Desde
hace muchos años atrás, existía una inquietud con respecto a la comprensión del
ser humano como una totalidad, los griegos con su sabiduría nos señalaron el
camino, pasaron los siglos y el advenimiento de cambios y un nuevo orden social
permitieron que los conocimientos helénicos fuesen postergados, vetados,
despreciados o excluidos, negándosele el derecho de permanencia y difusión de
los conocimientos, ese oscurantismo que deviene de la Edad Media, dio paso
posteriormente con el Renacimiento, la búsqueda incesante de los métodos
científicos, mucho tiempo ha tenido que transcurrir, para entender ciertos
fenómenos que involucran la salud mental de las personas, ingresando al siglo
XX y con los grandes conocimientos que se heredan del siglo de las Luces, surge
la necesidad de explicarse determinados estados que involucran el quehacer de
la vida mental y afectiva de las personas, Freud y el Psicoanálisis, inician el
recorrido de explicarse ciertos trastornos mentales que denominó histerias y
que se explicaría en el contexto de la represión Victoriana de la época,
posteriormente surge la explicación psicosomática de ciertas dolencias que no
se podían explicar mejor sino por causa de desórdenes psicológicos o mentales
que se traducen por medio del propio cuerpo, a partir de ahí se empieza a
entender en algo o con meridiana claridad que muchas de las tribulaciones del
ser humano y que no se pueden expresar de manera abierta y directa encuentran
otros caminos para darse a conocer. La
Alexitimia es un constructo creado por Sifneos en la década del 70 y alude, en
principio, a la incapacidad para expresar verbalmente los afectos (Sivak &
Wiater, 1998). Este trastorno es considerado como un déficit en la función de
la fantasía, manifestado en una pobre conciencia emocional, dificultad para
expresar los sentimientos, ausencia de ensueños, sueños nocturnos con escaso
material simbólico y un estilo de pensamiento externamente orientado, sin
contacto con el mundo vivencial interno (Moral de la Rubia, J. 2005). Sin
embargo, coincidimos en que es más que eso; en la actualidad, existe consenso
en considerar que la Alexitimia es un constructo más bien multidimensional que
incluye un conjunto de características tales como: dificultad para identificar
y describir las distintas emociones; problemas para diferenciar los estados
emocionales de las sensaciones corporales; limitación del pensamiento simbólico
y un pensamiento operatorio, caracterizado por la tendencia a centrar la
atención en los aspectos externos de los sucesos dejando los aspectos internos
sin atender (Velasco, en: Páez & Casullo, Comp., 2000). Taylor y col.
(citado en Sivak & Wiater, 1998) incluyen, además, como característica
principal, la tendencia al conformismo social.
En
un principio, como ya hemos anunciado se tiene conocimiento que la Alexitimia
fue observada en pacientes con trastornos psicosomáticos (Fernández-Montalvo y
Yarnoz 1994), actualmente se la relaciona con las adicciones, los trastornos de
la conducta alimentaria, psicopatías y estrés postraumático, y constituye un
factor de vulnerabilidad somática. (Sivak, R. y Wiater, A.1997). Aunque también
se ha encontrado casos en población que no padece tales trastornos.
(Fernández-Montalvo y Yarnoz 1994).
La Alexitimia alude, en primer lugar, a la incapacidad para expresar
verbalmente los afectos (Sivak & Wiater, 1998). Este trastorno es
considerado como un déficit en la función de la fantasía, expresado en una
pobre conciencia emocional, dificultad para expresar los sentimientos, ausencia
de ensueños, sueños nocturnos con escaso material simbólico y un estilo de
pensamiento externamente orientado, sin contacto con el mundo vivencial interno
(Moral de la Rubia, J. 2005). Sin embargo, coincidimos en que es más que eso;
en la actualidad, existe consenso en considerar que la Alexitimia es un
constructo multidimensional que incluye un conjunto de características:
dificultad para identificar y describir las distintas emociones; problemas para
diferenciar los estados emocionales de las sensaciones corporales; limitación
del pensamiento simbólico y un pensamiento operatorio, caracterizado por la
tendencia a centrar la atención en los aspectos externos de los sucesos dejando
los aspectos internos sin atender (Velasco, en: Paéz & Casullo, comp.,
2000). Taylor y sus colaboradores (1988, citado en Sivak & Wiater, 1998)
incluyen, además, como característica principal, la tendencia al conformismo
social.
Inicialmente la Alexitimia fue observada en pacientes con trastornos
psicosomáticos (Fernández-Montalvo y Yarnoz 1994), actualmente se la relaciona
con las adicciones, los trastornos de la conducta alimentaria, psicopatías y
estrés postraumático, y constituye un factor de vulnerabilidad somática.
(Sivak, R. y Wiater, A.1997). Aunque también se ha encontrado casos en
población que no padece tales trastornos. (Fernández-Montalvo y Yarnoz 1994).
La Alexitimia, entonces, puede considerarse como factor iniciador y/o
mantenedor del trastorno, además de factor pronóstico en la evolución de
diversas enfermedades crónicas (Klieger y Kinsman, 1980).
La Alexitimia es el problema que padecen muchas personas que no pueden
expresar lo que sienten. Y aun peor: no son capaces siquiera de reconocer sus
sentimientos, los matices de la emoción. Lo que no logran decir en palabras,
recala en la mayoría de las veces en una búsqueda de vías de escape,
generalmente a través del cuerpo: desde úlceras y problemas respiratorios hasta
adicciones como el alcoholismo y trastornos de la alimentación.
La Alexitimia se presenta como una perturbación cognitivo-afectiva. En
otras palabras, una dificultad para lograr diferenciar las sensaciones
corporales de los sentimientos.
Orígenes y
Conceptualización de la Alexitimia
La palabra a-lexi-timia deriva del griego; significa etimológicamente
"ausencia de palabras para expresar las propias emociones, denotando una
dificultad para identificar y describir emociones, así como una vida de
fantasía interna empobrecida”
(Yárnoz; Fernández: 1994)";
Tal como lo sostienen Yarnoz y Fernández (1994) y Sivak (1997) el concepto de
Alexitimia fue introducido por Sifneos (1973) en su intento de crear un
constructo que explicara la relación entre las características
cognitivo-emocionales de un sujeto y la formación de síntomas en el mismo. Y
como propiamente lo describe Sivak (1997) existe una perturbación cognitiva en
las personas que no le permite expresarse ni diferenciar las sensaciones
corporales de afectos. (Sivak: 1997).
Las bases del concepto Alexitimia se encuentran en la corriente
psicoanalítica, con autores como Alexander, Dumbar y Ruesch, entre otros;
quienes observaron en los pacientes con enfermedades psicosomáticas una gran
dificultad para expresar los afectos verbalmente. Esta característica se
acompañaba de una coartación de la fantasía, dificultad para la expresión de
las emociones y tendencia a canalizar las tensiones a través de la vía corporal
(Otero, 1999). Richter (1943, citado por
Dumbar 1965) ya señalaba que al analizar las perturbaciones emocionales que se
presentaban en los niños, después de la infección de las vías respiratorias
superiores, ello guardaba relación con un tipo de personalidad que sucumbe a la
enfermedad, en todos los casos observados los niños eran dóciles, sumisos,
amedrentados por el autoritarismo, perfeccionistas en sus esfuerzos y
puntillosos en sus hábitos personales. Llega entonces a la conclusión de que
estos niños tenían dificultad de expresar adecuadamente sus pensamientos y
sentimientos innatos de hostilidad y agresión. (Dumbar, 1965)
Otro autor que se aproximó al concepto fue Ruesch (1948), que describe un
tipo de personalidad psicosomática que llamó “Personalidad Infantil”. Estos
sujetos, con una detención en el desarrollo, tenían dificultades para
establecer relaciones interpersonales, para la expresión verbal y simbólica de
los conflictos y para la integración de experiencias, por lo que se exponían
repetidamente a situaciones de frustración que no sabían manejar. La
consecuencia de la insuficiencia en sus capacidades era la restricción de la
fantasía, una conducta social hiperadaptada y la tendencia a canalizar las
tensiones por vía de los síntomas somáticos (Velasco, 2000). Años más tarde,
Friedman y Sweet (1951), hablaban de “Iletrados Emocionales” para caracterizar
a los pacientes psicosomáticos (Frawley y Smith, 2001).
