sábado, 7 de marzo de 2015

El océano interior. Guía para la meditación Zen.

La segunda mitad del siglo XX ha sido testigo de la llegada de las tradiciones espirituales orientales a Occidente, entre ellas el Budismo Zen con su práctica básica, la meditación zazen. Actualmente se cuentan por centenares los centros de meditación zen en Estados Unidos, Canadá y Europa. También en España se observa un crecimiento progresivo de centros zen y de personas que lo practican. La práctica de la meditación zen está formando cada vez más parte de nuestras costumbres. Sin lugar a dudas, este hecho está siendo muy positivo y tendrá una influencia cada vez mayor en nuestra manera de ser y de percibir la realidad.

El jardín secreto
Nuestra mente es a menudo parecida a un océano agitado en el que continuamente se agitan las olas de su actividad incesante: emociones contradictorias, pensamientos variados, sensaciones, expectativas, etc. La sociedad de consumo que sufrimos dirige nuestra atención hacia la realidad externa, en pos de la adquisición de bienes y de información. La industria del deseo excita nuestras ansias mostrándonos una zanahoria ilusoria magníficamente presentada por las agencias de publicidad. De esta manera la noria de nuestros días va girando y girando, año tras año, al mismo tiempo que la serenidad interior y el verdadero estado de felicidad se alejan cada vez más de nosotros.
En contraste, nuestro mundo interno permanece en la sombra. Nuestra mente es también como un jardín secreto abandonado en el que las zarzas y las malas hierbas, -los pensamientos obsesivos, las emociones perturbadoras, etc.-, crecen por doquier. Resultado de ello es un estado mental y emocional confuso, agitado, en definitiva, insatisfactorio. Sentimos malestar pero no sabemos lo que nos pasa. "Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Por eso nos pasa lo que nos pasa", decía Ortega y Gasset. Para saber lo que nos pasa no tenemos más remedio que mirar dentro de nosotros mismos, comprendernos a nosotros mismos, hacernos íntimos con nosotros mismos, clarificar nuestras aspiraciones, simplificar nuestros deseos y encontrar el verdadero propósito de nuestra existencia. Esta es la mirada interna, el gran regalo que la meditación tiene reservado para cada uno de nosotros.

Generando calma mental
Zazen, la meditación zen, es una práctica espiritual muy antigua que fue actualizada y utilizada por el Buda Sakiamuni como vía de acceso a un estado existencial caracterizado por una profunda serenidad y una lucidez aguda, gracias a las cuales pudo realizar la verdadera naturaleza de la existencia y liberarse así de las falsas representaciones creadas por la mente ilusoria.
Veamos en qué consiste una sesión de zazen. La agitación mental viene dada por la dispersión (desenfoque) de la atención. Lo primero que tenemos que hacer al comenzar una sesión de zazen es, pues, calmar la agitación mediante la concentración (enfoque) de la atención. Para ello, en primer lugar, enfocamos la atención sobre la postura corporal. Creamos una base corporal sólida doblando las piernas en loto o en medio loto, de forma que las dos rodillas en contacto con el suelo y las nalgas en contacto con el zafu (cojín para zazen) formen una base estable sobre la que pueda erguirse el tronco. Estiramos bien la columna vertebral. Relajamos los hombros. La cabeza permanece justo sobre los hombros, sin inclinarse hacia delante, detrás, izquierda o derecha. Dejamos caer los brazos a lo largo del cuerpo y disponemos la mano izquierda sobre la mano derecha, ambas pegadas al bajo vientre.
Una vez que nos hemos cerciorado de que la postura corporal es correcta y equilibrada, enfocamos la atención sobre la respiración. Enfocar la respiración sobre la respiración no quiere decir "controlar" la respiración. La respiración no necesita ser controlada. Sucede por ella misma. La inspiración sucede a la espiración y ésta a la inspiración siguiendo un ciclo natural en el que la voluntad de manipular sobra. Simplemente permanece atento a la respiración como si tu atención fuera un corcho que flota sobre las olas de la inspiración y de la espiración. Eso sí, no dejes que tu atención sea atraída por nada que no sea la respiración. No luches contra las distracciones. Simplemente enfócate con determinación sobre la respiración. De esta forma, naturalmente, automáticamente, inconscientemente, tu actividad mental se calmará.

