordaremos a continuación.
Hipótesis Neuroanatómicas

Las hipótesis neuroanatómicas tienen como fundamento el hecho de que las emociones se localizan en el hemisferio derecho en la mayoría de los sujetos diestros normales; y la expresión verbal se localiza en el hemisferio izquierdo. Así, la falta de comunicación entre los hemisferios en los individuos produciría un déficit en la capacidad para verbalizar las emociones. (Fernández, 1999). En relación con estas hipótesis, Pedinielli (1992), señala que habría dos modelos principales: el que trabaja la transmisión de información entre el sistema límbico y el neocortex, que corresponde al modelo vertical; y el que estudia la especialización hemisférica, es decir, el modelo transversal. También hay estudios que proponen una etiológica organicista, que se refiere a la transmisión hereditaria de la Alexitimia (Ávila, 2000). Esta hipótesis fue planteada originalmente en 1949 por McLean; quien observó que los enfermos psicosomáticos respondían a las situaciones emocionales con respuestas predominantemente físicas. Para este autor esto se debe a que existe una alteración en la conexión entre el sistema límbico (“visceral Brain”) y el neocortex (“Word Brain) de estos pacientes (Otero, 2000).

Nemiah (1975) recoge esta teoría y señala que el individuo alexitímico, debido a que se interrumpe o bloquea el flujo ascendente de información entre el sistema hipotalámico y el neocortex, puede experimentar lo autonómico del afecto, pero no la vivencia psíquica. Justamente es “la amígdala la que responde a la emoción, se gatilla frente a la emoción y es la corteza prefrontal la que piensa sobre lo que sentimos” (Clarkin, 2008). El trastorno surgiría por un bloqueo entre el sistema límbico (lugar de las emociones) y el neocortex (lugar de la palabra); este bloqueo imposibilitaría el conocimiento de las emociones, en lo que podría estar también implicada la dopamina. Nemiah menciona que la causa de este bloqueo podrían ser mecanismos de defensa psicológicos, así como también algunas discontinuidades fisiológicas en la estructura neuronal y vías de paso, que son las bases anatómicas de los procesos psicológicos (Sivak & Wiater, 1998).

Hoppe y Bogen (1977), tras estudiar a doce pacientes epilépticos que habían sido comisurotomizados quirúrgicamente, observaron que, después de la intervención, estos pacientes muestran un déficit en la fantasía, escasez de sueños y pobre capacidad para simbolizar (Otero, 2000). Esta similitud con el pensamiento operatorio les llevó a introducir el concepto de “comisurotomía funcional” en los pacientes con enfermedades psicosomáticas. La Alexitimia representaría un trastorno funcional defensivo en el cual no hay posibilidad de traducir las emociones viscerales del hemisferio derecho a la representación palabra propia del hemisferio izquierdo. Esto da como resultado la hipercatexia de las sensaciones corporales.

Lesser y Lesser (1983) cuestionan el trabajo de Hoppe y Boggen (1977) ya que: En primer lugar no se distingue claramente entre pacientes con enfermedades psicosomáticas y aquellos con características alexitímicas. En segundo lugar para extraer conclusiones definitivas se necesita un mayor número de estudios con instrumentos neuropsicológicos que evalúen déficit en la conexión interhemisférica.

Estas críticas sirvieron de acicate a algunos de los trabajos que se realizaron posteriormente. Vamos a destacar los siguientes:

TenHouten, Hoppe y Bogen (1985) investigan directamente la hipótesis de Hoppe y Bogen (1977). Comparan las respuestas verbales y escritas sobre una película con contenidos simbólicos de muerte y pérdida en 8 pacientes que habían sido comisurotomizados (6 total y 2 parcialmente) y 8 controles. Los resultados muestran más características alexitímicas en los comisurotomizados, salvo la excepción de un sujeto del grupo control altamente alexitímico. Concluyen que la comisurotomía completa es una condición suficiente pero no necesaria para mostrar altas características alexitímicas. Estos autores dan así, un paso importante en la hipótesis de determinar si puede darse una comisurotomía funcional en personas alexitímicas neurológicamente intactas.

Geffen y cols. (1984) estudian los efectos de las lesiones en el cuerpo calloso en una tarea neuropsicológica de localización táctil con el dedo (teniendo en cuenta las conexiones sensoriales y motoras de las manos). Encuentran un 7% de déficit en la conexión interhemisférica en sujetos normales, un 28% de déficit en pacientes con comisurotomías parciales (lesiones en el tronco del cuerpo calloso) y un 82% de déficit en sujetos con comisurotomías completas.

En una investigación con 25 combatientes de guerra diagnosticados de trastorno de estrés postraumático, Zeitlin y cols. (1989) intentan determinar si la Alexitimia está asociada a un déficit en la comunicación interhemisférica en personas que tienen intacto el cuerpo calloso. Utiliza la prueba de localización táctil con el dedo (la misma medida comportamental que utilizó Geffen para medir la transferencia hemisférica). Su trabajo muestra que los sujetos normales y los sujetos no alexitímicos con trastorno de estrés postraumático tienen un déficit en la conexión interhemisférica del 8% y los sujetos alexitímicos con trastorno de estrés postraumático tienen un déficit del 18%.