Una década más tarde, los psicoanalistas franceses Marty y M’Uzan (1963),
observaron estos mismos aspectos e introdujeron el término “Pensamiento
Operatorio” para designar un estilo de funcionamiento mental, común en los
pacientes psicosomáticos, que se caracteriza por traducir la realidad de un
modo estereotipado, concreto, sin fantasía y afectivamente pobre. Estos sujetos
describían sus acciones, hechos o gestos tal y como se producían, pero sin
integrar ninguna connotación afectiva (Fernández y Yarnoz, 1994). Para estos
autores existe una relación directa entre el pensamiento operatorio y los
desórdenes psicosomáticos; estos últimos serían la consecuencia de una incapacidad
para elaborar las emociones y afectos a nivel cognitivo (Velasco, 2000).
El proceso de mentalización se construye gracias a que las representaciones
de cosas, que tienen una cualidad sensorio-perceptiva, a través del proceso
simbólico, se van organizando progresivamente en representaciones de palabras.
Estas permiten el acceso a la fantasía, la producción onírica y a los procesos
de reflexión interna. Si se dan fallas o insuficiencias en la adquisición de
representaciones de palabras ligadas con valores afectivos, se corre el riesgo
de que la vía somática aparezca de una manera patológica. (Lara, Sanchis y
Rodríguez 2008).
El síntoma psicosomático se interpreta como el resultado de las emociones
no expresadas que se manifiestan a través del lenguaje y simbolismo somático.
Si la emoción permanece silenciosa, ahogada, retenida, se revela entonces en
otra parte por un desplazamiento, más tarde por un efecto residual, una
explosión retardada, o aún por afecciones corporales a las que se atribuye la
simbología del cuerpo y de sus órganos.
Como ciencia, la medicina psicosomática se orienta a descubrir la
naturaleza precisa de la relación entre emociones y función corporal. Marty
encabeza la escuela psicosomática francesa la cual surge ante la dificultad
diagnóstica y terapéutica que les presentaban cierto grupo de pacientes que no
encuadraban en el marco de la conversión histérica ni de las neurosis actuales
y que presentaban alteraciones como cefaleas, raquialgias, alergias y asma. Así
dibujaron el perfil de un tipo particular de enfermos, "el
psicosomático", caracterizado por una "insuficiencia en la
mentalización" que le impide la expresión psíquica de sus conflictos. Al
hallarse privados de esta posibilidad, drenan en el cuerpo sus excedentes
excitatorios, no ya como modo de expresión, sino como producto del déficit
mismo. Esta insuficiencia en la mentalización de los conflictos, equivale a
decir que éstos dejan de ser psíquicos y poseer un sentido, transformándose en
algo somático, material, asimbólico, proceso denominado por los integrantes de
esta línea, somatización. Para que se produzca una somatización se postula un
esquema evolutivo en el cual se habrían producido determinadas fijaciones
somáticas que precedieron a las fijaciones mentales. En el extremo opuesto y
antagónico se halla el grado de mentalización del cual un sujeto es capaz, dado
que este proceso, ligado a lo representacional y significativo, supone un nivel
evolucionado que, como producto del desarrollo alcanzado, determinará la
expresión de los conflictos de un sujeto en el plano mental.
La Alexitimia es un trastorno en el procesamiento emocional caracterizado
por la dificultad para identificar y expresar emociones, así como una tendencia
a focalizar y amplificar las sensaciones somáticas que acompañan a la
activación emocional. Fue Sifneos como hemos señalado, quien propuso el término
Alexitimia (utilizándolo por primera vez en la 7° Conferencia Europea de
Investigación en Psicosomática, en Roma, el año 1967), la historia del concepto
se remonta a Freud en 1895 cuando establece las diferencias entre psiconeurosis
y neurosis actuales. Pasando por Ferenczi (1924), Ruesch (1948), McLean (1949),
Liberman (1959), Marty (1963), entre otros. Para Sifneos la Alexitimia hace
referencia a un tipo de paciente que
“dan la impresión de ser diferentes, seres extraños que provienen de un mundo
completamente distinto al nuestro, seres que viven en medio de una sociedad
gobernada por los sentimientos” (Goleman, 1996). En realidad, los alexitimicos
parecen carecer de todo tipo de sentimientos aunque el hecho es que, más que
hablar de una ausencia de sentimientos, habría que hablar de una incapacidad de
expresar las emociones. Los alexitímicos, por ejemplo, rara vez lloran pero,
cuando lo hacen, sus lágrimas suelen ser copiosas y se quedan desconcertados si
se les pregunta por el motivo de su llanto. Ése es precisamente el nudo del
problema. No es que los alexitímicos no
sientan, sino que son incapaces de saber y especialmente incapaces de poner en
palabras lo que sienten. Se trata de personas a decir de Goleman que carecen de
la habilidad fundamental de la inteligencia emocional, la conciencia de uno
mismo, el conocimiento de lo que están sintiendo en el mismo momento en que las
emociones bullen en su interior. Los alexitímicos ni siquiera tienen una idea
de lo que están sintiendo y, en este sentido, son un ejemplo que refuta
claramente la creencia de que todos sabemos cuáles son nuestros
sentimientos. Añade Goleman, cuando algo
o alguien les hacen sentir, se quedan tan conmovidos y perplejos, que tratan de
evitar esta situación a toda costa. Los sentimientos llegan a ellos, cuando lo
hacen, como un desconcertante manojo de tensiones y se sienten muy mal pero no
pueden decir exactamente qué tipo de mal es el que sienten.
La Alexitimia se define como una característica personal que consiste en
una discapacidad para describir verbalmente la experiencia emocional. Se ha
conceptuado por otra parte como una alteración cognitivo – afectivo, que afecta
al modo en que los individuos experimentan, expresan sus emociones y elaboran
sus imaginaciones y fantasías. Vassend, 1987 (Citado por Belloch, Sandín, y
Ramos, F. 1995).
Krystal (1979, 1986 citado en Sivak & Wiater, 1998) propone que si se
entiende la Alexitimia como un trastorno de la personalidad, se pueden
diferenciar tres áreas de trastornos: la cognitiva, la afectiva y la de las
relaciones interpersonales. En cuanto al aspecto cognitivo, los símbolos son
utilizados como signos -denotando una dificultad para simbolizar-; lo afectivo
se ve marcado por los actos impulsivos, la dificultad para diferenciar las
sensaciones corporales y para verbalizar las emociones; y, por último, las relaciones interpersonales se ven afectadas por
una alteración en la empatía.
Características
Clínicas
Los psicoanalistas fueron como ya lo hemos señalado quienes primero
advirtieron la existencia de este tipo de personas refractarias al tratamiento
porque no proporcionaban sentimientos, fantasías ni sueños de ningún tipo,
porque no aportaban, en suma, ninguna vida emocional interna acerca de la cual
hablar (Goleman, 1996).
En un principio las personas a quienes se identificó como alexitímicas
fueron pacientes que sufrían trastornos psicosomáticos, en el transcurso de los
años se le ha relacionado con otros quienes sufrían dependencia a sustancias,
con trastornos de la conducta alimentaria, personalidad antisocial y trastorno
por estrés postraumático.
Según Lesser y Lesser (1983), la Alexitimia es un concepto descriptivo que
aglutina un número de conceptos clínicos en una forma fácilmente comunicada. La
Alexitimia no es una declaración sobre una enfermedad que tiene el paciente,
sino más bien, es una declaración sobre un paciente que puede tener una
variedad de enfermedades (Fernández y Yarnoz, 1994).
Las características clínicas del constructo Alexitimia, en el ejercicio
científico suele llamarse constructo a un concepto descriptivo o explicativo de
un fenómeno o proceso cuya naturaleza o mera existencia no había sido
identificada ni dilucidada con antelación (Rozados, 2008), se van formulando
desde el momento en que empiezan a converger los primeros datos empíricos y
observacionales. Taylor y Cols, (1985) basándose en otras revisiones, resumen
las Dimensiones de la Alexitimia: Dificultad en identificar y describir las
emociones, Dificultad para comunicar emociones, Proceso imaginario constreñido,
evidenciado por la escasez de ensueños y fantasías, Estilo cognitivo orientado
hacia el exterior. Estas manifestaciones son conceptualizadas dentro de un
patrón de personalidad expresado a través de un continuo que correlaciona
positivamente con el neuroticismo, la depresión y la ansiedad.
Retamales (1989) calificó las características de la Alexitimia en
esenciales y accesorias. Las esenciales constituyen el núcleo del trastorno y
las accesorias se dan en gran parte de los casos (Sivak y Wiater, 1997).
Las características esenciales de la Alexitimia son: a) dificultad para
identificar y comunicar sentimientos, b) dificultad para distinguir afectos de
sensaciones corporales, c) escasa capacidad de simbolización, es decir, poca o
nula fantasía y actividad imaginativa y d) preferencia para ocuparse de eventos
externos más que de experiencias internas (Otero, 2000).