Nadando en las aguas cristalinas
Cuando la superficie del agua de la mente está agitada es imposible observar el fondo. Todo se vuelve confuso. Sin embargo, cuando la superficie se ha calmado entonces puedes observar claramente el fondo y sus contenidos.
Una vez que sientas que tu mente se ha aquietado gracias a la concentración sobre la respiración, puedes abrir el campo de la atención gracias a la observación. Los principiantes deben ser muy cautelosos a la hora de pasar a la observación y deben asegurarse de que el nivel de concentración, o quietud, no sufre mengua.
Puedes enfocar tu atención sobre las sensaciones: corporales, visuales, auditivas, gustativas, olfativas y tomar conciencia (observar) de cada una de ellas. Aquí debes tener mucho cuidado. ¿Por qué? Por lo general, la mente tenderá automáticamente a catalogar las sensaciones como agradables, desagradables y neutras. Las sensaciones agradables generarán automáticamente una actitud emocional de apego, las desagradables de rechazo y las neutras de indiferencias. Cuando una ola se levanta, otras muchas la siguen inmediatamente y de esta forma puedes encontrarte de pronto en un mar agitado, zarandeado por las olas del apego y del rechazo.
La observación sólo puede tener lugar desde la ecuanimidad de la concentración. Si sientes que estás perdiendo la ecuanimidad, debes abandonar inmediatamente la observación y volver a enfocar tu atención sólo en la respiración, de forma que la concentración y la quietud que la acompañan sean reforzadas.
La concentración (ecuanimidad) es el submarino mono-plaza que proporciona la protección necesaria para explorar (observar) la riquísima fauna y flora de nuestra conciencia, sin peligros.

Observando el color de las lentes
Si tu concentración es notable y durante un espacio de tiempo aceptable has estado explorando la riqueza de la actividad sensorial de tu mente, puedes dar un paso más y enfocar tu atención en tus actitudes emocionales. La amplia gama de emociones que los seres humanos somos capaces de experimentar tiene tres raíces principales: el rechazo y toda su familia (aversión, odio, antipatía, malevolencia, etc.); el apego y toda su familia (aferramiento, simpatía, identificación, etc.) y la indiferencia y toda su familia (desinterés, etc.)Como se ha dicho ya, el rechazo suele acompañar a las sensaciones y pensamientos que la mente considera desagradables. El apego viene acompañando a las sensaciones y pensamientos considerados agradables y la indiferencia acompaña a las sensaciones y pensamientos considerados neutros.
Observar las actitudes emocionales a través de las cuales percibimos la realidad es una práctica sutil y difícil que necesita una cierta experiencia y un poder considerable de ecuanimidad. Se trata de tomar conciencia del color de las lentes a través de las cuales percibimos la realidad y, en la mayoría de los casos, una mente no entrenada es incapaz de discernir la realidad objetiva de su percepción subjetiva. Gracias a la práctica de la observación de las actitudes emocionales, la mente misma puede verse a sí misma con mayor objetividad y liberarse de las lentes coloreadas o, al menos, tomar conciencia del color (la deformación) a través del cual está percibiendo. Esta práctica genera una mayor ecuanimidad emocional y libera a la mente del penduleo extremo entre el apego ciego y el rechazo visceral.

Observando el observador
Si tu práctica de zazen evoluciona naturalmente a lo largo del tiempo, tarde o temprano te enfrentarás a la paradoja del observador observado. ¿Quién es el que observa? O mejor aún, ¿desde dónde parte la observación? Lo observado depende del punto de vista desde el que se observa. Según el punto desde el que parte la observación, la realidad observada será una u otra. En este nivel de zazen, puedes tomar conciencia de los contenidos mentales (programas, metaprogramas, sintaxis, etc.) o presupuestos inconscientes desde los que parten tu observación de la realidad que estás experimentando. Al tomar conciencia de ellos puedes darte cuenta al mismo tiempo hasta qué punto te sientes identificado (apegado) con ellos. Sí, gracias a una observación ecuánime, permites que esa identificación emocional se disuelva, esos metaprogramas cognitivos perderán consistencia y podrás liberarte de ellos. De esta forma, al cambiar los presupuestos de tu observación, una nueva realidad aparecerá ante tus ojos.
Una vez en este punto, ya no podemos decir a ciencia cierta si es el observador el que observa la realidad o es la realidad la que observa al observador. Como decía Alan Watts, te experimentas a ti mismo "como una abertura a través de la cual el universo se observa a sí mismo". En palabras de un maestro zen:
"Miro la flor
Y la flor se ve a sí misma a través de mí.
La flor me mira
Y me veo a mi mismo
A través de ella".