Estos resultados de Zeitlin y cols. (1989) animan a la comparación con los resultados de Geffen y cols. (1984). Sobre la base de los dos estudios, de similares características, el déficit en la conexión interhemisférica en sujetos alexitímicos podría estar a medio camino entre el déficit que se observa en sujetos normales y el déficit observado en pacientes parcialmente comisurotomizados.

En la última década, y como alternativa al modelo previo de comisurotomía funcional, algunos autores (Lane y cols., 1997; Houtveen y cols., 1997) sostienen que el déficit alexitímico para experimentar las emociones de manera consciente tiene relación con sus niveles de flujo sanguíneo en el córtex cingulado anterior mientras se produce la emoción. En estos sujetos se produce un déficit en la actividad cortical durante los períodos de activación emocional, con una pobre interacción entre los módulos de las redes neuronales corticales.

Distintas investigaciones (Linden y cols., 1996; Lane, 1996; Friedlander y cols., 1997; Infrasca, 1997) demuestran que existe un exceso de activación neurofisiológica en el alexitímico que no puede ser contrarrestada adecuadamente, lo que les imposibilita la traducción de esa actividad emocional (biológica) en sentimientos y fantasías que expresen la emoción.  Esta conceptualización de la Alexitimia como una forma de ceguera sentimental también ha sido comparada a los estados afectivos derivados de otros problemas neurológicos como lesiones orbitofrontales, aprosodia o anosognosia.


Hipótesis de la regulación afectiva

Taylor entiende la Alexitimia como una alteración de la regulación afectiva.  En dicha regulación serian tres los sistemas implicados: El cognitivo experiencial: dimensión psicológica del afecto, El conductual expresivo y El neurofisiológico: dimensión biológica del afecto.

La interrelación entre los tres sistemas haría que el cambio en uno de ellos, module la activación de los otros dos. Además de la activación entre sistemas, las interacciones sociales de un sujeto y su entorno pueden dar lugar a una regulación interpersonal de tipo positivo o perturbador.

Goleman (1995) introdujo el término de inteligencia emocional para referirse a las habilidades cognitivas necesarias para el control y autorregulación emocional. La capacidad de ser consciente de las emociones propias, de entender las de los demás, la empatía serían las habilidades deficitarias en las personas alexitímicas.

Desde este modelo, se entiende la Alexitimia como el fracaso de la autorregulación afectiva en términos de habilidades cognitivas.


Hipótesis Psicodinámicas

Por otro lado, están las hipótesis psicodinámicas, las cuales estudian la Alexitimia como un mecanismo de defensa o como un déficit en la organización psíquica (Toscano, 1998).

Los autores que han abordado psicodinámicamente el fenómeno de la Alexitimia coinciden en señalar que su génesis se puede localizar en la historia evolutiva del niño, durante la temprana infancia y, más concretamente, en las vicisitudes de la relación madre-bebé. El bebé, incapaz de hablar o de organizar sus experiencias emocionales es, por definición y, a causa de su inmadurez, alexitímico; depende de otra persona que maneje por él sus estados emocionales y les dé un nombre (Sivak y Wiater, 1997).

Krystal (1979), atribuye la Alexitimia a una detención en el desarrollo del afecto por un trauma psíquico infantil o por una regresión después de una catástrofe traumática en la vida adulta. Este autor, plantea también, que la aparente negación de afectividad no se limita a los afectos dolorosos, sino que también, las personas alexitímicas presentan una incapacidad para experimentar satisfacción y placer, denominada anhedonia (Otero, 2000).

Krystal (1978, 1979, 1997) establece una diferencia entre la “desomatización”, proceso de desarrollo en el que las energías son controladas cada vez más por medios psíquicos, y la “resomatización”, que constituye el proceso regresivo inverso. En su teoría sobre el desarrollo genético del afecto describe la transformación de las emociones infantiles a las adultas como una secuencia epigenética de naturaleza dimensional representada por la capacidad de diferenciar las emociones entre sí, la posibilidad de verbalizarlas y, consecuentemente, la progresiva desomatización de las mismas.

Para McDougal (1982), la Alexitimia es un modo defensivo de la estructura psíquica frente a los acontecimientos con valor traumático para el aparato psíquico. Para esta autora, la Alexitimia surge por disturbios en la relación madre-hijo y es una defensa frente a primitivos terrores, por lo que aparecen así la somatización, las adicciones o las conductas sexuales inapropiadas (Sivak y Wiater, 1997).