Las características accesorias de la Alexitimia son: un alto grado de
conformismo social, que se puede confundir con “normalidad”, pero que es un
comportamiento rígido sujeto a reglas convencionales (Otero, 2000). Los
alexitimicos son personas aparentemente bien adaptadas, pero se trata de una pseudonormalidad,
pues su comportamiento es rígido y dependiente de las convenciones sociales; su
existencia transcurre de manera mecánica (Lumley, Ovies, Stettner, Wehmer y
Lakey, 1996).
En resumen, los sujetos alexitímicos presentarían las siguientes características:
1. Dificultad para identificar afectos: Estas personas tienen problemas
para diferenciar una emoción de otra. Por ejemplo, no saben con seguridad si lo
que sienten es miedo o ira.
Esta incapacidad no se da sólo respecto a los propios sentimientos, sino
que también tienen dificultades para identificar las emociones en los demás (en
sus voces, expresiones faciales, posturas).
2. Dificultad para describir afectos: Les resulta imposible describir lo
que sienten y describir a otras personas todo lo referente al ámbito subjetivo
y de los afectos.
3. Dificultad para diferenciar los afectos de las sensaciones corporales
que acompañan a la activación emocional: Las emociones suelen ir acompañadas de
síntomas fisiológicos, como sudoración, aceleración de ritmo cardiaco, etc. Los
alexitímicos atribuyen estas manifestaciones fisiológicas a síntomas vagos o
los confunden con la emoción misma.
Cuando siente emociones intensas, esta persona describe simplemente un
malestar físico de un modo impreciso.
4. Reducida capacidad de fantasía y de pensamiento simbólico: Suelen tener
un pensamiento concreto, con problemas para el manejo simbólico de las
emociones. Su forma de hablar es monótona, parca y sin matices afectivos.
Apenas gesticulan ni introducen cambios en el tono de voz, se sientan de forma
rígida y su semblante es inexpresivo.
5. Preocupación por los detalles y acontecimientos externos: En su lenguaje
apenas existen referencias abstractas y simbólicas, sino que se limitan a
describir detalles concretos, sin un tono afectivo.
6. Utilizan la acción como estrategia de afrontamiento en situaciones de
conflicto: El modo de resolver un estado emocional desagradable en estas
personas, consiste en la realización de conductas directas. Tienen una
orientación de tipo práctico y un escaso contacto con su realidad psíquica.
Etiología
Quien sufre Alexitimia generalmente se muestra indiferente a lo que le
rodea y tiende al aislamiento; y hay un alto porcentaje de casos que ha sufrido
carencias afectivas en la infancia, lo que, sin proponérselo, limita su
capacidad para demostrar sentimientos, llegando a afectar las relaciones
sociales del paciente, incluyendo los familiares (Coronado, 2007).
Se atribuye su etiología principalmente a dos tipos de factores: por una
parte se considera un estado reactivo al efecto de diferentes estados
emocionales negativos (depresión, ansiedad), así como consecuente con diversos
trastornos crónicos psicopatológicos y somáticos, habiéndose planteado la
conveniencia de establecer la diferenciación entre Alexitimia primaria (rasgo
relativamente estable de personalidad) y secundaria (estado emocional
transitorio de carácter reactivo); Es atribuida también su etiología a la
existencia de un substrato neurobiológico, bien por una alteración en la
conexión ínter hemisférica dando lugar a una comisurectomía funcional, bien por
alteraciones en los mecanismos de inhibición y facilitación del procesamiento
emocional asociados a la lateralización cerebral.
Como vemos hasta el momento se han propuesto factores neuroanatómicos,
psicodinámicos y socioculturales para intentar dar una explicación al origen de
la Alexitimia. Estas aproximaciones etiológicas son las que abordaremos a
continuación.
Hipótesis
Neuroanatómicas
Las hipótesis neuroanatómicas tienen como fundamento el hecho de que las
emociones se localizan en el hemisferio derecho en la mayoría de los sujetos
diestros normales; y la expresión verbal se localiza en el hemisferio
izquierdo. Así, la falta de comunicación entre los hemisferios en los
individuos produciría un déficit en la capacidad para verbalizar las emociones.
(Fernández, 1999). En relación con estas hipótesis, Pedinielli (1992), señala
que habría dos modelos principales: el que trabaja la transmisión de
información entre el sistema límbico y el neocortex, que corresponde al modelo
vertical; y el que estudia la especialización hemisférica, es decir, el modelo
transversal. También hay estudios que proponen una etiológica organicista, que
se refiere a la transmisión hereditaria de la Alexitimia (Ávila, 2000). Esta
hipótesis fue planteada originalmente en 1949 por McLean; quien observó que los
enfermos psicosomáticos respondían a las situaciones emocionales con respuestas
predominantemente físicas. Para este autor esto se debe a que existe una
alteración en la conexión entre el sistema límbico (“visceral Brain”) y el
neocortex (“Word Brain) de estos pacientes (Otero, 2000).
Nemiah (1975) recoge esta teoría y señala que el individuo alexitímico,
debido a que se interrumpe o bloquea el flujo ascendente de información entre
el sistema hipotalámico y el neocortex, puede experimentar lo autonómico del
afecto, pero no la vivencia psíquica. Justamente es “la amígdala la que
responde a la emoción, se gatilla frente a la emoción y es la corteza
prefrontal la que piensa sobre lo que sentimos” (Clarkin, 2008). El trastorno
surgiría por un bloqueo entre el sistema límbico (lugar de las emociones) y el
neocortex (lugar de la palabra); este bloqueo imposibilitaría el conocimiento
de las emociones, en lo que podría estar también implicada la dopamina. Nemiah
menciona que la causa de este bloqueo podrían ser mecanismos de defensa
psicológicos, así como también algunas discontinuidades fisiológicas en la
estructura neuronal y vías de paso, que son las bases anatómicas de los
procesos psicológicos (Sivak & Wiater, 1998).
Hoppe y Bogen (1977), tras estudiar a doce pacientes epilépticos que habían
sido comisurotomizados quirúrgicamente, observaron que, después de la
intervención, estos pacientes muestran un déficit en la fantasía, escasez de
sueños y pobre capacidad para simbolizar (Otero, 2000). Esta similitud con el
pensamiento operatorio les llevó a introducir el concepto de “comisurotomía
funcional” en los pacientes con enfermedades psicosomáticas. La Alexitimia
representaría un trastorno funcional defensivo en el cual no hay posibilidad de
traducir las emociones viscerales del hemisferio derecho a la representación
palabra propia del hemisferio izquierdo. Esto da como resultado la hipercatexia
de las sensaciones corporales.
Lesser y Lesser (1983) cuestionan el trabajo de Hoppe y Boggen (1977) ya que:
En primer lugar no se distingue claramente entre pacientes con enfermedades
psicosomáticas y aquellos con características alexitímicas. En segundo lugar
para extraer conclusiones definitivas se necesita un mayor número de estudios
con instrumentos neuropsicológicos que evalúen déficit en la conexión
interhemisférica.
Estas críticas sirvieron de acicate a algunos de los trabajos que se
realizaron posteriormente. Vamos a destacar los siguientes:
TenHouten, Hoppe y Bogen (1985) investigan directamente la hipótesis de
Hoppe y Bogen (1977). Comparan las respuestas verbales y escritas sobre una
película con contenidos simbólicos de muerte y pérdida en 8 pacientes que
habían sido comisurotomizados (6 total y 2 parcialmente) y 8 controles. Los
resultados muestran más características alexitímicas en los comisurotomizados,
salvo la excepción de un sujeto del grupo control altamente alexitímico.
Concluyen que la comisurotomía completa es una condición suficiente pero no
necesaria para mostrar altas características alexitímicas. Estos autores dan
así, un paso importante en la hipótesis de determinar si puede darse una
comisurotomía funcional en personas alexitímicas neurológicamente intactas.
Geffen y cols. (1984) estudian los efectos de las lesiones en el cuerpo
calloso en una tarea neuropsicológica de localización táctil con el dedo
(teniendo en cuenta las conexiones sensoriales y motoras de las manos).
Encuentran un 7% de déficit en la conexión interhemisférica en sujetos
normales, un 28% de déficit en pacientes con comisurotomías parciales (lesiones
en el tronco del cuerpo calloso) y un 82% de déficit en sujetos con
comisurotomías completas.
En una investigación con 25 combatientes de guerra diagnosticados de
trastorno de estrés postraumático, Zeitlin y cols. (1989) intentan determinar
si la Alexitimia está asociada a un déficit en la comunicación interhemisférica
en personas que tienen intacto el cuerpo calloso. Utiliza la prueba de
localización táctil con el dedo (la misma medida comportamental que utilizó Geffen
para medir la transferencia hemisférica). Su trabajo muestra que los sujetos
normales y los sujetos no alexitímicos con trastorno de estrés postraumático
tienen un déficit en la conexión interhemisférica del 8% y los sujetos
alexitímicos con trastorno de estrés postraumático tienen un déficit del 18%.