Más allá del observador y de lo observado
Tu conciencia (la conciencia que el mundo toma de sí mismo a través de ti) no es tuya. Carece de propietario. Su naturaleza es su propia luz, gracias a la cual la realidad es lo que es en cada momento. Si has llegado hasta aquí tu mente iluminada verá que las cosas son lo que son y las aceptarás plenamente tal y como son. Si no has llegado hasta aquí, las cosas son lo que son aunque no lo veas ni lo aceptes.

Luz y sombra
Si te has sentado en zazen buscando la luz del espíritu no te extrañes si te encuentras de frente con tus propias sombras, con los aspectos más recónditos de tu inconsciente que permanecen ocultos a tu propia conciencia ordinaria. Un viejo maestro zen dijo: "La luz existe en la oscuridad, no veas sólo oscuridad. La oscuridad existe en la luz, no veas sólo luz. Luz y oscuridad depende la una de la otra como el paso de la pierna izquierda depende del paso de la pierna derecha". La toma de consciencia de tu propia oscuridad y la aceptación de la misma son requisitos básicos para comenzar a poner un poco de luz en la sombra. De la misma manera que el reconocimiento de la propia ignorancia es el comienzo del camino hacia la sabiduría, el reconocimiento de la propia sombra es el comienzo del camino hacia la claridad. Cuida de no caer en actitudes extremas: no creas que por haber clarificado un par de cosas ya lo has clarificado todo, no creas que por qué has encontrado zonas oscuras, toda tu mente es oscuridad. La oscuridad existe gracias a la luz que la percibe. Como decía el maestro Kodo Sawaki: "La oscuridad de la sombra del pino depende de la claridad de la luna".

La guía y el guía
Esta guía para la meditación zen es como un pequeño mapa introductorio. No pienses que con él podrás iniciarte a la práctica de la meditación zen. Las instrucciones directas de un maestro zen son imprescindibles. La meditación zen es mucho más que una técnica de meditación y ni siquiera un grueso manual puede suplir la enseñanza directa de un maestro zen, de persona a persona, de corazón a corazón. El secreto de zazen no está tanto en la técnica como en la actitud (ética) con la que se practica.

Cuatro actitudes básicas
A la hora de abordar una sesión de zazen es importante cultivar cuatro actitudes básicas:

1. Actitud corporal. La posición corporal debe combinar dos aspectos: estabilidad y vigilia. La postura de zazen en loto o en semiloto es la que obtiene el mejor resultado de la relación estabilidad-vigilia. En cualquier caso, es fundamental que la postura te permita permanecer inmóvil y atento el mayor tiempo posible. A esto se le llama estabilidad.

2. Actitud emocional. No te apegues ni rechaces emocionalmente ningún contenido de los que aparecen en tu campo de conciencia. Acepta cada sensación, emoción o pensamiento tal y como es, sin elegir ni rechazar. Si aparece en ti el apego o el rechazo, toma conciencia de que el apego o el rechazo han surgido en ti y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le llama ecuanimidad.

3. Actitud mental. No tomes partido ni por ni contra nada, sea lo que sea. No juzgues tus propios sentimientos, sensaciones o pensamientos. No digas: "Esto está bien, esto está mal". Si aparecen juicios y valoraciones en tu mente, toma conciencia de los juicios y valoraciones que han surgido y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le llama objetividad.

4. Actitud espiritual. No huyas ni persigas nada, sea lo que sea. No quieras alcanzar nada ni liberarte de nada, sea lo que sea. Simplemente quédate ahí, observando, aceptando que cada cosa es lo que es en este momento. A esto se le llama apertura interior.

Efectos de la meditación zen
No emprendas la práctica de zazen buscando resultados inmediatos. La meditación no es una máquina expendedora de refrescos. Enfócate en el presente y olvida el pasado y el futuro. Si continuas practicando cada día con perseverancia, sus efectos irán apareciendo sutil y paulatinamente. Entre ellos cabe destacar:

Despertar. Las conciencias sensoriales se agudizan. El nivel de atención aumenta. La conciencia de los actos, palabras, pensamientos y sentimientos se vuelve clara. Esto hace que la mente en general pueda permanecer en un estado de despertar óptimo.