Lane y Schwartz (1987) plantean una secuencia de cinco niveles de concienciación emocional que van desde un primer nivel en el que sólo existe una vaga conciencia de sensaciones corporales indiferenciadas hasta un nivel que incluye el conocimiento de los complejos matices y combinaciones de sentimientos, incluyendo la capacidad para apreciar la experiencia emocional de otros. A partir de un estado indiferenciado, la maduración permite al niño expresarse en varias direcciones, al mismo tiempo que el aparato mental se organiza.

Otras investigaciones psicoanalíticas actuales Kleinberg (1996); Krystal (1997); Kooiman (1998) y Parker (1998), destacan de la misma manera la fuerte asociación entre mecanismos de defensa primitivos y características alexitímicas. Se señala que el estilo defensivo de estos pacientes es inadaptado e inmaduro y que su origen podría encontrarse en fallas tempranas en la relación madre bebé que impiden el desarrollo de la capacidad emocional en el niño. No obstante, no es fácil comprobar y determinar con claridad esta hipótesis etiológica (Otero, 2000).


Teorías psicométricas
Partiendo de la definición de la Alexitimia como una incapacidad para leer y expresar emociones, algunos autores hipotetizan una inteligencia verbal inferiores en los sujetos alexitímicos. Otros autores creen que el déficit se situaría en el estilo comunicacional, de dichos pacientes.

Actualmente no se han alcanzado resultados concluyentes en este aspecto, ya que en grupos de pacientes alexitímicos las puntuaciones en inteligencia verbal eran menores de los pacientes no alexitímicos, pero sin alcanzar diferencias estadísticamente significativas

Hipótesis Socioculturales

Por último está la hipótesis sociocultural, la cual señala, a la Alexitimia como resultante de un proceso social y cultural. Las emociones existen en todas las culturas, pero no en todas las culturas se remite a sentimientos intrapsíquicos para entenderlas (Lumley, Ovies, Stettner, Wehmer y Lakey, 1996).

Además de los factores intrapsíquicos y neurofisiológicos, los estilos de comunicación están mediados por factores socioculturales y modelos de comunicación familiar como también del aprendizaje social. Partiendo de esta idea, un ambiente familiar o social determinado puede tener una influencia negativa en la capacidad para verbalizar emociones y asociarlas con fantasías y sentimientos, y conducir a la aparición de características alexitímicas (Fernández, 1999).

Los autores que defienden esta hipótesis estudian las diferencias transculturales y demográficas, destacando la repercusión del aprendizaje social en el comportamiento alexitímico (Otero, 1999).

Fernández, Carrera, Sánchez y Páez (2001), señalan que, ciertas actitudes culturales de identidad étnica, conllevan una disminución de la comunicación emocional; esta característica propia del síndrome alexitímico se ha encontrado entre mujeres afro-americanas y en culturas orientales (Fernández, Carrera, Sánchez y Páez, 2001).

Kirmayer (1987), planteó que la Alexitimia es el resultado de un proceso sociocultural. Aun cuando las emociones existen en todas las culturas, no todas ellas remiten a sensaciones o sentimientos intrapsíquicos para entenderlas, sino que algunas culturas pueden valorizar las manifestaciones corporales (Pies y Keast, 2002). Al respecto, Casullo (1990), señaló que, lo que estaríamos evaluando al referirnos a la Alexitimia, es el hecho de que ciertas personas, según sus experiencias de socialización e identificación con determinados modelos sociales, han aprendido a evitar hablar de lo que sienten, en especial frente a alguien ajeno al grupo primario de pertenencia (Páez, Fernández y Mayordomo, 2000).

Casullo referido por Sivak y Wiater (1997), declara que la Alexitimia puede expresar un conflicto intrapsíquico importante o también un patrón aprendido por el individuo en su calidad de actor social y participante cultural.

Páez, Fernández y Mayordomo hacia el 2000, declaran que una de las variables relacionadas con el constructo Alexitimia es la cultura, concibiéndose esta como un conjunto de conocimientos denotativos: lo que es o creencia; connotativos: lo que debería ser o actitudes, normas y valores; y pragmáticos: cómo se actúa o roles procedimentales, compartidos por un grupo de individuos que presentan una historia común y que participan en una misma estructura social.

Parece que ciertas actitudes culturales de identidad racial conllevan una disminución de la comunicación emocional; esta característica propia del síndrome alexitímico se ha encontrado entre mujeres afro-americanas (Dinsmore y Mallinckrodt, 1996) y en culturas orientales (Kleinman, 1976; Lin, 1980; Dion, 1996). En culturas orientales esto no es un uso común y aceptado, siendo el malestar psíquico expresado por la vía de la somatización o mediante una intelectualización excesiva. Es así que culturas como la japonesa, la china y la coreana suelen darle menor importancia a la expresión y comunicación de los afectos; incluso prohíben la comunicación de ellos fuera del grupo más cercano de pertenencia. Además, parece ser que sectores marginales y pobres de las sociedades occidentales también manifiestan un pobre uso de adjetivos, adverbios y, en general, de palabras que designen sentimientos. Según Lin (1980), los chinos se esfuerzan por evitar el exceso de emociones y ajustarse en la medida de lo posible a las convenciones sociales; el aspecto más relevante de su medicina tradicional es la indiferenciación entre las funciones fisiológicas y psicológicas.