Estos resultados de Zeitlin y cols. (1989) animan a la comparación con los
resultados de Geffen y cols. (1984). Sobre la base de los dos estudios, de
similares características, el déficit en la conexión interhemisférica en
sujetos alexitímicos podría estar a medio camino entre el déficit que se
observa en sujetos normales y el déficit observado en pacientes parcialmente
comisurotomizados.
En la última década, y como alternativa al modelo previo de comisurotomía
funcional, algunos autores (Lane y cols., 1997; Houtveen y cols., 1997)
sostienen que el déficit alexitímico para experimentar las emociones de manera
consciente tiene relación con sus niveles de flujo sanguíneo en el córtex
cingulado anterior mientras se produce la emoción. En estos sujetos se produce
un déficit en la actividad cortical durante los períodos de activación
emocional, con una pobre interacción entre los módulos de las redes neuronales
corticales.
Distintas investigaciones (Linden y cols., 1996; Lane, 1996; Friedlander y
cols., 1997; Infrasca, 1997) demuestran que existe un exceso de activación
neurofisiológica en el alexitímico que no puede ser contrarrestada
adecuadamente, lo que les imposibilita la traducción de esa actividad emocional
(biológica) en sentimientos y fantasías que expresen la emoción. Esta conceptualización de la Alexitimia como
una forma de ceguera sentimental también ha sido comparada a los estados
afectivos derivados de otros problemas neurológicos como lesiones
orbitofrontales, aprosodia o anosognosia.
Hipótesis de la
regulación afectiva
Taylor entiende la Alexitimia como una alteración de la regulación
afectiva. En dicha regulación serian
tres los sistemas implicados: El cognitivo experiencial: dimensión psicológica
del afecto, El conductual expresivo y El neurofisiológico: dimensión biológica
del afecto.
La interrelación entre los tres sistemas haría que el cambio en uno de
ellos, module la activación de los otros dos. Además de la activación entre
sistemas, las interacciones sociales de un sujeto y su entorno pueden dar lugar
a una regulación interpersonal de tipo positivo o perturbador.
Goleman (1995) introdujo el término de inteligencia emocional para
referirse a las habilidades cognitivas necesarias para el control y
autorregulación emocional. La capacidad de ser consciente de las emociones
propias, de entender las de los demás, la empatía serían las habilidades
deficitarias en las personas alexitímicas.
Desde este modelo, se entiende la Alexitimia como el fracaso de la
autorregulación afectiva en términos de habilidades cognitivas.
Hipótesis
Psicodinámicas
Por otro lado, están las hipótesis psicodinámicas, las cuales estudian la
Alexitimia como un mecanismo de defensa o como un déficit en la organización
psíquica (Toscano, 1998).
Los autores que han abordado psicodinámicamente el fenómeno de la
Alexitimia coinciden en señalar que su génesis se puede localizar en la
historia evolutiva del niño, durante la temprana infancia y, más concretamente,
en las vicisitudes de la relación madre-bebé. El bebé, incapaz de hablar o de
organizar sus experiencias emocionales es, por definición y, a causa de su
inmadurez, alexitímico; depende de otra persona que maneje por él sus estados
emocionales y les dé un nombre (Sivak y Wiater, 1997).
Krystal (1979), atribuye la Alexitimia a una detención en el desarrollo del
afecto por un trauma psíquico infantil o por una regresión después de una
catástrofe traumática en la vida adulta. Este autor, plantea también, que la
aparente negación de afectividad no se limita a los afectos dolorosos, sino que
también, las personas alexitímicas presentan una incapacidad para experimentar
satisfacción y placer, denominada anhedonia (Otero, 2000).
Krystal (1978, 1979, 1997) establece una diferencia entre la
“desomatización”, proceso de desarrollo en el que las energías son controladas
cada vez más por medios psíquicos, y la “resomatización”, que constituye el
proceso regresivo inverso. En su teoría sobre el desarrollo genético del afecto
describe la transformación de las emociones infantiles a las adultas como una
secuencia epigenética de naturaleza dimensional representada por la capacidad
de diferenciar las emociones entre sí, la posibilidad de verbalizarlas y,
consecuentemente, la progresiva desomatización de las mismas.
Para McDougal (1982), la Alexitimia es un modo defensivo de la estructura
psíquica frente a los acontecimientos con valor traumático para el aparato
psíquico. Para esta autora, la Alexitimia surge por disturbios en la relación
madre-hijo y es una defensa frente a primitivos terrores, por lo que aparecen
así la somatización, las adicciones o las conductas sexuales inapropiadas
(Sivak y Wiater, 1997).
Lane y Schwartz (1987) plantean una secuencia de cinco niveles de
concienciación emocional que van desde un primer nivel en el que sólo existe
una vaga conciencia de sensaciones corporales indiferenciadas hasta un nivel
que incluye el conocimiento de los complejos matices y combinaciones de
sentimientos, incluyendo la capacidad para apreciar la experiencia emocional de
otros. A partir de un estado indiferenciado, la maduración permite al niño
expresarse en varias direcciones, al mismo tiempo que el aparato mental se
organiza.
Otras investigaciones psicoanalíticas actuales Kleinberg (1996); Krystal
(1997); Kooiman (1998) y Parker (1998), destacan de la misma manera la fuerte
asociación entre mecanismos de defensa primitivos y características
alexitímicas. Se señala que el estilo defensivo de estos pacientes es
inadaptado e inmaduro y que su origen podría encontrarse en fallas tempranas en
la relación madre bebé que impiden el desarrollo de la capacidad emocional en
el niño. No obstante, no es fácil comprobar y determinar con claridad esta
hipótesis etiológica (Otero, 2000).
Teorías psicométricas
Partiendo de la definición de la Alexitimia como una incapacidad para leer
y expresar emociones, algunos autores hipotetizan una inteligencia verbal
inferiores en los sujetos alexitímicos. Otros autores creen que el déficit se
situaría en el estilo comunicacional, de dichos pacientes.
Actualmente no se han alcanzado resultados concluyentes en este aspecto, ya
que en grupos de pacientes alexitímicos las puntuaciones en inteligencia verbal
eran menores de los pacientes no alexitímicos, pero sin alcanzar diferencias
estadísticamente significativas
Hipótesis
Socioculturales
Por último está la hipótesis sociocultural, la cual señala, a la Alexitimia
como resultante de un proceso social y cultural. Las emociones existen en todas
las culturas, pero no en todas las culturas se remite a sentimientos
intrapsíquicos para entenderlas (Lumley, Ovies, Stettner, Wehmer y Lakey,
1996).
Además de los factores intrapsíquicos y neurofisiológicos, los estilos de
comunicación están mediados por factores socioculturales y modelos de
comunicación familiar como también del aprendizaje social. Partiendo de esta
idea, un ambiente familiar o social determinado puede tener una influencia
negativa en la capacidad para verbalizar emociones y asociarlas con fantasías y
sentimientos, y conducir a la aparición de características alexitímicas
(Fernández, 1999).
Los autores que defienden esta hipótesis estudian las diferencias
transculturales y demográficas, destacando la repercusión del aprendizaje
social en el comportamiento alexitímico (Otero, 1999).
Fernández, Carrera, Sánchez y Páez (2001), señalan que, ciertas actitudes
culturales de identidad étnica, conllevan una disminución de la comunicación
emocional; esta característica propia del síndrome alexitímico se ha encontrado
entre mujeres afro-americanas y en culturas orientales (Fernández, Carrera,
Sánchez y Páez, 2001).
Kirmayer (1987), planteó que la Alexitimia es el resultado de un proceso
sociocultural. Aun cuando las emociones existen en todas las culturas, no todas
ellas remiten a sensaciones o sentimientos intrapsíquicos para entenderlas,
sino que algunas culturas pueden valorizar las manifestaciones corporales (Pies
y Keast, 2002). Al respecto, Casullo (1990), señaló que, lo que estaríamos
evaluando al referirnos a la Alexitimia, es el hecho de que ciertas personas,
según sus experiencias de socialización e identificación con determinados
modelos sociales, han aprendido a evitar hablar de lo que sienten, en especial
frente a alguien ajeno al grupo primario de pertenencia (Páez, Fernández y
Mayordomo, 2000).
Casullo referido por Sivak y Wiater (1997), declara que la Alexitimia puede
expresar un conflicto intrapsíquico importante o también un patrón aprendido
por el individuo en su calidad de actor social y participante cultural.