Integración. Se reduce la tensión generada por las contradicciones. Las parejas de opuestos (cuerpo-mente, yo-otros, bien-mal, amor-odio) comienzan a trabajar en sincronicidad armónica.

Integridad. La armonización de las contradicciones y el estado de despertar te ayudarán a sentirte íntegro y total en tus acciones, palabras y pensamientos. Eres lo que eres y en cada momento estás haciendo lo que estás haciendo, plenamente, con la totalidad de ti mismo.

Centramiento. La integridad contigo mismo y en ti mismo te permitirá permanecer en todo momento centrado en tu propio eje, tanto física como emocional y mentalmente. Aunque todo se mueva dentro de ti y/o a tu alrededor, sabrás encontrar el centro inmóvil y morar en él con calma.


Apertura. La firmeza interior generada por el profundo centramiento al que induce zazen te permitirá abrirte al mundo sin miedo y, al entrar en contacto con él, podrás tomar conciencia del dolor y del sufrimiento de los demás seres vivientes, así como de la gran oportunidad que es la vida humana.
Fuente; Artículo aparecido en la revista CUERPOMENTE. Abril 2000

Siete suposiciones erróneas que hace la gente con problemas de ira

Todos hemos sentido ira alguna vez en la vida, es probable que la hayamos experimentado en muchas ocasiones. La ira puede variar en intensidad y deberse tanto a factores internos como externos a una persona. También es cierto que todos tenemos formas diferentes de manejarla y que algunas formas son más saludables que otras.
La Dra. Marie Hartwell-Walker habla de 7 supuestos básicos que pueden formar parte del pensamiento de las personas que tienen problemas para manejar la ira; ella expresa que es muy importante que dichos supuestos sean trabajados para que los individuos afectados (tanto la persona en sí, como todos aquellos con quienes se relaciona) por esta problemática mejoren.
A continuación, el artículo de la Dra. Hartwell-Walker:
Supongo que tengo un problema de ira. Pierdo mi genio bastante rápido. Pero no es que mi esposa no haga cosas para molestarme.
Richard ha venido al tratamiento de mala gana, porque su esposa le puso una orden de restricción luego de su última pelea. El admite que perdió el control. Reconoce que quizás dijo cosas que no debería haber dicho. Pero también piensa que ella no debió haber hecho o dicho lo que dijo o hizo. “No puedo evitar enojarme cuando ella me provoca. No puedo dejar que se salga con la suya” dice el. Lo que Richard aún no entiende es esto: el temperamento no es algo que se pierde. Es algo que uno decide perder.
La rabia, los gritos, el llamar por algunos nombres, tirar cosas y amenazar con dañar es todo un gran engaño. Es el equivalente humano a la conducta animal. Desde el pez globo que se hincha para aparentar el doble de su tamaño y verse más intimidante hasta el león en la sabana que sacude su melena y ruge, criaturas que sienten posturas amenazadoras y amenazan con el objetivo de protegerse a ellos mismos y a su territorio. El alarde es frecuentemente, suficiente para que el predador o intruso se retire. Si no, la pelea -o huída- toma lugar.
 El temperamento no es algo que se pierde. Es algo que uno decide perder
Las personas que se enfurecen hacen lo mismo. Cuando se sienten amenazados adoptan estas posturas. Tiran todo control maduro y vociferan y se enfurecen como un niño de 2 años. Es impresionante. Da miedo. La gente muchas veces los deja “ganar” con tal de poder alejarse.
Pero, ¿están felices?  Usualmente no. Cuando hablo con los Richards del mundo, generalmente solo quieren que las cosas sean correctas. Quieren respeto. Quieren que sus niños y sus padres les den la autoridad que ellos creen merecer. Tristemente, sus tácticas fallan. Sin saber qué los apartó, niños, cónyuges, compañeros de trabajo y amigos se distancian y los dejan más y más solos.