Algunas de las conclusiones generales que pueden extraerse de los estudios que comparan diferentes culturas indican, por ejemplo, que en la cultura occidental se da un valor importante a la posibilidad de expresar verbalmente las emociones, siendo un signo de salud y madurez. La gente de los países desarrollados muestra una mayor diferenciación de los estados emocionales que la gente de los países en desarrollo. En contraste, en culturas orientales esto no es un uso común y aceptado, siendo el malestar psíquico expresado por la vía de la somatización o mediante una intelectualización excesiva (Dion, 1996).

Páez, Fernández y Mayordomo (2000), intentan explicar la existencia de culturas alexitímicas, siguiendo a Níkeles y Levinson, llegaron a las siguientes conclusiones:
- La diferenciación entre los síntomas físicos y los sentimientos en general no se hallan presentes en culturas no occidentales. Para algunos autores la cultura China tradicional se caracteriza por presentar la primera faceta de la Alexitimia, evidenciando una expresión somática de las emociones así como una baja elaboración intrapsíquica de ellas. Cuando las culturas se van convirtiendo en individualistas, la expresión emocional evoluciona, a través de una combinación de experiencias corporales y psicológicas, hacia un lenguaje afectivo en el cual las personas expresan y viven síntomas psicológicos altamente diferenciados.
- El individualismo, la baja distancia jerárquica, la feminidad cultural y, en el ámbito interpersonal, la subcultura del género femenino se ha asociado con una mayor expresión verbal de las emociones, así mismo, se halló que los hombres socializados dentro de una subcultura masculina manifiestan un mayor déficit de expresión verbal de las emociones y un mayor pensamiento orientado hacia lo externo.
- El colectivismo y la expresión verbal escasamente elaborados de las emociones no son exclusivas de las culturas asiáticas sino que, además, son características compartidas en las clases populares de ciertas culturas occidentales.
- Tanto los años de aprendizaje así como el acceso a la educación superior brindan al individuo el vocabulario necesario para expresarse psicológicamente y referirse mejor sobre sus emociones.
- El hecho de hablar de uno mismo francamente es más valorado en las culturas individualistas que aquellas colectivistas, ya que las primeras enfatizan y valoran los sentimientos internos. Los atributos internos e individuales forman la base de la identidad, promoviendo o impulsando la introspección y se aprecia la comunicación verbal de los estados internos, tal como las experiencias emocionales íntimas.
- Las emociones, en diversas culturas colectivistas, no sirven para conseguir propósitos sociales ni tampoco para legitimar el orden social. En las culturas denominadas individualistas, el hablar, revelar y compartir las emociones con los demás permite contar con información relevante y determinar el grado de intimidad y de confianza en la que se establecerá una relación, mientras que en las culturas colectivistas el conocer la historia y los sentimientos personales de los demás no orientan la interacción, debido a que el status, la afiliación y las normas contextuales con los que se determinan el fin y sentido de una relación.
- En consideración con la distancia jerárquica, cuando es alta, los individuos pueden ser poco expresivos emocionalmente, ya que la expresión verbal intensa de la afectividad, en especial negativa, implica falta de consideración.
- La distancia al poder se relaciona, además, con la baja intensidad de las emociones, en otras palabras, no sólo se piensa en la idea de expresar abiertamente la emoción que sería rechazada, sino que también las personas de culturas de alta distancia jerárquica refieren experimentar de forma menos intensa, privada y subjetivamente.
- La masculinidad cultural suele asociarse a ciertos rasgos de la Alexitimia como una pobre expresión verbal de las emociones, así como, reacciones psicológicas menos marcadas y malestar afectivo, pero logrando detectar los cambios fisiológicos de manera más acertada en contraste con las mujeres, quienes presentan déficits para identificar sus estados internos. Otra diferencia con las mujeres radica en el predominio en roles de cuidadoras y la valoración de las relaciones hacen que estas se orienten hacia los indicadores contextuales e interpersonales de las emociones.
- Respecto a las dificultades para hablar y describir los sentimientos, la mujer es más expresiva públicamente que el hombre. Las mujeres culturalmente han aprendido a apreciar más el hecho de compartir o hablar sobre las emociones, mientras, que los hombres se sienten preocupados a la hora de manifestar o exponer sus debilidades.

Tipos de Alexitimia

Sifneos postuló, en 1988, dos tipos de Alexitimia: primaria y secundaria.