Páez, Fernández y Mayordomo hacia el 2000, declaran que una de las
variables relacionadas con el constructo Alexitimia es la cultura,
concibiéndose esta como un conjunto de conocimientos denotativos: lo que es o
creencia; connotativos: lo que debería ser o actitudes, normas y valores; y
pragmáticos: cómo se actúa o roles procedimentales, compartidos por un grupo de
individuos que presentan una historia común y que participan en una misma
estructura social.
Parece que ciertas actitudes culturales de identidad racial conllevan una
disminución de la comunicación emocional; esta característica propia del
síndrome alexitímico se ha encontrado entre mujeres afro-americanas (Dinsmore y
Mallinckrodt, 1996) y en culturas orientales (Kleinman, 1976; Lin, 1980; Dion,
1996). En culturas orientales esto no es un uso común y aceptado, siendo el
malestar psíquico expresado por la vía de la somatización o mediante una
intelectualización excesiva. Es así que culturas como la japonesa, la china y
la coreana suelen darle menor importancia a la expresión y comunicación de los
afectos; incluso prohíben la comunicación de ellos fuera del grupo más cercano
de pertenencia. Además, parece ser que sectores marginales y pobres de las
sociedades occidentales también manifiestan un pobre uso de adjetivos,
adverbios y, en general, de palabras que designen sentimientos. Según Lin
(1980), los chinos se esfuerzan por evitar el exceso de emociones y ajustarse
en la medida de lo posible a las convenciones sociales; el aspecto más
relevante de su medicina tradicional es la indiferenciación entre las funciones
fisiológicas y psicológicas.
Algunas de las conclusiones generales que pueden extraerse de los estudios
que comparan diferentes culturas indican, por ejemplo, que en la cultura
occidental se da un valor importante a la posibilidad de expresar verbalmente
las emociones, siendo un signo de salud y madurez. La gente de los países
desarrollados muestra una mayor diferenciación de los estados emocionales que
la gente de los países en desarrollo. En contraste, en culturas orientales esto
no es un uso común y aceptado, siendo el malestar psíquico expresado por la vía
de la somatización o mediante una intelectualización excesiva (Dion, 1996).
Páez, Fernández y Mayordomo (2000), intentan explicar la existencia de
culturas alexitímicas, siguiendo a Níkeles y Levinson, llegaron a las
siguientes conclusiones:
- La diferenciación entre los síntomas físicos y los sentimientos en
general no se hallan presentes en culturas no occidentales. Para algunos autores
la cultura China tradicional se caracteriza por presentar la primera faceta de
la Alexitimia, evidenciando una expresión somática de las emociones así como
una baja elaboración intrapsíquica de ellas. Cuando las culturas se van
convirtiendo en individualistas, la expresión emocional evoluciona, a través de
una combinación de experiencias corporales y psicológicas, hacia un lenguaje
afectivo en el cual las personas expresan y viven síntomas psicológicos
altamente diferenciados.
- El individualismo, la baja distancia jerárquica, la feminidad cultural y,
en el ámbito interpersonal, la subcultura del género femenino se ha asociado
con una mayor expresión verbal de las emociones, así mismo, se halló que los
hombres socializados dentro de una subcultura masculina manifiestan un mayor
déficit de expresión verbal de las emociones y un mayor pensamiento orientado
hacia lo externo.
- El colectivismo y la expresión verbal escasamente elaborados de las
emociones no son exclusivas de las culturas asiáticas sino que, además, son
características compartidas en las clases populares de ciertas culturas
occidentales.
- Tanto los años de aprendizaje así como el acceso a la educación superior
brindan al individuo el vocabulario necesario para expresarse psicológicamente
y referirse mejor sobre sus emociones.
- El hecho de hablar de uno mismo francamente es más valorado en las
culturas individualistas que aquellas colectivistas, ya que las primeras
enfatizan y valoran los sentimientos internos. Los atributos internos e
individuales forman la base de la identidad, promoviendo o impulsando la
introspección y se aprecia la comunicación verbal de los estados internos, tal
como las experiencias emocionales íntimas.
- Las emociones, en diversas culturas colectivistas, no sirven para
conseguir propósitos sociales ni tampoco para legitimar el orden social. En las
culturas denominadas individualistas, el hablar, revelar y compartir las
emociones con los demás permite contar con información relevante y determinar
el grado de intimidad y de confianza en la que se establecerá una relación,
mientras que en las culturas colectivistas el conocer la historia y los
sentimientos personales de los demás no orientan la interacción, debido a que
el status, la afiliación y las normas contextuales con los que se determinan el
fin y sentido de una relación.
- En consideración con la distancia jerárquica, cuando es alta, los
individuos pueden ser poco expresivos emocionalmente, ya que la expresión
verbal intensa de la afectividad, en especial negativa, implica falta de
consideración.
- La distancia al poder se relaciona, además, con la baja intensidad de las
emociones, en otras palabras, no sólo se piensa en la idea de expresar
abiertamente la emoción que sería rechazada, sino que también las personas de
culturas de alta distancia jerárquica refieren experimentar de forma menos
intensa, privada y subjetivamente.
- La masculinidad cultural suele asociarse a ciertos rasgos de la
Alexitimia como una pobre expresión verbal de las emociones, así como,
reacciones psicológicas menos marcadas y malestar afectivo, pero logrando
detectar los cambios fisiológicos de manera más acertada en contraste con las
mujeres, quienes presentan déficits para identificar sus estados internos. Otra
diferencia con las mujeres radica en el predominio en roles de cuidadoras y la
valoración de las relaciones hacen que estas se orienten hacia los indicadores
contextuales e interpersonales de las emociones.
- Respecto a las dificultades para hablar y describir los sentimientos, la
mujer es más expresiva públicamente que el hombre. Las mujeres culturalmente
han aprendido a apreciar más el hecho de compartir o hablar sobre las
emociones, mientras, que los hombres se sienten preocupados a la hora de
manifestar o exponer sus debilidades.
Tipos de Alexitimia
Sifneos postuló, en 1988, dos tipos de Alexitimia: primaria y secundaria.
La Alexitimia primaria, de origen predominantemente biológico, es “...un
defecto estructural neuroanatómico o una deficiencia neurobiológica en la forma
de anormalidades, debidas a factores hereditarios, que interrumpen la
comunicación entre el sistema límbico y el neocortex”, y agrega que la
especialización de los hemisferios cerebrales también juega un papel importante
en la Alexitimia primaria, cuando hay una inadecuada comunicación entre el
hemisferio izquierdo que se encarga de la elaboración y expresión del lenguaje
articulado y el hemisferio derecho que modula las emociones y le proporciona al
lenguaje los aspectos prosódicos de entonación, coloratura, cadencia y melodía.
De hecho TenHouten y colaboradores (1988), demostraron
que pacientes con disección del cuerpo calloso tienen dificultades de
simbolización al contemplar una película con tema sugestivo de muerte, esto se
correlaciona con el registro electroencefalográfico en el que aparece una
intensidad mayor de ritmo alfa en el lóbulo temporal derecho, sugiriendo una
pobre comprensión del film; una posible deficiencia de lenguaje interno, por la
abundancia de ritmo alfa en lóbulos frontal y temporal izquierdos, asociado a
desincronización en el lóbulo parietal izquierdo, y mayor coherencia entre los
lóbulos frontal derecho y parietal izquierdo y frontal izquierdo y parietal
izquierdo con respecto a los controles, sugieren inhibición interhemisférica de
la expresión verbal. Cabe señalar que los sujetos con seccionamiento del cuerpo
calloso cumplieron con los criterios para el diagnóstico de Alexitimia.
La Alexitimia secundaria se origina por situaciones traumáticas en periodos
críticos del desarrollo en la infancia, por traumas masivos en la edad adulta,
por ejemplo estar en campos de concentración o pasar por experiencias de
guerra, ser víctima de secuestros, etcétera.
Freyberger introdujo el término Alexitimia secundaria a partir de la
observación de características alexitímicas en pacientes con cáncer, en
trasplantados renales y en enfermos ingresados en unidades de cuidados
intensivos. Durante sus procesos de enfermedad, los pacientes limitan la
capacidad de introspección y reflexión, incrementan la atención sobre los
aspectos médicos y tienen mayor dificultad para diferenciar y verbalizar
apropiadamente los sentimientos. En general, sufren un deterioro de las funciones
cognitivas y afectivas. Hemos visto que este fenómeno ha sido observado
igualmente en otros pacientes con enfermedades físicas.