Ayudar a alguien como Richard con “control de la ira” requiere más que ayudarlo a aprender cómo expresar la ira apropiadamente. Al darle habilidades prácticas éste asume más control del que probablemente pudiera mantener solo.
Las 7 suposiciones:
1. No pueden evitarlo
Las personas con problemas de ira tienen un montón de excusas. Las mujeres culparan al síndrome premenstrual. Ambos sexos lo atribuirán a su estrés, su cansancio o sus preocupaciones. Sin considerar que hay otras personas que pasan por el período premenstrual, se estresan, se cansan o se preocupan y no se lo agarran con el mundo. Las personas con problemas de ira todavía no comprenden que se están dando permiso para vociferar. En ese sentido, ellos tienen el control.
2. La única forma de expresar enojo es explotar
Estas personas creen que el enojo es como la acumulación de vapor en una máquina de vapor sobrecalentada. Piensan que deben quitar el vapor para estar bien. Cuando de hecho, airarse tiende a producir más de lo mismo.
3. La frustración es intolerable
Las personas enojadas no pueden sentarse con la frustración, la ansiedad o el miedo. Para ellos, tales sentimientos son señales de que están siendo desafiados. Cuando la vida no va como ellos quieren, cuando alguien no ve las cosas como ellos, cuando sus mejores planes se interrumpen o cometen un error, simplemente no pueden tolerarlo. Para ellos, es mejor reventar que quedarse con esos sentimientos. No entienden que la frustración es una parte normal de la vida de todos y que es, muchas veces, la fuente de la creatividad y la inspiración.
4. Es más importante ganar que tener razón
Crónicamente, los individuos con problemas de ira, suelen tener la idea de que su estatus está en juego cuando hay un conflicto. Cuando son cuestionados, lo toman demasiado personal. Si están perdiendo una discusión, experimentan pérdida de autoestima.  En ese momento, necesitan afirmar su autoridad aunque estén equivocados. Cuando es seguro que están equivocados, buscarán la forma de demostrar que la otra persona está más equivocada. Para las personas maduras, la autoestima está basada en ser capaz de poner el ego a un lado para encontrar la mejor solución.
5. “Respeto” significa que la gente hace las cosas a su manera
Cuando el compañero se rehúsa a seguir un plan, cuando un niño no salta cuando se le dice, sienten que se les falta el respeto. Para ellos, la falta de respeto es intolerable. Hacer mucho ruido y amenazar es su forma de reafirmar su derecho de ser “respetado” por otros. Tristemente, cuando la base del “respeto” es miedo, se paga un precio en lo que respecta a amor y cuidado.
6. La manera de hacer las cosas bien, es pelear
Algunas personas con problemas de ira han aprendido al pie de un maestro. Haber crecido con padres que pelean, es su “normalidad”. No tenían idea de cómo negociar diferencias o manejar conflictos excepto a través de este medio. Luego se convierten en una versión muy parecida al padre o la madre que detestaban y temían cuando eran niños.
7. Otras personas deberían entender que no era su intención decir o hacer lo que dijeron o hicieron cuando estaban enojados
Las personas con problema de ira sienten que su enfado les da derecho a perder el control. Después de todo, dicen ellos, solo estaban enojados. No comprenden que otras personas están legítimamente lastimadas, avergonzadas, humilladas o temerosas.
Como profesionales, nuestra tarea es ayudar al paciente a identificar cuáles de estas suposiciones están controlando sus arrebatos de ira (puede que aparezcan algunas que no se encuentran en esta lista y son únicas de una persona). Enseñarle estrategias para manejar la ira es muy importante, pero no es suficiente. Cambiando éstos supuestos lograremos que el paciente utilice las estrategias enseñadas, con convicción y confianza.