La Alexitimia primaria, de origen predominantemente biológico, es “...un defecto estructural neuroanatómico o una deficiencia neurobiológica en la forma de anormalidades, debidas a factores hereditarios, que interrumpen la comunicación entre el sistema límbico y el neocortex”, y agrega que la especialización de los hemisferios cerebrales también juega un papel importante en la Alexitimia primaria, cuando hay una inadecuada comunicación entre el hemisferio izquierdo que se encarga de la elaboración y expresión del lenguaje articulado y el hemisferio derecho que modula las emociones y le proporciona al lenguaje los aspectos prosódicos de entonación, coloratura, cadencia y melodía.

De hecho TenHouten y colaboradores (1988), demostraron que pacientes con disección del cuerpo calloso tienen dificultades de simbolización al contemplar una película con tema sugestivo de muerte, esto se correlaciona con el registro electroencefalográfico en el que aparece una intensidad mayor de ritmo alfa en el lóbulo temporal derecho, sugiriendo una pobre comprensión del film; una posible deficiencia de lenguaje interno, por la abundancia de ritmo alfa en lóbulos frontal y temporal izquierdos, asociado a desincronización en el lóbulo parietal izquierdo, y mayor coherencia entre los lóbulos frontal derecho y parietal izquierdo y frontal izquierdo y parietal izquierdo con respecto a los controles, sugieren inhibición interhemisférica de la expresión verbal. Cabe señalar que los sujetos con seccionamiento del cuerpo calloso cumplieron con los criterios para el diagnóstico de Alexitimia.

La Alexitimia secundaria se origina por situaciones traumáticas en periodos críticos del desarrollo en la infancia, por traumas masivos en la edad adulta, por ejemplo estar en campos de concentración o pasar por experiencias de guerra, ser víctima de secuestros, etcétera.

Freyberger introdujo el término Alexitimia secundaria a partir de la observación de características alexitímicas en pacientes con cáncer, en trasplantados renales y en enfermos ingresados en unidades de cuidados intensivos. Durante sus procesos de enfermedad, los pacientes limitan la capacidad de introspección y reflexión, incrementan la atención sobre los aspectos médicos y tienen mayor dificultad para diferenciar y verbalizar apropiadamente los sentimientos. En general, sufren un deterioro de las funciones cognitivas y afectivas. Hemos visto que este fenómeno ha sido observado igualmente en otros pacientes con enfermedades físicas.

Este funcionamiento obedece a un factor de protección contra el significado emocional de la grave enfermedad, un mecanismo de defensa construido por el paciente que se confronta así a esta experiencia. Krystal, superviviente que ha dedicado su vida profesional a las víctimas de la persecución nazi, afirma que, gracias al mecanismo de defensa de la Alexitimia secundaria, pudieron sobrevivir psicológicamente al sadismo de los opresores. También se ha estudiado la correlación de Alexitimia con algunos trastornos tanto somáticos como mentales. Son ejemplos de los principales trabajos sobre esta forma de Alexitimia los realizados en Japón por Fukunishi y colaboradores (1994), quienes estudiaron la presencia de Alexitimia en pacientes con infarto de miocardio, encontrando que los casos agudos mostraron índices mayores de Alexitimia que los pacientes con infarto antiguo, lo que se puede interpretar como la utilización de mecanismos de afrontamiento como la negación para minimizar la percepción amenazante.

Los dos tipos de Alexitimia se distinguen en que: la Alexitimia primaria es el resultado del bloqueo temprano en el desarrollo afectivo del niño y tendría un significado etiológico de predisposición personal cognitivo-afectiva, mientras que la Alexitimia secundaria es una reacción transitoria específica que acompaña o permanece tras una situación de enfermedad orgánica, un traumatismo importante o determinadas situaciones de conflicto en cualquier sujeto, que puede desaparecer cuando la situación remite (Alexitimia secundaria aguda) o puede ser un estado permanente en pacientes cuya enfermedad o cuyo traumatismo tiende hacia un desarrollo crónico (Alexitimia secundaria crónica).

Para los autores que defienden esta distinción, la Alexitimia no es un fenómeno de todo o nada, sino que todo el mundo puede tener posibilidades de cambiar a veces a un estilo comunicativo menos simbólico. Cualquier individuo podría reaccionar en determinadas situaciones de un modo alexitímico o convertirse en alexitímico tras experiencias de extrema tensión. Sin embargo, algunos individuos lo manifiestan como una característica predominante y otros como una manifestación pasajera.

Aunque los dos tipos de Alexitimia pueden ser clínicamente indistinguibles, las historias psicológicas de quienes lo padecen (con sus acontecimientos recientes y remotos) podrían ayudar a diferenciarlas. Esta división puede colaborar para resolver el debate sobre si la Alexitimia representa una modalidad defensiva necesaria para afrontar las situaciones de conflicto o es el resultado de algún déficit estructural interno.

El catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Dr. Francisco Alonso-Fernández (Citado por Coronado, 2007). Señala que puede hablarse de dos tipos de pacientes con Alexitimia: "los que ni sienten ni expresan, y los que sienten pero no expresan". En ambos casos comparten los mismos rasgos que un paciente con depresión, pero en el alexitímico serán más acentuados:  Anhedonia (incapacidad para experimentar placer), Ausencia de apetito sexual, Conformismo, Desplazamientos rígidos y lentos, Dificultad para establecer vínculos afectivos, Falta de energía, Impulsividad, Incapacidad para reconocer los estados emocionales ajenos, Nula comunicación; se muestran serios y aburridos, Poca o nula actividad imaginativa, de fantasía o sueños, Tendencia a establecer relaciones interpersonales estereotipadas, ya sea de dependencia o de aislamiento, Visión poco clara de la realidad.

De hecho, una de las claves para detectar que una persona puede presentar el cuadro de Alexitimia es la cantidad de problemas físicos que padece (herpes, eccemas, dolores de cabeza, fibromialgia), dolores para los que ningún especialista encuentra la respuesta y que suelen responder a la ansiedad que provoca el hecho de tener enterradas las emociones, a las que dan salida mediante estas dolencias. (Álvarez, 2008 citado por Mercado, S., García, C., Corrales, M. y Serrano, M., 2008).

Epidemiología de la Alexitimia

No existen prácticamente investigaciones sobre la tasa de prevalencia de la Alexitimia en la población general. Estudios como el realizado por Blanchard, Arena y Pallmeyer (1981) y Shipko (1982), realizados con poblaciones estudiantiles, obtienen tasas que fluctúan entre el 8% y 10%.

Keltikangas-Järvinen (1985) encuentra que los hombres son más alexitímicos que las mujeres en un grupo de psicosomáticos, pero no en un grupo control. Shipko (1982) obtiene los siguientes resultados: un 1’8 % de mujeres y un 8 % de varones (población estudiantil) son alexitímicos. Smith (1983), Dion (1996) y Fischer y Good (1997) afirman que los hombres puntúan significativamente más alto en alexitimia. Otros estudios realizados con población psicosomática indican que no existen diferencias entre sexos (Sifneos, 1973; Pierloot y Vinck, 1977; Mendelson, 1982; Sriram y cols., 1987).     Por último, en la variable edad, Kleiger y Jones (1980) encuentran una relación positivamente alta con el nivel de alexitimia. Sin embargo, otros estudios (Lolas y cols., 1980; Smith, 1983; Sriram y cols., 1987; Fukunishi y cols., 1997) no encuentran esta relación.

Se ha encontrado una mayor incidencia de la Alexitimia en personas que pertenecen a un nivel socio-económico bajo y con un nivel intelectual también por debajo de la norma (Cerezo y col. 1988). La edad constituye también un elemento importante a considerar, dado que los individuos de mayor edad obtienen puntuaciones más elevadas en las escalas de Alexitimia. La explicación puede radicar en que, a medida que el sujeto avanza en edad, se produce una reducción de la expresión espontánea, así como una acentuación del anclaje en la realidad inmediata que esto conlleva (Páez y Velasco, 1993).

Se ha podido determinar un incremento de las tasas de prevalencia en determinadas poblaciones. Se ha encontrado un aumento de la prevalencia de Alexitimia entre los pacientes en tratamiento por trastornos psicosomáticos. Así, en este tipo de pacientes se dan tasas de prevalencia que fluctúan del 25 al 50% (Cerezo y col. 1988).

Evaluación de la Alexitimia

El desarrollo de instrumentos de evaluación válidos y confiables ha permitido avances en la investigación sobre la alexitimia, aunque desde la aparición de este constructo, han existido investigaciones que intentan relacionar la Alexitimia con diversos trastornos médicos y psiquiátricos, cabe reconocer que la calidad de estas investigaciones se ha visto comprometida con frecuencia por la ausencia de procedimientos de evaluación válidos y fiables (Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000).

El Beth Israel Hospital Questionnaire (BIQ), desarrollado por Sifneos en su primera versión no presentó un adecuado registro de la alexitimia debido a que la posibilidad de obtener respuestas de contenido emocional variaba de acuerdo de la experiencia del observador, planteándose una segunda versión con un mayor acuerdo entre los investigadores (Sivak y Wiater, 1997 y Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000).

Fernández-Montalvo y Yarnoz, hacia 1994, señalan que la Escala de Personalidad de Schalling-Sifneos (SSPS), registra el funcionamiento cognitivo-emocional del individuo, de manera breve y evitando contaminaciones socio-culturales.

La Escala de Alexitimia del MMPI (MMPI-AS), ha sido criticada debido a que no correlacionan las medidas de capacidad de expresión verbal de las emociones, ni las medidas de capacidad de imaginación, consideraciones importantes en la evaluación de la alexitimia. La Escala del MMPI de Shipko y Noviello, pese a ser una escala breve, presenta correlaciones negativas con el MMPI-AS cuestionando así su validez como medida de la alexitimia (Fernández-Montalvo y Yarnoz, 1994).