Este funcionamiento obedece a un factor de protección contra el significado
emocional de la grave enfermedad, un mecanismo de defensa construido por el
paciente que se confronta así a esta experiencia. Krystal, superviviente que ha
dedicado su vida profesional a las víctimas de la persecución nazi, afirma que,
gracias al mecanismo de defensa de la Alexitimia secundaria, pudieron
sobrevivir psicológicamente al sadismo de los opresores. También se ha
estudiado la correlación de Alexitimia con algunos trastornos tanto somáticos
como mentales. Son ejemplos de los principales trabajos sobre esta forma de Alexitimia
los realizados en Japón por Fukunishi y colaboradores (1994), quienes
estudiaron la presencia de Alexitimia en pacientes con infarto de miocardio,
encontrando que los casos agudos mostraron índices mayores de Alexitimia que
los pacientes con infarto antiguo, lo que se puede interpretar como la
utilización de mecanismos de afrontamiento como la negación para minimizar la
percepción amenazante.
Los dos tipos de Alexitimia se distinguen en que: la Alexitimia primaria es
el resultado del bloqueo temprano en el desarrollo afectivo del niño y tendría
un significado etiológico de predisposición personal cognitivo-afectiva,
mientras que la Alexitimia secundaria es una reacción transitoria específica
que acompaña o permanece tras una situación de enfermedad orgánica, un
traumatismo importante o determinadas situaciones de conflicto en cualquier
sujeto, que puede desaparecer cuando la situación remite (Alexitimia secundaria
aguda) o puede ser un estado permanente en pacientes cuya enfermedad o cuyo
traumatismo tiende hacia un desarrollo crónico (Alexitimia secundaria crónica).
Para los autores que defienden esta distinción, la Alexitimia no es un
fenómeno de todo o nada, sino que todo el mundo puede tener posibilidades de
cambiar a veces a un estilo comunicativo menos simbólico. Cualquier individuo
podría reaccionar en determinadas situaciones de un modo alexitímico o
convertirse en alexitímico tras experiencias de extrema tensión. Sin embargo, algunos
individuos lo manifiestan como una característica predominante y otros como una
manifestación pasajera.
Aunque los dos tipos de Alexitimia pueden ser clínicamente indistinguibles,
las historias psicológicas de quienes lo padecen (con sus acontecimientos
recientes y remotos) podrían ayudar a diferenciarlas. Esta división puede
colaborar para resolver el debate sobre si la Alexitimia representa una
modalidad defensiva necesaria para afrontar las situaciones de conflicto o es
el resultado de algún déficit estructural interno.
El catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Dr. Francisco
Alonso-Fernández (Citado por Coronado, 2007). Señala que puede hablarse de dos
tipos de pacientes con Alexitimia: "los que ni sienten ni expresan, y los
que sienten pero no expresan". En ambos casos comparten los mismos rasgos
que un paciente con depresión, pero en el alexitímico serán más
acentuados: Anhedonia (incapacidad para
experimentar placer), Ausencia de apetito sexual, Conformismo, Desplazamientos
rígidos y lentos, Dificultad para establecer vínculos afectivos, Falta de
energía, Impulsividad, Incapacidad para reconocer los estados emocionales
ajenos, Nula comunicación; se muestran serios y aburridos, Poca o nula
actividad imaginativa, de fantasía o sueños, Tendencia a establecer relaciones
interpersonales estereotipadas, ya sea de dependencia o de aislamiento, Visión
poco clara de la realidad.
De hecho, una de las claves para detectar que una persona puede presentar
el cuadro de Alexitimia es la cantidad de problemas físicos que padece (herpes,
eccemas, dolores de cabeza, fibromialgia), dolores para los que ningún
especialista encuentra la respuesta y que suelen responder a la ansiedad que
provoca el hecho de tener enterradas las emociones, a las que dan salida
mediante estas dolencias. (Álvarez, 2008 citado por Mercado, S., García, C.,
Corrales, M. y Serrano, M., 2008).
Epidemiología de
la Alexitimia
No existen prácticamente investigaciones sobre la tasa de prevalencia de la
Alexitimia en la población general. Estudios como el realizado por Blanchard,
Arena y Pallmeyer (1981) y Shipko (1982), realizados con poblaciones
estudiantiles, obtienen tasas que fluctúan entre el 8% y 10%.
Keltikangas-Järvinen (1985) encuentra que los hombres son más alexitímicos
que las mujeres en un grupo de psicosomáticos, pero no en un grupo control.
Shipko (1982) obtiene los siguientes resultados: un 1’8 % de mujeres y un 8 %
de varones (población estudiantil) son alexitímicos. Smith (1983), Dion (1996)
y Fischer y Good (1997) afirman que los hombres puntúan significativamente más
alto en alexitimia. Otros estudios realizados con población psicosomática
indican que no existen diferencias entre sexos (Sifneos, 1973; Pierloot y
Vinck, 1977; Mendelson, 1982; Sriram y cols., 1987). Por último, en la variable edad, Kleiger y
Jones (1980) encuentran una relación positivamente alta con el nivel de
alexitimia. Sin embargo, otros estudios (Lolas y cols., 1980; Smith, 1983;
Sriram y cols., 1987; Fukunishi y cols., 1997) no encuentran esta relación.
Se ha encontrado una mayor incidencia de la Alexitimia en personas que
pertenecen a un nivel socio-económico bajo y con un nivel intelectual también
por debajo de la norma (Cerezo y col. 1988). La edad constituye también un
elemento importante a considerar, dado que los individuos de mayor edad
obtienen puntuaciones más elevadas en las escalas de Alexitimia. La explicación
puede radicar en que, a medida que el sujeto avanza en edad, se produce una
reducción de la expresión espontánea, así como una acentuación del anclaje en la
realidad inmediata que esto conlleva (Páez y Velasco, 1993).
Se ha podido determinar un incremento de las tasas de prevalencia en
determinadas poblaciones. Se ha encontrado un aumento de la prevalencia de
Alexitimia entre los pacientes en tratamiento por trastornos psicosomáticos.
Así, en este tipo de pacientes se dan tasas de prevalencia que fluctúan del 25
al 50% (Cerezo y col. 1988).
Evaluación de la
Alexitimia
El desarrollo de instrumentos de evaluación válidos y confiables ha
permitido avances en la investigación sobre la alexitimia, aunque desde la
aparición de este constructo, han existido investigaciones que intentan
relacionar la Alexitimia con diversos trastornos médicos y psiquiátricos, cabe
reconocer que la calidad de estas investigaciones se ha visto comprometida con
frecuencia por la ausencia de procedimientos de evaluación válidos y fiables
(Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000).
El Beth Israel Hospital Questionnaire (BIQ), desarrollado por Sifneos en su
primera versión no presentó un adecuado registro de la alexitimia debido a que
la posibilidad de obtener respuestas de contenido emocional variaba de acuerdo
de la experiencia del observador, planteándose una segunda versión con un mayor
acuerdo entre los investigadores (Sivak y Wiater, 1997 y Martínez-Sánchez y
Ortiz, 2000).
Fernández-Montalvo y Yarnoz, hacia 1994, señalan que la Escala de
Personalidad de Schalling-Sifneos (SSPS), registra el funcionamiento
cognitivo-emocional del individuo, de manera breve y evitando contaminaciones
socio-culturales.
La Escala de Alexitimia del MMPI (MMPI-AS), ha sido criticada debido a que
no correlacionan las medidas de capacidad de expresión verbal de las emociones,
ni las medidas de capacidad de imaginación, consideraciones importantes en la
evaluación de la alexitimia. La Escala del MMPI de Shipko y Noviello, pese a
ser una escala breve, presenta correlaciones negativas con el MMPI-AS
cuestionando así su validez como medida de la alexitimia (Fernández-Montalvo y
Yarnoz, 1994).
El APRQ, Alexitimia Provoked Response Questionnaire, fue diseñado por la
necesidad de contar con una entrevista estructurada y estandarizada que permita
minimizar los efectos de los sesgos introducidos por el evaluador en los
resultados de la evaluación clínica, se halla cuestionado su uso en la
investigación y la práctica clínica (Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000).
Entre los test proyectivos se ha utilizado algunas de las formas del Test
de Apercepción Temática (TAT), las que evaluaban la capacidad del individuo de
fantasear y expresar emociones (Fernández-Montalvo y Yarnoz, 1994).
El Rorschach mediante el sistema Exner, luego de ser sometido a estudios
centrados en la función discriminativa de la alexitimia resultó siendo fiable y
válido para la evaluación del constructo de alexitimia (Moral de la Rubia,
2000).
El instrumento mayormente utilizado para evaluar la función simbólica y la
capacidad para crear fantasías en sujetos alexitímicos es el Test Arquetípico
de los Nueve Elementos (SAT-9), pese a no disponer de suficiente correlato empírico
que recomiende su uso (Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000 y Moral de la Rubia y
Retamales, 2002).