ACT o el camino hacia una vida valiosa

Una conversación importante
Ya hacía unos días había notado que mi hija menor no podía dejar de llorar cada vez que me sentaba a hablar con ella sobre algo que no me había gustado. Sin levantar la voz siquiera, ni gestos de desaprobación, pero ella respondía así. Pude notarlo, muy a mi pesar, ella me temía.  Cada vez que hablo de mis hijas tengo esa rara sensación de que las palabras adelgazan y no pueden abarcar lo que ellas significan para mí. Solo me sale esto, son mis cosas importantes.
¿Cómo es que no puedo (me animaría a decir que “no podemos” pero prefiero seguir hablando en primera persona) cuidar mis cosas importantes? ¿Cuáles son los obstáculos que acontecen en el camino hacia nuestras cosas más valiosas? ¿Cómo explicarle a María Pía lo que yo estaba sintiendo?
Cada vez que hablo de mis hijas tengo esa rara sensación de que las palabras adelgazan y no pueden abarcar lo que ellas significan para mí
Una mañana distinta, de esas donde el sol mira con ojos cómplices y el tiempo se dilata, salimos a caminar. Y decidimos conversar, pero no solo conversar esas charlas donde se llenan silencios, conversar como sólo nosotros dos sabemos.  Caminar en la vieja vía de trenes que pasa por detrás del consultorio. Los dos dispuestos a algo diferente, salimos a caminar, sintiendo el sol que acariciaba mi espalda de padre y su espalda de hija.
Pía, le dije, ¿sabes qué? Hace un tiempo que puedo notar que cuando te reto, o te digo algo que no me gusta te angustias y se te llenan los ojos de lágrimas. Y siento que una emoción que conozco aparece en tus ojitos, se llama miedo. Puede que no sea así hija, pero  creo que es una buena oportunidad para pedirte perdón, perdón porque sé que las emociones son el pasado que se hace presente, y sé muy bien que en el pasado fui un papá agresivo, loco, que gritaba y se enojaba de una forma que quizás no podías entender. Pero vos y tu hermana fueron y son la brújula que me permite querer ser diferente, y ser diferente aun cuando muchas de las emociones y los recuerdos que me angustiaban en esa época siguen estando. Pero hoy tengo un sentido, hoy sé que vale la pena mostrarme como soy con vos y decirte que te quiero, y que cada día de mi vida, me comprometo a hacer algo para ser el papá que quiero ser.
¨Soy el papá que siempre quise ser, porque puedo decirte esto, aún con lo doloroso que es para mí¨
Paré, suspiré y miré sus ojos de atardecer. Ella sólo suspiró y me dijo. “Siempre fuiste el mejor papá del mundo”.  Quizás era la frase que una parte mía, la que no le gusta sentir el intenso dolor y culpa por no haber podido cuidar de ella como se lo merecía necesitaba escuchar. Pero respondí: “No hija, no es así, pero puedo decir que hoy sí soy el papá que siempre quise ser, porque puedo decirte esto, aún con lo doloroso que es para mí”. Permanecimos en silencio el camino de regreso, y no me avergonzó saber que ella podía ver mis lágrimas, que no solo eran de culpa, sino también de orgullo.
Desde muy pequeño fui entrenado a evitar estos momentos, a temer a mi propio miedo y a mi propia vergüenza, a sepultar todo aquello que me generara miedo o culpa. Y durante toda la conversación estuve tentado a hacerlo. El camino a ser el papá que quiero ser no es fácil, implica dejar de lado años y años de aprendizaje donde había incorporado diversas reglas que me permitían asumir que “la tristeza es mala”, que “no es para tanto”, o que “papá nunca se equivoca, si se enoja por algo será”.  Durante años aprendí a agredir y aislarme, sólo para no hacer lugar a la tristeza, impotencia, frustración, y angustia con “olor a naftalina” que me acompaña desde niño. Y en esos vanos intentos solo logre alejarme de las cosas realmente importantes en mi vida, que incluyen ser un padre sincero, que pueda mostrarse vulnerable, que puedo decir “Perdón”
La difícil tarea de ser PAPACT
Hace ya algunos años que me dedico a la Terapia de Aceptación y Compromiso”, un enfoque donde el objetivo de la terapia es aceptar incondicionalmente lo que el momento presente aporta, aunque sea algo “negativo”. La aceptación del sufrimiento y el abandono de la lucha contra los síntomas no son tareas sencillas, ya que implica dejar de lado viejas certezas tales como “siempre que llovió paró”, “la tristeza es mala”, y “no es para tanto”. Sin embargo, muchos de nosotros sabemos por experiencia que hay lluvias que no paran, que la tristeza es un compañero fiel, y que a veces que otro nos valide y nos diga “la verdad que te entiendo: sí, es para tanto” puede ser, paradójicamente, muy terapéutico.
El objetivo de ACT es aceptar incondicionalmente lo que el momento presente aporta, aunque sea algo “negativo”
Sé muy bien lo que elegí para mi vida, y sé que hay otros puntos de vista. En algunos de estos la idea fundamental es que nuestras emociones, nuestras conductas e incluso muchas sensaciones (piénsese, por ejemplo, en un ataque de pánico), están determinados por la forma en la cual percibimos o interpretamos el mundo, y la tarea de la psicoterapia es la “reestructuración” o el “cambio” de formas desadaptativas de pensamiento. La búsqueda de una vida sin malestar se constituye, de esta forma, en una meta deseada y perseguida por la psicoterapia, en consonancia con los mensajes sociales de “una vida sin sufrimiento”.
La asunción básica de estos abordajes es que el aparato cognitivo (pensamientos, recuerdos, creencias) y las emociones que acompañan (eventos privados) son las causas últimas de la conducta y que, por tanto, el trabajo con el ser humano debería centrarse en este mundo interno, de modo que para que la persona pueda actuar positivamente se hace preciso trabajar con los eventos privados, adjudicándose un papel nuclear en la cadena determinante del comportamiento a las cogniciones, emociones y sentimientos cuando, según resultados de estudios experimentales actuales, los eventos privados, positivos o negativos, no causan comportamientos problemáticos sino que pueden ser relaciones arbitrarias entre conductas fomentadas desde el marco cultural. Estos enfoques dejan de lado, consciente o inconscientemente, la concepción que aborda el acto presente en el contexto histórico de la persona (Luciano, Páez Blarrina y Valdivia. 2006).
Quizás esto sea más claro si, sólo como un juego, volvemos a la charla anterior, pero desde este otro punto de vista:
Pía, le dije, sabes qué?. Hace un tiempo que puedo notar que cuando te reto, o te digo algo que no me gusta te angustias y se te llenan los ojos de lágrimas. Y siento que una emoción aparece en tus ojitos, y es una emoción que conozco, se llama miedo. Hija mía, ¿que evidencia tienes para que esa emoción esté presente? ¿Aun cuando sé que en el pasado pude haber sido agresivo, es así en el presente?  ¿Qué te parece si a partir de ahora cada vez que sientas ese miedo identificamos juntos que estás pensando para a partir de allí buscar evidencias para esos pensamientos?
El objetivo de la terapia es el abandono de la lucha contra los síntomas y en su lugar la reorientación de la vida
Mi forma de hacer terapia se la debo a ACT, una terapia de conducta que parte de una filosofía en la cual se prioriza la alianza terapéutica como base para un trabajo terapéutico eficaz y eficiente, y desde el cual se considera a la Psicoterapia como mucho más que un conjunto de técnicas aisladas.  El objetivo de la terapia es el abandono de la lucha contra los síntomas y en su lugar la reorientación de la vida. Se propone la aceptación y la reconstrucción del horizonte de la vida del paciente a partir de la aceptación del sufrimiento y la búsqueda de valores acordes a la las condiciones vitales de cada ser humano. Desde esta perspectiva, se considera a la flexibilidad como criterio de salud mental y se utiliza a la relación terapéutica como herramienta principal de cambio terapéutico.
Partiendo de la idea que de que es imposible no sufrir, desde ACT consideramos que existen dos tipos de sufrimiento, el limpio y el sucio. El sufrimiento limpio es el que la vida nos regala, inevitablemente. La vida es un mar de lágrimas donde cada una de las cosas que más queremos algún día las perderemos. El sufrimiento sucio es el producto de las operaciones verbales, o dicho más simplemente, de la mente.  Como explican Hayes, Strosahl y Wilson, (2003), el modelo psicopatológico de ACT parte de la idea de que el sufrimiento humano es en gran medida sufrimiento verbal. Así, el sufrimiento psicológico es el resultado de las operaciones lingüísticas en sí mismas y del excesivo uso de estas como medio de regulación conductual, el cual es reforzado por la comunidad verbal. Debilitar el impacto de estos contextos verbales sobre la conducta humana es uno de los principales objetivos de ACT.
El objetivo de estas psicoterapias está orientado a que la persona actúe con responsabilidad y disposición, a partir de la aceptación de los eventos privados que conlleve ese proceder.
Una conversación de cierre:
Ya un poco cansados de la caminata paramos en el consultorio a tomar un vaso de agua. Pía, en una actitud Zen de esas que ya conozco me mira fijamente y pregunta:
-Pa, ¿qué es lo que haces con los pacientes?
Intentando ser adulto le respondo;
- Hablo con ellos y compartimos momentos en los cuales estamos los dos muy presentes, y aprendemos a hacer lugar a las emociones y pensamientos que aparecen como parte de la vida, para así usar toda la fuerza que ponemos en esa lucha, para arriesgarnos a tener una vida más rica y llena de cosas importantes, aun cuando a veces duela un poco.
Pía, con cara de saber más que yo responde:
-O sea, amor, valentía y mucha atención

-Eso mismo hija, gracias por enseñarme
Por Fabián Olaz - dic 29, 2014