El APRQ, Alexitimia Provoked Response Questionnaire, fue diseñado por la necesidad de contar con una entrevista estructurada y estandarizada que permita minimizar los efectos de los sesgos introducidos por el evaluador en los resultados de la evaluación clínica, se halla cuestionado su uso en la investigación y la práctica clínica (Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000).

Entre los test proyectivos se ha utilizado algunas de las formas del Test de Apercepción Temática (TAT), las que evaluaban la capacidad del individuo de fantasear y expresar emociones (Fernández-Montalvo y Yarnoz, 1994).

El Rorschach mediante el sistema Exner, luego de ser sometido a estudios centrados en la función discriminativa de la alexitimia resultó siendo fiable y válido para la evaluación del constructo de alexitimia (Moral de la Rubia, 2000).

El instrumento mayormente utilizado para evaluar la función simbólica y la capacidad para crear fantasías en sujetos alexitímicos es el Test Arquetípico de los Nueve Elementos (SAT-9), pese a no disponer de suficiente correlato empírico que recomiende su uso (Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000 y Moral de la Rubia y Retamales, 2002).

La Escala de Alexitimia de Toronto (TAS), creada por Taylor, Ryan y Bagby en 1985, (citados por Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000), fue diseñada para evaluar diversas áreas referidas a este constructo, siendo estas: la dificultad para describir sentimientos; dificultad para distinguir entre sentimientos y las sensaciones corporales que acompañan a los estados de activación emocional; ausencia de introspección; conformismo social y la pobreza de vida fantasiosa y fracaso en el recuerdo de los sueños. Tras los estudios psicométricos, se eliminó la escala referida al recuerdo de sueños y ausencia de usar la acción en vez de la reflexión, constando la escala finalmente con 26 ítems, en un formato de respuesta tipo Likert de 5 reactivos.

Se realizó una adaptación de la TAS al español ejecutado por Casullo, Sivak, Maristany y Wiater (referidas por Sivak y Wiater, 1997), concluyendo en la Escala de Alexitimia UBA, la que agrupaba 26 ítems desarrollados a partir de las adaptaciones de la TAS, con tres opciones de respuesta.

La Escala de Alexitimia de Toronto Revisada (TAS-R), presenta como perfeccionamiento la ausencia de ítems que reflejen ensoñación diaria u otro tipo de actividad imaginativa; y, por el contrario, incluye un mayor número de ítems referidos al pensamiento orientado a lo externo.

Una nueva revisión de esta escala es el TAS-20, que consta de 20 ítems, cuya consistencia interna es superior a las versiones anteriores y que presenta una estructura factorial más estable, correlacionando los tres factores de forma esperada, lo que la convierte en un considerable apoyo en la validez del constructo de la alexitimia ya que diversos estudios demuestran una fiabilidad transcultural aceptable (Páez et al. 1999, Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000, Moral de la Rubia y Retamales, 2000, Moral de la Rubia, 2005).

Comorbilidad: Alexitimia y otros trastornos

Sivak y Wiater realizan un recorrido sobre la relación entre alexitimia y diversas entidades clínicas

Depresión: En 1989, Heerlein, Lawer y Richter estudiaron a 21 pacientes internados con un diagnóstico de depresión unipolar endógena y 21 paciente s con depresión neurótica reactiva (criterio CIE 10) tras administrarle a ambos grupos el BIAQ, el primer grupo evidenció mayor nivel de alexitimia que el grupo con depresión neurótica.

Parker y Taylor (1991) administraron a muestras de estudiantes universitarios y de pacientes psiquiátricos ambulatorios el BDI y el TAS. Determinaron que depresión y alexitimia eran dos constructos diferentes y separados.

Estudios posteriores, investigaron la estabilidad de la alexitimia en pacientes depresivos a través del TAS, los resultados sugirieron que la alexitimia era un constructor estable de la personalidad (Wisse y Mann, 1995)

Otros autores, han intentado aproximarse al estudio de la interrelación entre alexitimia, ansiedad y depresión. Para ello, emplearon como instrumentos de medida el Tas, el BDI y el STAI. Los resultados indicaron que la TAS evalúa dimensiones independientes, si bien las dificultades de identificar y comunicar sentimientos correlacionan positivamente con la depresión y ansiedad La evidencia empírica confirma que la alexitimia es un concepto multidimensional

Adicciones: En adicciones como toxicomanías, alcoholismo y actividad sexual compulsiva, se han observado niveles significativos de alexitimia.

Taylor (1984) observó que el 50% de los pacientes con diagnóstico de toxicomanía eran alexitímicos. Presentaban una fuerza del yo inferior, más quejas somáticas y ansiedad y menos comportamientos defensivos represivos. Esto llevo al autor a suponer que la alexitimia podría ser una condición que predispone a estas adicciones.

Haviland (1988) hallo que un 50 % de sujetos con abuso de sustancias puntúan alto en alexitimia.