La Escala de Alexitimia de Toronto (TAS), creada por Taylor, Ryan y Bagby
en 1985, (citados por Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000), fue diseñada para evaluar
diversas áreas referidas a este constructo, siendo estas: la dificultad para
describir sentimientos; dificultad para distinguir entre sentimientos y las
sensaciones corporales que acompañan a los estados de activación emocional;
ausencia de introspección; conformismo social y la pobreza de vida fantasiosa y
fracaso en el recuerdo de los sueños. Tras los estudios psicométricos, se
eliminó la escala referida al recuerdo de sueños y ausencia de usar la acción
en vez de la reflexión, constando la escala finalmente con 26 ítems, en un
formato de respuesta tipo Likert de 5 reactivos.
Se realizó una adaptación de la TAS al español ejecutado por Casullo,
Sivak, Maristany y Wiater (referidas por Sivak y Wiater, 1997), concluyendo en
la Escala de Alexitimia UBA, la que agrupaba 26 ítems desarrollados a partir de
las adaptaciones de la TAS, con tres opciones de respuesta.
La Escala de Alexitimia de Toronto Revisada (TAS-R), presenta como
perfeccionamiento la ausencia de ítems que reflejen ensoñación diaria u otro
tipo de actividad imaginativa; y, por el contrario, incluye un mayor número de
ítems referidos al pensamiento orientado a lo externo.
Una nueva revisión de esta escala es el TAS-20, que consta de 20 ítems,
cuya consistencia interna es superior a las versiones anteriores y que presenta
una estructura factorial más estable, correlacionando los tres factores de
forma esperada, lo que la convierte en un considerable apoyo en la validez del
constructo de la alexitimia ya que diversos estudios demuestran una fiabilidad
transcultural aceptable (Páez et al. 1999, Martínez-Sánchez y Ortiz, 2000,
Moral de la Rubia y Retamales, 2000, Moral de la Rubia, 2005).
Comorbilidad: Alexitimia y otros trastornos
Sivak y Wiater realizan un recorrido sobre la relación entre alexitimia y
diversas entidades clínicas
Depresión: En 1989,
Heerlein, Lawer y Richter estudiaron a 21 pacientes internados con un
diagnóstico de depresión unipolar endógena y 21 paciente s con depresión
neurótica reactiva (criterio CIE 10) tras administrarle a ambos grupos el BIAQ,
el primer grupo evidenció mayor nivel de alexitimia que el grupo con depresión
neurótica.
Parker y Taylor (1991) administraron a muestras de estudiantes
universitarios y de pacientes psiquiátricos ambulatorios el BDI y el TAS.
Determinaron que depresión y alexitimia eran dos constructos diferentes y
separados.
Estudios posteriores, investigaron la estabilidad de la alexitimia en
pacientes depresivos a través del TAS, los resultados sugirieron que la
alexitimia era un constructor estable de la personalidad (Wisse y Mann, 1995)
Otros autores, han intentado aproximarse al estudio de la interrelación
entre alexitimia, ansiedad y depresión. Para ello, emplearon como instrumentos
de medida el Tas, el BDI y el STAI. Los resultados indicaron que la TAS evalúa
dimensiones independientes, si bien las dificultades de identificar y comunicar
sentimientos correlacionan positivamente con la depresión y ansiedad La
evidencia empírica confirma que la alexitimia es un concepto multidimensional
Adicciones: En adicciones
como toxicomanías, alcoholismo y actividad sexual compulsiva, se han observado
niveles significativos de alexitimia.
Taylor (1984) observó que el 50% de los pacientes con diagnóstico de
toxicomanía eran alexitímicos. Presentaban una fuerza del yo inferior, más
quejas somáticas y ansiedad y menos comportamientos defensivos represivos. Esto
llevo al autor a suponer que la alexitimia podría ser una condición que
predispone a estas adicciones.
Haviland (1988) hallo que un 50 % de sujetos con abuso de sustancias
puntúan alto en alexitimia.
En 1995, Mann lleva a cabo una investigación en la que, de nuevo, los
sujetos adictos puntuaban más alto en alexitimia, empleando como medida la TAS
y NEO Five Factory Inventory.
En 1995, Ziolowski, Gruss y Rybakowski, plantearon en si la alexitimia en
pacientes alcohólicos resultaba un factor negativo para mantener la
abstinencia. La muestra se compuso de 60 hombres en tratamiento ambulatorio por
dependencia alcohólica en abstinencia. El 48% de los sujetos presentaba
alexitimia tras administrarle la TAS. En personas con un corto periodo de
abstinencia, la puntuación de la TAS era significativamente más alto que en
sujetos con abstinencia superior a un año. Los resultados sugirieron una correlación
negativa entre alexitimia y el mantenimiento de la abstinencia en hombre
alcohólicos en tratamiento externo.
Trastornos
somatoformes: Es uno de los campos en los que más se ha investigado
dentro de la relación entre la alexitimia y psicopatología Barsky y Klerman
(1983) plantearon que la limitada conciencia de los estados emocionales y las
dificultades en el procesamiento cognitivo de los afectos que presentan los
sujetos alexitímicos, favorecía la aparición estilo perceptivo y cognitivo que
denominaron estilo somático amplificador; estaría muy presente en personas que
presentan hipocondría e implicaría varios elementos (Barsky, 1992): 1)
hipervigilancia corporal con aumento de la focalización atencional en las
sensaciones corporales desagradables; 2) tendencia a seleccionar y centrarse en
ciertas sensaciones infrecuentes; 3) propensión a valorar las sensaciones
somáticas y viscerales como anómalas e indicadoras de enfermedad
Bach y Bach (1995) evaluaron a 30 pacientes con trastorno somatoforme (evaluado
mediante el SCID) con dos medidas (pre-antes d iniciar el tratamiento- y post
-dos años después). Los pacientes con trastornos somatoformes indiferenciados
mostraron mayores niveles de Alexitimia antes del tratamiento (medido con la
TAS) comparados con los que mostraron remisión de su trastorno somatoforme.
Parece que el alto nivel de alexitimia predice la persistencia de la
somatización, de forma independiente de otras variables sociodemográficas o
psicopatológicas.
Trastornos de la
conducta alimentaria: Laquatra y Clopton (1994) estudiaron las características
de alexitimia en estudiantes mujeres con trastornos de la conducta alimentaria
(anorexia, bulimia y obesidad), Para ellos emplearon la TAS y el EDI (Eating
Disorders Inventing) .Obtuvieron correlación entre las puntuaciones en ambas
escalas.
Sifneos, Jimerson y Wolfe en 1994, evaluaron mediante el uso de la TAS a un
grupo de pacientes no hospitalizadas con peso normal con bulimia nerviosa y
otro grupo de mujeres voluntarias sanas. Las mujeres con bulimia obtuvieron
mayor puntuación en la TAS, especialmente en el factor de déficit afectivo.
Troop, Schmidt y Trasure (1995), administraron la TAS a pacientes con
anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, anorexia con un subtipo de bulimia y
estudiantes. Tras el análisis factorial de los resultados, los tres grupos con
trastornos de la conducta alimentaria fueron menos capaces de identificar sus
sentimientos, y las pacientes con anorexia nerviosa tuvieron mayor disminución
de fantasías y ensoñaciones que el grupo con bulimia y el de estudiantes.
En Canadá, Groot, Rodin y Olmsted (1995) evaluaron la alexitimia en mujeres
diagnosticadas de bulimia nerviosa y su relación con el trastorno depresivo y
los síntomas somáticos. Se plantearon como objetivo analizar si un programa de
psicoterapia intensivo contribuía a reducir el nivel de alexitimia. Mediante
las puntuaciones obtenidas en la TAS, encontraron que un amplio número de
mujeres eran alexitímicas antes del tratamiento. (61,3 %) y después del mismo
(32,2%) frente a un 5% del grupo control.
La reducción del número de episodios purgativos se asoció con una reducción
significativa de la alexitimia. Se encontró además una correlación
estadísticamente significativa entre la puntuación de la TAS, depresión y frecuencia
de vómitos.
Otros trastornos:
Wise y Mann (1995) estudiaron los síntomas somáticos en 100 pacientes
psiquiátricos ambulatorios. Se observó una tendencia tener más quejas somáticas
en los pacientes que eran más depresivos y alexitímicos.
Stanghellini y Ricca investigaron la relación entre alexitimia y
esquizofrenia, centrándose en la relación entre las mayores puntuaciones en la
TAS correlacionaban con la prevalencia de síntomas negativos sobre los
positivos. Encontraron que la
dificultad en la capacidad lingüística y la Alexitimia tenían una relación
relevante.