En 1995, Mann lleva a cabo una investigación en la que, de nuevo, los sujetos adictos puntuaban más alto en alexitimia, empleando como medida la TAS y NEO Five Factory Inventory.

En 1995, Ziolowski, Gruss y Rybakowski, plantearon en si la alexitimia en pacientes alcohólicos resultaba un factor negativo para mantener la abstinencia. La muestra se compuso de 60 hombres en tratamiento ambulatorio por dependencia alcohólica en abstinencia. El 48% de los sujetos presentaba alexitimia tras administrarle la TAS. En personas con un corto periodo de abstinencia, la puntuación de la TAS era significativamente más alto que en sujetos con abstinencia superior a un año. Los resultados sugirieron una correlación negativa entre alexitimia y el mantenimiento de la abstinencia en hombre alcohólicos en tratamiento externo.

Trastornos somatoformes: Es uno de los campos en los que más se ha investigado dentro de la relación entre la alexitimia y psicopatología Barsky y Klerman (1983) plantearon que la limitada conciencia de los estados emocionales y las dificultades en el procesamiento cognitivo de los afectos que presentan los sujetos alexitímicos, favorecía la aparición estilo perceptivo y cognitivo que denominaron estilo somático amplificador; estaría muy presente en personas que presentan hipocondría e implicaría varios elementos (Barsky, 1992): 1) hipervigilancia corporal con aumento de la focalización atencional en las sensaciones corporales desagradables; 2) tendencia a seleccionar y centrarse en ciertas sensaciones infrecuentes; 3) propensión a valorar las sensaciones somáticas y viscerales como anómalas e indicadoras de enfermedad

Bach y Bach (1995) evaluaron a 30 pacientes con trastorno somatoforme (evaluado mediante el SCID) con dos medidas (pre-antes d iniciar el tratamiento- y post -dos años después). Los pacientes con trastornos somatoformes indiferenciados mostraron mayores niveles de Alexitimia antes del tratamiento (medido con la TAS) comparados con los que mostraron remisión de su trastorno somatoforme. Parece que el alto nivel de alexitimia predice la persistencia de la somatización, de forma independiente de otras variables sociodemográficas o psicopatológicas.

Trastornos de la conducta alimentaria: Laquatra y Clopton (1994) estudiaron las características de alexitimia en estudiantes mujeres con trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia y obesidad), Para ellos emplearon la TAS y el EDI (Eating Disorders Inventing) .Obtuvieron correlación entre las puntuaciones en ambas escalas.

Sifneos, Jimerson y Wolfe en 1994, evaluaron mediante el uso de la TAS a un grupo de pacientes no hospitalizadas con peso normal con bulimia nerviosa y otro grupo de mujeres voluntarias sanas. Las mujeres con bulimia obtuvieron mayor puntuación en la TAS, especialmente en el factor de déficit afectivo.

Troop, Schmidt y Trasure (1995), administraron la TAS a pacientes con anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, anorexia con un subtipo de bulimia y estudiantes. Tras el análisis factorial de los resultados, los tres grupos con trastornos de la conducta alimentaria fueron menos capaces de identificar sus sentimientos, y las pacientes con anorexia nerviosa tuvieron mayor disminución de fantasías y ensoñaciones que el grupo con bulimia y el de estudiantes.

En Canadá, Groot, Rodin y Olmsted (1995) evaluaron la alexitimia en mujeres diagnosticadas de bulimia nerviosa y su relación con el trastorno depresivo y los síntomas somáticos. Se plantearon como objetivo analizar si un programa de psicoterapia intensivo contribuía a reducir el nivel de alexitimia. Mediante las puntuaciones obtenidas en la TAS, encontraron que un amplio número de mujeres eran alexitímicas antes del tratamiento. (61,3 %) y después del mismo (32,2%) frente a un 5% del grupo control.

La reducción del número de episodios purgativos se asoció con una reducción significativa de la alexitimia. Se encontró además una correlación estadísticamente significativa entre la puntuación de la TAS, depresión y frecuencia de vómitos.

Otros trastornos: Wise y Mann (1995) estudiaron los síntomas somáticos en 100 pacientes psiquiátricos ambulatorios. Se observó una tendencia tener más quejas somáticas en los pacientes que eran más depresivos y alexitímicos.

Stanghellini y Ricca investigaron la relación entre alexitimia y esquizofrenia, centrándose en la relación entre las mayores puntuaciones en la TAS correlacionaban con la prevalencia de síntomas negativos sobre los positivos.   Encontraron que la dificultad en la capacidad lingüística y la Alexitimia tenían una relación relevante.

Bagby (1994) tomo una muestra de sujetos con diferente psicopatología: trastornos somatomorfos, trastornos de ansiedad, trastornos de personalidad, esquizofrenia y otras psicosis. Como conclusión general, hallaron que estos pacientes tenían un nivel de alexitimia mayor que grupos de sujetos adultos sanos y estudiantes.


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