Bagby (1994) tomo una muestra de sujetos con diferente psicopatología:
trastornos somatomorfos, trastornos de ansiedad, trastornos de personalidad,
esquizofrenia y otras psicosis. Como conclusión general, hallaron que estos
pacientes tenían un nivel de alexitimia mayor que grupos de sujetos adultos
sanos y estudiantes.
FUENTE DE INFORMACIÓN
Amigó, S. (2005) La Teoría del rasgo único de personalidad: Hacia una
teoría unificada del cerebro y la conducta. Ed. Univ. Politécnica Valencia.
Belloch A., Sandin B. Y Ramos F. (1995). Manual de psicopatología. España:
Mc Graw-Hill.
Caballo, V. (1998) Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los
trastornos psicológicos Vol. 2 Siglo XXI de España Editores.
Castañeda A. (2003). Alexitimia, Cólera y Hostilidad en mujeres con
historia de maltrato infantil. Tesis de doctorado en psicología. Universidad
femenina del sagrado corazón. UNIFE. Lima, Perú.
Casullo M. (2000). Comentarios y conclusiones. En Páez D. Y Casullo M.
(Comp.) Cultura Y Alexitimia. ¿Cómo Expresamos Aquello que Sentimos? (pp.
193-198) Argentina: Ed. Paidós.
Casullo M. (2001). Alexitimia y estilos de personalidad. Artículo
presentado para su publicación en ANUARIO. Argentina. Facultad de psicología.
UBA. (Comunicación personal).
Casullo M., Castro A. Y D´Anna A. (2000). Alexitimia y características de
personalidad en jóvenes adictos. En Páez D. Y Casullo M. (Comp.) Cultura y
Alexitimia. ¿Cómo Expresamos Aquello Que Sentimos? (pp. 181-192) Argentina: Ed.
Paidós.
Custodio E. (2002). Alexitimia y sentido de coherencia en un grupo de
adolescentes limeños. Tesis de licenciatura en psicología. Pontificia
Universidad Católica Del Perú. Lima, Perú.
Eizaguire, A., Ortego, M., Ochoa, I., De Apellaniz, M. & Alemán, A.
(2001). Alexitimia, familia y trastornos alimentarios. Anales de Psicología,
1(17), 139-149
Fernández-Montalvo, J. & Yárnoz, S. (1994). Alexitimia: concepto,
evaluación y tratamiento. Psicothema, 6(3). 357-366.
Martínez-Sánchez F., Ortiz B. (2000) La Evaluación de la Alexitimia. En
Páez D. y Casullo M. (Comp.) Cultura Y Alexitimia. ¿Cómo expresamos aquello que
sentimos? (Pp. 35-50) Argentina: Ed. Paidós.
Kendall R. Y Rodríguez E. (2002). Validación de la Escala de Alexitimia de
Toronto (TAS-20) en una población de estudiantes universitarios. Tesis de
título profesional de especialista en psiquiatría. Universidad Nacional Mayor
De San Marcos. Lima, Perú.
Lunazzi, H., Elías, D., García de la Fuente, M. & Kosak, V. (2000).
Investigación de variables en el constructo Alexitimia en 550 casos. RIDEP, 10
(2), 101-119.
Martínez-Sánchez F., Ortiz B. (2000) La Evaluación de la Alexitimia. En
Páez D. Y Casullo M. (Comp.) Cultura y Alexitimia. ¿Cómo expresamos aquello que
sentimos? (Pp. 35-50) Argentina: Ed. Paidós.
Martínez-Sánchez, F. (1996). Adaptación española de la escala de Alexitimia
de Toronto (TAS-20). Clínica y Salud,
7(1), 19-32.
Oblitas, L. (2006). Psicología de la Salud y calidad de vida. México:
Thompson.
Otero, J. (2000). Hipótesis etiológicas sobre la alexitimia. Aperturas
Psicoanalíticas. Revista de Psicoanálisis
Páez D., Martínez-Sánchez F., Velasco C., Mayordomo S., Fernández I, y
Blanco A. (1999). Validez psicométrica de la escala de Alexitimia de Toronto
(TAS-20): Un estudio transcultural. Boletín de psicología, 63. 55-76.
Páez, D; Casullo, M. (2000) Cultura y Alexitimia: ¿Cómo expresamos aquello
que sentimos? Paidós.
Páez D., Fernández I. Y Mayordomo S. (2000). Características Alexitímicas y
diferencias culturales. En Páez D. Y Casullo M. (Comp.) Cultura Y Alexitimia.
¿Cómo Expresamos Aquello Que Sentimos? (pp. 51-71) Argentina: Ed. Paidós.
Riso, W. (2003) Ama y no sufras Editorial Norma.
Sifneos, P. (1996). Alexithymia: Past and Present. The
American Journal of Psychiatry, 153 (7). 137-142.
Sivak, R; Wiater, A; Lolas, F. (1997) Alexitimia, la dificultad para
verbalizar afectos. Paidós
Velasco C. (2000). Personalidad y Alexitimia. En Páez D. Y Casullo M.
(Comp.) Cultura Y Alexitimia. ¿Cómo Expresamos Aquello Que Sentimos? (pp.
15-33) Argentina: Ed. Paidós.
Enlaces Web
Arbinaga F. (2001-2002). Alexitimia y estado de ánimo en enfermos con
esclerosis múltiple. Cuadernos de medicina psicosomática y psiquiatría de
enlace, 2001-2002. N° 60-61 13-21. Disponible en: www.editorial medica.com/cuadernos.asp
Ayuso, J.L. y Baca, E. (1993). Trastornos de la conducta alimentaria y
alexitimia. Actas Luso-Española de Neurología y Psiquiatría, 21(3), 72-78.
Díaz, J. & Balbás, A. (2002). Estudio de variables relacionadas con la
alexitimia en pacientes con trastornos del comportamiento alimentario. Revista
Electrónica de Motivación y Emoción, 5(10). Extraído el 19-01- 2011 de
http://reme.uji.es/articulos/adiazj9270605102/texto.html
Espina A. (2002). Alexitimia y relaciones de pareja., Psicothema, 14(4)
760-764. Disponible en: www.psicothema.com
Espina A., Ortego M., Ochoa de Alda I. Y Alemán A. (2001). Alexitimia,
familia y trastornos alimentarios. Anales de psicología, 17(1) 139-149.
Disponible en: www.um.es/analesps/
Fernández-Montalvo J. Y Yárnoz S. (1994). Alexitimia: Concepto, Evaluación
y
Tratamiento. Psicothema. 6(3) 357-366. Disponible en: www.psicothema.com
Martínez-Sánchez F., Montero J. Y De la Cerra J. (2001). Sesgos cognitivos
en el reconocimiento de expresiones emocionales de voz sintética en la
Alexitimia. Psicothema, 2002. 14(2) 344-349. Disponible en: www.psicothema.com
Martínez-Sánchez F. Y Marín J. (1997). Influencia del nivel de Alexitimia
en el procesamiento de estímulos emocionales en una tarea Stroop. Psicothema,
1997. 9(3) 519-527. Disponible en: www.psicothema.com
Martínez-Sánchez, F. (1998). Alexitimia y Represión Emocional: ¿Dos
constructos emocionales diferentes o relacionados? Disponible en:
www.psicología.com
Moral de la Rubia J. Y Retamales R. (2000). Estudio de validación de la
Escala de Alexitimia de Toronto (TAS-20) en muestra española. Revista
electrónica de psicología, Enero 4(1) Disponible en:
http://www.psiquiatria.com/psicolog
Moral de la Rubia J. (2005). Alexitimia, desviación psicopática y
depresión. Un estudio en una población universitaria. Medicina Universitaria,
Julio-Setiembre 7(28) 105-115. Disponible en: www.imbiomed.com
Moral de la Rubia J. (2006). Ubicación de la Alexitimia en relación a los
rasgos psicopatológicos de personalidad del MMPI. Salud Mental. México,
Distrito Federal. Mayo-Junio, 29(3) 41-50. Disponible en:
www.inprf.cd.org.mx/revista_sm/tablas_mostrar.php?fasciculo=02903
Otero J. (1999). Alexitimia, Una Revisión. Revista Asociación Española
Neuropsiquiátrica, 19(72). 587-596. Disponible en: www.pulso.com/aen/index.htm
Organización Mundial de la Salud. Informe mundial sobre drogas 2004.
Disponible en: http://www.unodc.org/pdf/WDR_2004/wdr2004_vol2_spanish.pdf.
Toscano S. (1998). Alexitimia: Características e implicaciones terapéuticas.
Informe de un caso clínico. Revista sanidad militar mexicana, 52(4) 216-219.
Disponible en: www.imbiomed.com.mx/sanidad/inicio.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario