domingo, 26 de julio de 2015


Este es un servicio que ofrecemos a las personas que tienen interés por iniciar una terapia psicológica que esté al alcance de sus posibilidades a cargo de profesionales con formación en psicoterapia cognitiva - conductual.
Pueden hacer sus consultas llamando al 366-3307 o contactarse al 964245884

martes, 21 de julio de 2015

MANIFIESTO Y TABLA PERIÓDICA DE LAS EMOCIONES



“CONVERTIMOS PROBLEMAS COTIDIANOS EN TRASTORNOS MENTALES”

“Convertimos problemas cotidianos en trastornos mentales”
Catedrático emérito de la Universidad de Duke, dirigió la considerada 'biblia' de los psiquiatras

Allen Frances (Nueva York, 1942) dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM), en el que se definen y describen las diferentes patologías mentales. Este manual, considerado la biblia de los psiquiatras, es revisado periódicamente para adaptarlo a los avances del conocimiento científico. El doctor Frances dirigió el equipo que redactó el DSM IV, a la que siguió una quinta revisión que amplió considerablemente el número de entidades patológicas. En su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel, 2014) hace autocrítica y cuestiona que el considerado como principal referente académico de la psiquiatría colabore en la creciente medicalización de la vida.
Pregunta. En el libro entona un mea culpa, pero aún es más duro con el trabajo de sus colegas en el DSM V. ¿Por qué?
Respuesta. Nosotros fuimos muy conservadores y solo introdujimos dos de los 94 nuevos trastornos mentales que se habían sugerido. Al acabar, nos felicitamos, convencidos de que habíamos hecho un buen trabajo. Pero el DSM IV resultó ser un dique demasiado endeble para frenar el empuje agresivo y diabólicamente astuto de las empresas farmacéuticas para introducir nuevas entidades patológicas. No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para hacer creer a médicos, padres y pacientes que el trastorno psiquiátrico es algo muy común y de fácil solución. El resultado ha sido una inflación diagnóstica que produce mucho daño, especialmente en psiquiatría infantil. Ahora, la ampliación de síndromes y patologías en el DSM V va a convertir la actual inflación diagnóstica en hiperinflación.
P. ¿Todos vamos a ser considerados enfermos mentales?
R. Algo así. Hace seis años coincidí con amigos y colegas que habían participado en la última revisión y les vi tan entusiasmados que no pude por menos que recurrir a la ironía: habéis ampliado tanto la lista de patologías, les dije, que yo mismo me reconozco en muchos de esos trastornos. Con frecuencia me olvido de las cosas, de modo que seguramente tengo una predemencia; de cuando en cuando como mucho, así que probablemente tengo el síndrome del comedor compulsivo, y puesto que al morir mi mujer, la tristeza me duró más de una semana y aún me duele, debo haber caído en una depresión. Es absurdo. Hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales.
P. Con la colaboración de la industria farmacéutica...
No supimos anticiparnos al poder de las farmacéuticas para crear nuevas enfermedades
R. Por supuesto. Gracias a que se les permitió hacer publicidad de sus productos, las farmacéuticas están engañando al público haciendo creer que los problemas se resuelven con píldoras. Pero no es así. Los fármacos son necesarios y muy útiles en trastornos mentales severos y persistentes, que provocan una gran discapacidad. Pero no ayudan en los problemas cotidianos, más bien al contrario: el exceso de medicación causa más daños que beneficios. No existe el tratamiento mágico contra el malestar.
P. ¿Qué propone para frenar esta tendencia?
R. Controlar mejor a la industria y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad, que acepta de forma muy acrítica las facilidades que se le ofrecen para medicarse, lo que está provocando además la aparición de un mercado clandestino de fármacos psiquiátricos muy peligroso. En mi país, el 30% de los estudiantes universitarios y el 10% de los de secundaria compran fármacos en el mercado ilegal. Hay un tipo de narcóticos que crean mucha adicción y pueden dar lugar a casos de sobredosis y muerte. En estos momentos hay ya más muertes por abuso de medicamentos que por consumo de drogas.
P. En 2009, un estudio realizado en Holanda encontró que el 34% de los niños de entre 5 y 15 años eran tratados de hiperactividad y déficit de atención. ¿Es creíble que uno de cada tres niños sea hiperactivo?
R. Claro que no. La incidencia real está en torno al 2%-3% de la población infantil y sin embargo, en EE UU están diagnosticados como tal el 11% de los niños y en el caso de los adolescentes varones, el 20%, y la mitad son tratados con fármacos. Otro dato sorprendente: entre los niños en tratamiento, hay más de 10.000 que tienen ¡menos de tres años! Eso es algo salvaje, despiadado. Los mejores expertos, aquellos que honestamente han ayudado a definir la patología, están horrorizados. Se ha perdido el control.
P. ¿Y hay tanto síndrome de Asperger como indican las estadísticas sobre tratamientos psiquiátricos?
R. Ese fue uno de los dos nuevos trastornos que incorporamos en el DSM IV y al poco tiempo el diagnóstico de autismo se triplicó. Lo mismo ocurrió con la hiperactividad. Nosotros calculamos que con los nuevos criterios, los diagnósticos aumentarían en un 15%, pero se produjo un cambio brusco a partir de 1997, cuando las farmacéuticas lanzaron al mercado fármacos nuevos y muy caros y además pudieron hacer publicidad. El diagnóstico se multiplicó por 40.
P. La influencia de las farmacéuticas es evidente, pero un psiquiatra difícilmente prescribirá psicoestimulantes a un niño sin unos padres angustiados que corren a su consulta porque el profesor les ha dicho que el niño no progresa adecuadamente, y temen que pierda oportunidades de competir en la vida. ¿Hasta qué punto influyen estos factores culturales?
Los seres humanos hemos sobrevivido millones de años gracias a la capacidad de afrontar la adversidad
R. Sobre esto he de decir tres cosas. Primero, no hay evidencia a largo plazo de que la medicación contribuya a mejorar los resultados escolares. A corto plazo, puede calmar al niño, incluso ayudar a que se centre mejor en sus tareas. Pero a largo plazo no ha demostrado esos beneficios. Segundo: estamos haciendo un experimento a gran escala con estos niños, porque no sabemos qué efectos adversos pueden tener con el tiempo esos fármacos. Igual que no se nos ocurre recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos. Tercero: tenemos que aceptar que hay diferencias entre los niños y que no todos caben en un molde de normalidad que cada vez hacemos más estrecho. Es muy importante que los padres protejan a sus hijos, pero del exceso de medicación.
P. ¿En la medicalización de la vida, no influye también la cultura hedonista que busca el bienestar a cualquier precio?
R. Los seres humanos somos criaturas muy resilientes. Hemos sobrevivido millones de años gracias a esta capacidad para afrontar la adversidad y sobreponernos a ella. Ahora mismo, en Irak o en Siria, la vida puede ser un infierno. Y sin embargo, la gente lucha por sobrevivir. Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos. Si este comportamiento se generaliza, la sociedad entera se debilitará frente a la adversidad. Además, cuando tratamos un proceso banal como si fuera una enfermedad, disminuimos la dignidad de quienes verdaderamente la sufren.
P. Y ser etiquetado como alguien que sufre un trastorno mental, ¿no tiene también consecuencias?
R. Muchas, y de hecho cada semana recibo correos de padres cuyos hijos han sido diagnosticados de un trastorno mental y están desesperados por el perjuicio que les causa la etiqueta. Es muy fácil hacer un diagnóstico erróneo, pero muy difícil revertir los daños que ello conlleva. Tanto en lo social como por los efectos adversos que puede tener el tratamiento. Afortunadamente, está creciendo una corriente crítica con estas prácticas. El próximo paso es concienciar a la gente de que demasiada medicina es mala para la salud.
P. No va a ser fácil…
R. Cierto, pero el cambio cultural es posible. Tenemos un magnífico ejemplo: hace 25 años, en EE UU el 65% de la población fumaba. Ahora, lo hace menos del 20%. Es uno de los mayores avances en salud de la historia reciente, y se ha conseguido por un cambio cultural. Las tabacaleras gastaban enormes sumas de dinero en desinformar. Lo mismo que ocurre ahora con ciertos medicamentos psiquiátricos. Costó mucho hacer prosperar la evidencia científica sobre el tabaco, pero cuando se consiguió, el cambio fue muy rápido.
P. En los últimos años las autoridades sanitarias han tomado medidas para reducir la presión de los laboratorios sobre los médicos. Pero ahora se han dado cuenta de que pueden influir sobre el médico generando demanda en el paciente.
R. Hay estudios que demuestran que cuando un paciente pide un medicamento, hay 20 veces más posibilidades de que se lo prescriban que si se deja simplemente a decisión del médico. En Australia, algunos laboratorios requerían para el puesto de visitador médico a personas muy agraciadas, porque habían comprobado que los guapos entraban con más facilidad en las consultas. Hasta ese punto hemos llegado. Ahora hemos de trabajar para lograr un cambio de actitud en la gente.
P. ¿En qué sentido?
R. Que en vez de ir al médico en busca de la píldora mágica para cualquier cosa, tengamos una actitud más precavida. Que lo normal sea que el paciente interrogue al médico cada vez que le receta algo. Preguntar por qué se lo prescribe, qué beneficios aporta, qué efectos adversos tendrá, si hay otras alternativas. Si el paciente muestra una actitud resistente, es más probable que los fármacos que le receten estén justificados.
P. Y también tendrán que cambiar hábitos.
R. Sí, y déjeme decirle un problema que he observado. ¡Tienen que cambiar los hábitos de sueño! Sufren ustedes una falta grave de sueño y eso provoca ansiedad e irritabilidad. Cenar a las 10 de la noche e ir a dormir a las 12 o la una tenía sentido cuando hacían la siesta. El cerebro elimina toxinas por la noche. La gente que duerme poco tiene problemas, tanto físicos como psíquicos. 

CONOCE LOS SECRETOS DE LA NEUROCIENCIA


Sabías que tu cerebro es quien se encarga de controlar y regular los estímulos. A través de las neurociencias puedes conocer cómo reaccionas.
El cerebro humano es el centro del sistema nervioso. Es la maravilla más compleja que ha creado la naturaleza y se ha ido desarrollando a lo largo de millones de años, capa tras capa, hasta llegar al cerebro actual. En él se pueden distinguir tres formaciones (triurno) o cerebros independientes pero conectados: el cerebro reptiliano, el paleomamífero o límbico y el neocórtex, según su orden de evolución.
LOS RECUERDOS
Estructuras de pensamiento, miedos, recuerdos, deseos, capacidades y conocimientos: todo lo que se refiere a tu persona se encuentra grabado en una telaraña inmensa formada por células cerebrales. La Red Hebbiana es un circuito específico de neuronas interconectadas que funciona como una hoja de ruta activada mediante estímulos.
Cuando vivís una experiencia, la vivís con una emoción determinada, la cual creará una red hebbiana a través de las neuronas. Esta red representará aquella experiencia en tu cerebro, pero cada vez que la relates, lo harás con una nueva emoción. Por lo tanto, ese registro se va a resignificar y va a modificar el recuerdo que tienes de esa situación particular. Lo que recuerdas, en definitiva, es el registro de la experiencia que viviste y no lo que sucedió.
REPTILIANO: LA SUPERVIVENCIA
En lo profundo del cerebro se encuentra el cerebro reptiliano, su parte más antigua y primitiva. Se encarga principalmente de la supervivencia y los instintos. Allí se procesan las primeras experiencias de vida no verbales, de aceptación o rechazo. Regula las funciones fisiológicas involuntarias como la respiración, la temperatura corporal, la circulación, la homeostasis y el trabajo de las hormonas. Además, lleva a cabo luchas por el territorio y por la reproducción. También regula funciones básicas, como el hambre, la sed y la necesidad de protección.
Esta parte del cerebro se encarga de todo lo relacionado con la acción concreta: no tiene la capacidad de aprender, de sentir, razonar o imaginar un futuro o recordar un pasado. Nos sitúa en el presente y es incapaz de anticipar.
LÍMBICO: EL DESARROLLO EMOCIONAL
Se encuentra sobre el cerebro reptiliano es el lugar donde se almacenan las emociones y los recuerdos. Aquí está guardada la memoria afectiva. Gracias a esta parte del cerebro, tienes la capacidad de desear: se gestan las aspiraciones y los intereses. Está muy relacionado con la motivación, ya que otorga la energía que necesitas para lograr tus metas.
Otra particularidad del cerebro límbico es la facultad de traer el pasado al presente, lo cual permite el proceso de aprendizaje, además de invitarte a tener consideración del pasado.
NEOCÓRTEX: LA EVOLUCIÓN
El neocórtex o corteza cerebral es la última capa en la evolución de millones de años del cerebro humano. Se encuentra por sobre el límbico y su estructura consta de dos hemisferios: el izquierdo y el derecho. Gestiona sentimientos, memorias y procesos intelectuales de un orden superior de entendimiento y análisis. Se fue desarrollando mediante el uso del lenguaje y encarna la adquisición de la consciencia. Otra función es la imaginación; te permite planificar, visualizar y prever futuras consecuencias.
HEMISFERIO CEREBRAL IZQUIERDO
El hemisferio cerebral izquierdo controla la parte derecha del cuerpo humano. Rige la vida intelectual, se encarga de procesar la información analíticamente, de forma lógica y lineal, de manera sucesiva. Su campo de acción es el temporal. Verbaliza, lo cual le permite pensar en palabras y números. Busca la objetividad diferenciando y rotulando lo que ocurre en el entorno para lograr entenderlo. Además, tiene la capacidad de abstraer, lo cual le permite crear hipótesis y hacer ejercicios matemáticos y gramáticos.
HEMISFERIO CEREBRAL DERECHO

El hemisferio cerebral derecho rige la mitad izquierda del cuerpo humano. Este hemisferio comienza por el todo para comprender las partes: según su visión, el mundo es un conjunto, por lo tanto, procesa de manera global. Sintetiza y busca la integración. Su percepción es holística, con un pensamiento analógico y subjetivo. Se expresa de manera arcaica y maneja el lenguaje simbólico. Su principal eje es el espacial y, por lo tanto, está situado en el momento presente. En él se desarrollan las actividades artísticas como la música o la pintura, además de las intuiciones. 

AUGE Y CAÍDA DEL MODELO MÉDICO DE LA PSIQUE


La gran batalla que enfrenta a psicólogos y psiquiatras (y qué implica para la salud)
La ciudadanía apenas entiende qué diferencia a un psiquiatra y un psicólogo. Sí, los primeros son médicos y los segundos no, pero ¿acaso estudian algo distinto?

Cuándo tenemos un problema en la piel visitamos al dermatólogo, y si nuestro niño enferma le llevamos al pediatra, pero ¿qué ocurre si tenemos un problema mental? Aunque sean colectivos históricamente enfrentados, la ciudadanía apenas entiende qué diferencia a un psiquiatra y un psicólogo. Sí, los primeros son médicos y los segundos no, pero ¿acaso estudian cosas distintas? ¿Las enfermedades mentales no surgen siempre de un problema en el cerebro?
“Si le preguntas a un pediatra cuál es su orientación le dejarás estupefacto”, explica a El Confidencial Marino Pérez Álvarez, psicólogo y catedrático de la Universidad de Oviedo y autor del libro Volviendo a la normalidad. La invención del TDAH y del trastorno bipolar infantil (Alianza Ensayo) “Si vas a un psiquiatra o un psicólogo la pregunta no sólo tiene sentido, además tienes que hacerla. Según sea de una u otra corriente va a cambiar mucho como salgas de allí”
Aunque en el mundo de la psicología y la psiquiatría hay una gran pluralidad de enfoques, de sistemas y de tradiciones, en ambas disciplinas pueden distinguirse dos corrientes principales, enfrentadas y casi irreconciliables:
  • El modelo propiamente psicológico, que trata de comprender el comportamiento humano teniendo en cuenta las diversas fuentes de éste, en el contexto de los problemas de la vida y la sociedad.
  • El modelo biologicista (más propio de los psiquiatras), que entienden la enfermedad mental como cualquier otra enfermedad, provocada, en este caso, por un fallo en nuestro cerebro o nuestros genes.
Breve historia de la psicología moderna
La psiquiatría y la psicología experimentaron un notable cambio tras la introducción de los psicofármacos en la década de 1950 y su posterior expansión en la década de los 80 y 90. En el año 1994 se publicaron dos libros que tuvieron un enorme impacto sobre la concepción que la ciudadanía tenía sobre los trastornos mentales: Nación Prozac, de Elizabeth Wurtzel, y Escuchando al Prozac, del psiquiatra Peter Kramer. Aunque desde dos ópticas distintas –la primera, una visión autobiográfica de la depresión; la segunda, un ensayo sobre ésta–, ambos volúmenes (que tuvieron un tremendo éxito) insistían sobre una idea: la extensión y mejora de los fármacos antidepresivos lograría erradicar el trastorno.
La última edición del DSM (la quinta) levantó muchas ampollas debido a la enorme ampliación de categorías diagnósticas, detrás de la que no pocos psicólogos vieron la mano oscura de las farmacéuticas
“Fue un momento culminante de la postura extrema de la medicalización”, explica el psicólogo Luis Muiño. “Según esta idea, los trastornos que todavía no medicamos son aquellos que seguimos investigando, pero habrá un momento en que todo esto se trate con medicación y punto”. Los avances en la genómica y la neurología nos permitirían entender en su totalidad los trastornos mentales, y bastaría intervenir sobre nuestros cerebros y nuestros genes para acabar con la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia o el alzhéimer. La práctica psicológica dejaría de tener sentido.
Pero veinte años después de la eclosión de los psicofármacos, ni se ha acabado con los trastornos mentales, ni ha desaparecido la psicología. Y, sin embargo, muchos psicólogos, psiquiatras, médicos y pacientes, siguen pensando que el tratamiento farmacológico es la mejor solución para la mayoría de nuestros problemas mentales. Una visión que, además, se potencia cada vez que sale una nueva versión del DSM, el manual de diagnóstico de los trastornos mentales conocido como la “Biblia de la psiquiatría”.
La última edición del DSM (la quinta) levantó muchas ampollas debido a la enorme ampliación de categorías diagnósticas, detrás de la que no pocos psicólogos vieron la mano oscura de las farmacéuticas. Pero, pese a las quejas, la mayoría de los trastornos mentales se tratan ya siguiendo sus pautas. “Esta colosal industria está lavando el cerebro a todo el mundo para que tomen pastillas, aunque no las necesiten”, Confidencial Allen Frances, el psiquiatra que había dirigido la anterior versión del DSM, y es hoy uno de los mayores críticos de la nueva edición.
Auge y caída de la posición biologicista
“Cuando se descifró el genoma humano, hace unos años, se pensaba que todas las enfermedades, incluidas las psiquiátricas, estarían identificadas”, explica Pérez Álvarez. Pero aunque es evidente que nada de esto ha ocurrido, lo primero que pensamos la mayoría de nosotros cuando tenemos un problema de tipo psicológico es que este tiene unas explicaciones genéticas o cerebrales. Y lo segundo, que seguro hay un fármaco que puede ayudarnos. “A la gente le vendieron la ideología de la felicidad y todos los inconvenientes son problemas que tienes que corregir con medicación”, asegura el psicólogo.
Pero la realidad es que, como explica el profesor, la medicación no hace más que enmascarar el problema: “Los medicamentos psiquiátricos no corrigen alteraciones neuroquímicas que fueran la causa de los trastornos psicológicos sino que crean una alteración en el cerebro que puede ser favorable a enmascarar o encubrir síntomas psicológicos. Y esto es algo que no es opinable, está establecido en la psicofarmacología, pero está muy mal entendido por parte de la gente y me temo que por algunos psiquiatras”.
En opinión de Pérez Álvarez, es un error tratar los trastornos psicológicos como enfermedades convencionales: “No pueden entenderse en términos biológicos u orgánicos aunque sea el cerebro el órgano de referencia sino que tienen otro tipo de naturaleza, de contexto y de explicación. Hoy se sabe más del cerebro que nunca en la historia de la ciencia, pero no por eso se sabe más de los trastornos psicológicos. El problema lo tienen los psiquiatras que quieren funcionar a imagen de cualquier especialidad médica y toman el cerebro como un órgano, como el páncreas con relación a la hepatitis. Pero las relaciones del páncreas con la hepatitis no son las mismas que las relaciones del cerebro con la depresión, la ansiedad o la esquizofrenia”.
Somos el resultado de genes y ambiente, y por ambiente podemos entender todo, desde el clima, la dieta o la educación que recibimos
Esto no quiere decir que el cerebro no juegue su papel. Como es lógico, todos los problemas psicológicos, todas las conductas, tienen necesariamente una base fisiológica. César Nombela, exdirector del CSIC, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y reputado microbiólogo y farmacéutico, está convencido de que el avance de la genética y la neurología nos ayudará a comprender mejor algunas enfermedades mentales. Lo que no quiere decir que esto vaya a sustituir el trabajo del psicólogo.
“Evidentemente nuestros genes influyen en lo que somos y cómo somos pero en absoluto lo determinan totalmente”, explica Nombela. “Tenemos toda la vida los genes con los que nacemos. No podemos cambiar nuestra genética, pero eso no quiere decir que todo esté predeterminado. El propio fundamento y naturaleza de los genes hacen que estén sujetos a determinadas modificaciones epigenéticas que afectan a su propio funcionamiento de una forma bastante clara. De ahí que la genética tenga que ser complementada con los estudios epigenéticos de los que todavía sabemos bastante poco. Somos el resultado de genes y ambiente, y por ambiente podemos entender todo, desde el clima, la dieta o la educación que recibimos”.
¿Nos hemos pasado recetando fármacos?
El TDAH es quizás el trastorno más polémico y que más debate ha generado en la comunidad médica, no sólo porque para muchos es un ejemplo claro de sobremedicalización, sino porque afecta a los más débiles: los niños. “Hay lugares donde se calcula que la tasa de hiperactivos es del 30% y coincide que en esos lugares hay clínicas potentes donde se está recetando Concerta [un psicoestimulante dirigido a tratar el TDAH]. Lo normal parece ser hiperactivo, tendrían que medicar a los demás”, asegura Muiño.
Desde el punto de vista de las bases biológicas nos queda mucho por saber. Y para lograr una farmacología precisa no digamos
En opinión de Pérez Álvarez, el modelo psiquiátrico dominante, biologicista, tiene el favor de la industria farmacéutica, y juntos promueven unos medicamentos que no están solucionando ningún problema, sino creando otros nuevos. “La psicofarmacología está viviendo de lo que se descubrió por casualidad hace 40 años”, asegura el psicólogo. “No hay nada nuevo, más que eslóganes”.
Una opinión radicalmente opuesta a la de Nombela, que asegura que los psicofármacos han vivido “un progreso espectacular”. En su opinión, “los medicamentos de los que dispone un psiquiatra para tratar desde el trastorno bipolar a las depresiones no tienen nada que ver con lo que tenían hace 30 años”. No sólo se han reducido sus efectos secundarios y su agresividad: son en conjunto más eficaces.
¿Y no hay excesos? “Una afirmación de carácter general no tiene sentido”, asegura el catedrático. “Que haya casos en los que se abuse de los fármacos puede ser, desde clínicos que lo impongan demasiado el abuso propio de mucha gente. Evidentemente es un terreno de la medicina que todavía puede progresar mucho pero no se puede zanjar diciendo que no sirve para nada”.
Nombela cree que existe cierto radicalismo entre psicólogos y psiquiatras, y los científicos como él, que no son una cosa ni la otra, pueden ofrecer una visión más neutra: “Desde el punto de vista de las bases biológicas nos queda mucho por saber. Y para lograr una farmacología precisa no digamos. Yo sigo pensando que sabemos muchísimo, podemos dar un simposio entero sobre un gen y como podría influir en el alzhéimer. Y al final, ¿hemos resuelto el alzhéimer? No señor. Y no podemos prescindir de la atención psicológica a estos enfermos. El cerebro es plástico y como es plástico no sólo responde a fármacos, también responde a otros estímulos. Y ahí es donde los psicólogos tienen que trabajar”.

Quizás, como asegura Muiño, por mucho que haya avanzado la genética y la neurología, el psicólogo sigue teniendo el mismo papel que hace 30 o 40 años: “Yo siempre he sentido la psicología como una tecnología, y dudo que alguien que haya trabajado mucho tiempo como psicoterapeuta no piense lo mismo. Es una cosa que tiene una utilidad determinada y te formas para buscar instrumentos para esa utilidad. Freud que es el fundador de la salud mental creía en un modelo biológico, ibas al psicoanalista como ibas al médico, te decía ‘te pasa esto esto y esto’, te lo creías y te ibas a casa. Eso ya no ocurre, ni va a ocurrir”.

viernes, 10 de julio de 2015

Henri Wallon




(París, 1879 - 1963) Psicólogo y pedagogo francés. Wallon consagró sus investigaciones a la psicología del niño, cuyo desarrollo está influido, a su parecer, por la maduración biológica y por el medio social; desarrollo que no es continuo, sino que está sembrado de crisis que provocan una continua reorganización. Describió el desarrollo mental del niño como una sucesión de estadios, deteniéndose en el análisis de los aspectos cognitivos, biológicos, afectivos y sociales. Junto con el suizo Jean Piaget y el bielorruso Lev Vigotsky, es considerado como una de las figuras clave de la moderna psicología infantil.
Cursó sus estudios superiores en la Escuela Normal Superior de París, donde obtuvo los títulos de licenciado en filosofía (1902) y medicina (1908). En 1914, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, sirvió en el ejército francés en calidad de facultativo, y pasó varios meses destacado en el frente. Durante este intenso período de su vida tuvo ocasión de analizar a fondo algunas de las lesiones cerebrales de los soldados que caían heridos o de los que habían resultado muertos en combate, estudios que luego aplicaría a su labor como neurólogo. Por esa misma época, asqueado de la guerra, comenzó a definir claramente su pensamiento político, contrario al fascismo y a cualquier forma de ideología totalitaria, acercándose a las posiciones de la izquierda progresista francesa.
Después de la guerra, Henri Wallon trabajó como médico en varias instituciones psiquiátricas, ocupación que desempeñaría hasta 1931. Al mismo tiempo se fue adentrando en el estudio de la psicología del niño, y, dentro de esta parcela, se interesó vivamente por los problemas de la educación. Entre 1920 y 1937 impartió numerosos cursos y conferencias sobre estas materias en la Universidad de la Sorbona (París). Allí fundó en 1925 el Laboratorio de Psicobiología del Niño, que pronto alcanzaría prestigio internacional.
Ese mismo año obtuvo el grado de doctor en Psicología con una tesis centrada en la educación de niños problemáticos, cuyo contenido habría de convertirse en la base de una de sus obras más célebres: El niño turbulento (1945). Tras la redacción de esta tesis doctoral, inició un fecundo período de investigaciones que arrojó obras tan relevantes como Evolución psicológica del niño (1941), Del acto al pensamiento (1942), Los orígenes del pensamiento en el niño (1947) y Los orígenes del carácter en el niño (1949).
Paralelamente, Wallon desarrolló una cada vez más intensa actividad política. En 1931 viajó a Moscú, donde se le invitó a incorporarse al Círculo de la Nueva Rusia, integrado por un grupo de científicos y humanistas consagrados al estudio del materialismo dialéctico. Cinco años después intervino activamente en París en la creación de un Comité Internacional de Coordinación de la Ayuda para la España Republicana, organizado a partir de una reunión de la Conferencia Europea que había tenido lugar el 13 de agosto de 1936. Wallon fue uno de los intelectuales que, junto a escritores como André Malraux y Jean Cassou y científicos como Irène y Jean Frédèric Joliot-Curie, se sumaron con entusiasmo a esta iniciativa, presidida por el filósofo Víctor Basch y el físico Paul Langevin.
En 1937, Wallon asumió la presidencia de la OIE (Office Internacional pour l'Enfance), una comisión creada en defensa de los derechos del niño, que puede considerarse como una de las instituciones precursoras de la UNESCO. Por sus ideas progresistas y antitotalitarias fue perseguido durante la Segunda Guerra Mundial por la Gestapo, lo que le obligó a vivir en la clandestinidad durante un prolongado período de tiempo. Cada vez más convencido de la necesidad de combatir el fascismo desde posiciones marxistas, en 1942 se afilió al Partido Comunista Francés (del que ya se había declarado simpatizante), vinculación que mantuvo hasta el final de sus días.
Inmediatamente después de la guerra participó en la elaboración de un proyecto de reforma de la enseñanza basado en la igualdad de oportunidades, la formación permanente del profesorado y la consideración de las capacidades y condiciones sociales del niño, proyecto que finalmente el gobierno no llevó a la práctica. Director de Instituto de Psicología de la Universidad de París, Wallon fundó en 1948 la revista Enfance, que pronto se convirtió en una de las publicaciones de pedagogía y psicología infantil más influyentes.
Para describir el desarrollo intelectual y emocional del niño, Wallon se basó en el materialismo dialéctico y en sus propias observaciones clínicas, rechazando de plano las aportaciones psicológicas (o, según él, parapsicológicas) de Sigmund Freud, a las que tachaba de decadentes y complacientes con el pensamiento burgués. Wallon partió de la comparación de las diversas etapas del desarrollo motriz e intelectual del niño sano con el bloqueo mental y las insuficiencias funcionales del menor minusválido. De ahí que su obra haya sido definida como una psicobiología de naturaleza genética, comparativa, dialéctica y materialista.
Según Wallon, el niño experimenta durante su crecimiento diversas crisis y conflictos que implican un reajuste, una nueva organización de las estructuras mentales, en la que cobran singular importancia los fenómenos de maduración del sistema nervioso. Aunque las ideas de ambos no son dispares, Wallon mantuvo ciertas controversias Jean Piaget, sobre todo en lo relativo a las transiciones entre cada uno de los estadios del desarrollo. Según el suizo, cada uno de estos estadios ha de haber concluido en todos sus dominios antes de que sobrevenga el siguiente. Wallon estima que los estadios se imbrican y superponen entre sí de un modo complejo, marcados por crisis (como en la adolescencia), oposiciones al cambio y otros factores.
En el paso de un estadio a otro, según Wallon, hay una fase de transformación que, en el mejor de los casos, está siempre dominada por un conflicto: la necesidad de valorar y elegir entre el estadio anterior y siguiente. Wallon contempla cada uno de estos estadios como un territorio que, por una parte, hunde sus raíces en la fase anterior, y, por otra parte, se proyecta hacia la venidera. Todo ello se imbrica en profundos condicionantes sociales y en factores biológicos tan decisivos como el de la maduración del sistema nervioso. Esta visión del desarrollo infantil tiene en cuenta toda la riqueza y complejidad del proceso, y plantea algunos problemas de difícil o imposible resolución, como el de establecer una serie de indicaciones precisas según la edad del menor.

miércoles, 8 de julio de 2015

Taller de Habilidades Sociales

Para los interesados a este Taller Vivencial pueden comunicarse al correo: jlskpe@gmail.com

La adicción como enfermedad


Uno de los problemas más grandes en el estudio de la adicción, es de que a pesar de la gran cantidad de información y estudios científicos de las últimas décadas, todavía la población general persiste en cultivar ciertos mitos acerca de la adicción, que dificultan su comprensión y tratamiento. Uno de esos mitos es de que la adicción proviene de una falla moral o de una personalidad defectuosa, y que esto es así porque el adicto es fundamentalmente "inmoral" o "malo" y merece castigo.

Es comprensible que las personas expuestas a la adicción de otros se impacten con el comportamiento totalmente ilógico del adicto, especialmente si son testigos del deterioro progresivo de un familiar o persona cercana afectivamente. Sin embargo, es precisamente ese comportamiento distorsionado el que es sintomatológico de la enfermedad de la adicción.

Los estudios más recientes demuestran que el cerebro de las personas adictas es un cerebro que ha cambiado neuroquímicamente. Ese cambio neuroquímico se manifiesta en una alteración de los procesos cognitivos y de la conducta, especialmente de aquellos patrones de conducta asociados con la búsqueda y consumo de drogas.

Las personas que han desarrollado una adicción, tienen una química cerebral secuestrada que cada vez hace más difícil que el enfermo controle su consumo de drogas. Por otro lado este descontrol bioquímico se acompaña de una creciente defensividad psicológica, que en cierta forma va despegando al adicto de la realidad que esta viviendo, de manera selectiva. Este autoengaño produce una falta de conciencia de las posibles consecuencias que volver a consumir traerá, minimizando así los costos personales y sociales.

Estos cambios se hacen de manera progresiva y selectiva, de modo que existen varias fases del proceso adictivo y en casi todas las personas puede conservar su inteligencia y la habilidad para funcionar excepto en asuntos relacionados con su consumo.

De este modo, la compulsión o descontrol del consumo, se presenta cuando el adicto comienza a ingerir la sustancia y produce una pérdida de control del consumo, lo que se traduce en la ingestión de grandes cantidades de sustancias, inversión de mucho tiempo y energía en el consumo y todas las consecuencias que esto genera en las relaciones personales y las responsabilidades de la persona.

Esto no significa que los adictos no sean responsables por lo que ellos hacen, sino que su conducta adictiva es el reflejo de cambios patológicos en la bioquímica del cerebro.

Estos cambios bioquímicos son producidos por la estimulación del cerebro predispuesto genéticamente del adicto, que genera una reacción exagerada al consumo y que distorsiona el sistema neural de la recompensa y los instintos, por ende la conducta.

La situación es similar a la del paciente que sufre de diabetes mellitus, la cual se produce por un desorden en el mecanismo de acción de la insulina y de la regulación de la glucosa en el cuerpo.

Es interesante que enfermedades tales como los desordenes cardíacos, son manejados con estrategias integrales y un grado de comprensión que incluye la prevención, intervención y tratamiento, de manera que a nadie se le ocurriría si quiera pensar que, un paciente con un infarto, merece ser castigado por haber tenido tan poco cuidado con su dieta, y menos sugerir de que no merece tratamiento.

Por otro lado, condiciones tan estigmatizadas inicialmente, como el VIH y el SIDA, han sido rápidamente entendidas y aceptadas como enfermedades tratables, y el estigma ha quedado relegado a los obtusos que se empeñan en no entender la realidad en la que viven.

La adicción es una enfermedad que es tan antigua como el hombre mismo y la cantidad de personas afectadas directa o indirectamente por esta enfermedad es mayúscula.

Los estudios realizados confirman una predisposición genética, cambios Neuroquímicos precisos, un curso y sintomatología predecibles y buena respuesta al tratamiento.

De los grandes pasos que se han dado en este sentido se incluyen la elaboración de los criterios diagnósticos para dependencia química del DSM-IV e ICD-10, y el establecimiento de la Medicina de la Adicción como una nueva especialidad médica en 1987 por la Asociación Americana de Medicina de la Adicción (ASAM) y la Asociación Americana de Medicina (AMA).

Aun así, los sistemas de salud pública, continúan en negación, resistiéndose a ver la evidencia científica actual, negándose a incluir en sus presupuestos los tratamientos para los enfermos de adicción y sus familias.

En el tratamiento de la adicción el concepto de enfermedad proviene de la evidencia clínica a lo largo de décadas, de la investigación científica y de la correcta práctica médica. Además resulta útil para lograr la autocomprensión que los pacientes necesitan para poder recuperarse. Ayuda a eliminar el estigma asociado y se abren las posibilidades de atención en salud para un problema que, sin duda, se ha convertido en uno de los problemas de salud pública más importantes de este siglo.

FUENTE: Adicción/Sistemas Jóvenes/Gonzalo Aizpún
http://adiccion.sistemasjovenes.com.ar/enfermedad-adiccion.htm  

Miedo a salir de casa (Ataque de Pánico)


"Salí a la calle, como cada día, para ir de compras. Entré en el supermercado, llené el carrito con lo que me interesaba y fui a pagar. En la caja había cola y comencé a experimentar como un ahogo, un nudo en el pecho y sudores fríos. Sudando, pagué y me marché a buscar a los niños al colegio. Por la calle sentía taquicardia y mareo con sólo pensar que podía caer al suelo fulminada en cualquier momento. Pensaba que me cogía un ataque al corazón o algo así. Fue terrible. Conseguí llegar a la escuela. Esperando a mis niños, me fui tranquilizando y se me pasó el malestar. Al llegar a casa, pensé en lo que me había pasado y quedé preocupada. A lo largo de los meses siguientes se fueron repitiendo estos episodios de malestar extremo una y otra vez: en el mercado, por la calle, al ir de compras, en el autobús e incluso en casa. De todas formas, la mayoría de las veces me encontraba mal fuera de casa o cuando cogía algún transporte. Fui cogiendo miedo a salir sola de casa. Si iba con mi marido o con alguno de mis hijos, aún podía soportarlo. Pero sola me fue cada vez más difícil salir, hasta que decidí no hacerlo ya que cada vez la pasaba peor. Tenía miedo a pasarla tan mal. Creía tener algún problema en el corazón". 
Esta señora presenta una crisis de pánico. Según el psicólogo norteamericano David Barlow, el 35,9% de la población padece una o dos crisis de pánico anualmente parecidas a ésta. Si el miedo se generaliza a diversas situaciones y lugares, estas crisis derivan en una agorafobia.
Muchas personas, en algunos momentos de sus vidas, presentan este trastorno que les crea problemas o incluso las incapacita para salir de casa si no van acompañadas. Aun así, experimentan miedos, angustia en forma de taquicardias, sudoración y sensación de desmayarse o perder el control, e incluso sensación de muerte inminente. Ante esta situación, las personas que la padecen van limitando sus salidas por el miedo a tener miedo. Cuando visitan diferentes especialistas médicos se descarta totalmente algún problema físico. Y es que estas personas sanas físicamente, están padeciendo agorafobia, un trastorno psicológico que hace que el mero hecho de salir a la calle sea una montaña, ya que experimentan terror, angustia y un malestar total, tanto físico como psicológico. 
Si no buscan una solución irán arrastrando esta sintomatología a lo largo de su vida, afianzando una personalidad fóbica que impedirá una vida normal y una buena calidad de vida. Así, un trastorno puntual en sus vidas puede transformarse en una ansiedad y un malestar crónico de larga duración si no acuden a un especialista. 
Afortunadamente la psicología actual conoce y trata esta sintomatología de forma efectiva. La solución es enfrentarse al miedo mediante una práctica programada, es decir, aplicando sesiones de afrontamiento y analizando y estructurando las interpretaciones catastrofistas de las reacciones fisiológicas. Así, conseguiremos ir controlando el trastorno. Al final del tratamiento, el cliente habrá concluido una larga pesadilla y los objetivos de vivir sin angustia y aumentar nuestra calidad de vida se habrán cumplido. 
De todas formas, y a pesar de que la información sobre las crisis de pánico y la agorafobia es cada vez mayor, aún hay gente que las padece que desconoce qué es lo que le pasa, colapsando servicios de urgencia o consultas de medicina general. 

domingo, 5 de julio de 2015

PROGRAMA DE TRATAMIENTO GRUPAL PARA EL MANEJO DE LA ANSIEDAD


EL TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO: 9 MITOS

En parte gracias a la televisión, solemos relacionar al Trastorno por Estrés Postraumático con los veteranos de guerra. Tal vez muchos de los que lean esto pueden recordar la escena de una película o serie en la que el soldado vuelve a casa y tiene problemas para retomar su vida con los recuerdos de todo lo vivido en la guerra. Pero ¿esto les pasa solo a las personas que fueron a la guerra? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Afecta a todos o sólo a algunos? ¿Tiene tratamiento? Puedes encontrar respuesta a esos interrogantes y enterarte de otros datos interesantes relacionados al TEPT en este artículo.
Repasemos primero los síntomas:
Los criterios son sacados del DSM V que considera que aplican para personas desde los 7 años en adelante:
Criterio A: Exposición a muerte o amenaza de muerte, lesiones severas o violencia sexual en una (o más) de las siguientes formas:
  1. Experimentación directa del/los evento/s traumático/s.
  2. Ser testigo del/los evento/s mientras le ocurren a otro.
  3. Enterarse de que el/los evento/s traumático/s le pasaron a un familiar o amigo cercano. En caso de muerte o amenaza de muerte a un familiar o amigo cercano, los eventos tienen que ser violentos o accidentales.
  4. Experimentar exposición repetida o extrema a detalles aversivos del/los evento/s traumático/s
El riesgo de padecerlo depende en parte en una combinación de factores de riesgo y factores de resiliencia
Criterio B: Presencia de uno (o más) de los siguientes síntomas intrusivos asociados con el/los evento/s traumático/s, que comienzan luego de que el/los evento/s traumático/s ocurrieron:
  1. Recuerdos estresantes recurrentes, involuntarios e intrusivos del/los evento/s traumático/s (en niños pueden haber juegos cuyo tema recurrente sea el evento traumático).
  2. Sueños estresantes recurrentes, cuyo tema sea el/los evento/s traumático/s (en niños pueden darse sueños que los atemoricen pero sin contenido reconocible).
  3. Reacciones disociativas (flashbacks por ejemplo), en las que el individuo actúa como si el evento traumático estuviera re-ocurriendo (la expresión más extrema es la pérdida de conciencia del ambiente que lo rodea).
  4. Estrés intenso o prolongado al ser expuestos a señales internas o externas que simbolicen o guarden similitud con algún aspecto del evento.
  5. Marcadas reacciones fisiológicas al ser expuestos a señales internas o externas que simbolicen o guarden similitud con algún aspecto del evento.
Criterio C: Evitación persistente de estímulos asociados con el evento traumático, comenzando luego de que se da el mismo, evidenciado por la presencia de uno o ambos los siguientes:
  1. Evitación o esfuerzo por evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos estresantes asociados cercanamente al evento traumático.
  2. Evitación o esfuerzos por evitar recordatorios externos (objetos, actividades, conversaciones, personas, etc.) que evocan pensamientos, recuerdos o sentimientos estresantes relacionados al evento.
Criterio D: Alteraciones negativas cognitivas y del estado de ánimo asociadas al suceso(s) traumático(s), que comienzan o empeoran después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:
1. Incapacidad de recordar un aspecto importante del suceso(s) traumático(s) (debido típicamente a amnesia disociativa y no a otros factores como una lesión cerebral, alcohol o drogas).
2. Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas sobre uno mismo, los demás o el mundo (p. ej., “Estoy mal,” “No puedo confiar en nadie,” “El mundo es muy peligroso,” “Tengo los nervios destrozados”).
3. Percepción distorsionada persistente de la causa o las consecuencias del suceso(s) traumático(s) que hace que el individuo se acuse a sí mismo o a los demás.
4. Estado emocional negativo persistente (p. ej., miedo, terror, enfado, culpa o vergüenza).
5. Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas.
6. Sentimiento de desapego o extrañamiento de los demás.
7. Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (p. ej., felicidad, satisfacción o sentimientos amorosos).
Criterio E: Alteración importante de la alerta y reactividad asociada al suceso(s) traumático(s), que comienza o empeora después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:
1. Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresan típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos.
2. Comportamiento imprudente o autodestructivo.
3. Hipervigilancia.
4. Respuesta de sobresalto exagerada.
5. Problemas de concentración.
6. Alteración del sueño (p. ej., dificultad para conciliar o continuar el sueño, o sueño inquieto).
Los eventos traumáticos pueden cambiar el funcionamiento cerebral
Criterio F: La duración de la alteración (Criterios B, C, D y E) es superior a un mes.
Criterio G: La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento del sujeto.
Criterio H: La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., medicamento, alcohol) o a otra afección médica.
1° Mito: El TEPT solo afecta a las personas que son débiles
No es cuestión de fortaleza o aguante emocional. Hay un número de factores que juegan un rol con respecto a si una persona que pasó por un trauma desarrollará o no dicho trastorno. El riesgo de padecerlo depende en parte en una combinación de factores de riesgo y factores de resiliencia.
Entre los factores de riesgo podemos encontrar tener historia de enfermedad mental y no hablar con nadie sobre el trauma ni buscar apoyo.
Por otro lado, factores de resiliencia que sirven como elementos protectores son: buscar apoyo de amigos o familiares luego del trauma, aprender a afrontar de forma saludable, unirse a un grupo de apoyo y sentirse bien sobre la propia reacción al trauma.
2° Mito: El TEPT causa conductas violentas.
La mayoría de las personas con TEPT no son peligrosas. Investigaciones muestran que cuando los factores de riesgo correlacionados con TEPT se toman en cuenta, la asociación entre el mismo y las conductas violentas cae significativamente. Hay una amplia variedad de factores de riesgo, como abuso de alcohol, drogas y otros trastornos psiquiátricos que juegan roles claves en la relación entre el TEPT y las conductas violentas.
Los síntomas del TEPT pueden ir y venir y variar en intensidad con el tiempo
3° Mito: El TEPT solo está en la cabeza de la persona.
Los eventos traumáticos pueden cambiar el funcionamiento cerebral. El TEPT lleva a cambios medibles a nivel cerebral y corporal luego de que una persona ha sido expuesta a un trauma.
Investigadores han encontrado que tres áreas del cerebro son diferentes en pacientes con TEPT: el hipocampo, la amígdala y la corteza medial prefrontal. La amígdala es donde se encuentran las emociones y las reacciones entre sí, y en las personas con TEPT, tiende a sobre-reaccionar a cosas que tienen que ver con el trauma. Con respecto al hipocampo (que controla las emociones), investigaciones muestran que los flashbacks que presenta un paciente con TEPT pueden deberse a fallas en el cerebro al tratar de controlar reacciones de estrés relacionadas al trauma
4° Mito: El TEPT no es tratable
En verdad es muy tratable, incluso si no es completamente curable en todos. Este trastorno es frecuentemente tratado con drogas, Terapia Conductual y otros abordajes.
Muchas formas de counseling han probado ser efectivas en tratar el TEPT, incluyendo la terapia de exposición y la terapia conductual.  La FDA (Food and Drug Administration o Administración de Drogas y Alimentos) ha aprobado dos medicamentos para tratar el trastorno: sertralina y paroxetina. Ambos son antidepresivo y pueden ayudar a controlar síntomas emocionales del TEPT como la tristeza, la ira y la ansiedad. Hay evidencias de que la meditación puede ayudar a individuos con TEPT también. Los tratamientos son diferentes para cada persona y a veces se necesita probar varias combinaciones de tratamientos para ver qué funciona.
5° Mito: Los síntomas del TEPT desaparecen cuando la persona se cura del trauma
Los síntomas del TEPT pueden ir y venir y variar en intensidad con el tiempo. El estrés puede exacerbar los síntomas de una persona con TEPT.
Cosas que le recuerden al trauma, incluso luego de pasados muchos años puede hacer que resurjan síntomas que llevan dormidos mucho tiempo.
Re-experimentar el trauma es común en personas con TEPT. Pueden experimentar las mismas emociones o incluso sensaciones físicas que los acompañaron el trauma. No es posible para ellos controlar la re-experimentación del trauma.
6° Mito: Las personas empiezan a sufrir síntomas de TEP justo después del trauma
Los síntomas suelen aparecer en los primeros meses luego de un evento traumático, pero a veces pueden hacerlo años después.
Muchas personas con TEPT vuelven a experimentar el trauma a través de pesadillas, flashbacks o pensamientos de miedo o enojo. Pueden hacer un esfuerzo por evitar cualquier cosa que dispare esos sentimientos recurrentes de trauma, sentirse alienadas o perder interés en cosas que antes si les interesaban, volverse más agresivos, autodestructivos o hipervigilantes. Se diagnostica TEPT cuando múltiples síntomas han durado por más de un mes.
El TEPT es una condición que afecta a las personas que han pasado por traumas significativos
7° Mito: Todos tienen alguna clase de TEPT
Ciertamente la mayoría de las personas pasará por alguna clase de trauma en sus vidas. Cerca del 60% de los hombres y el 50% de las mujeres experimentará al menos un trauma en sus vidas. Pero un porcentaje más pequeño es el que realmente desarrolla TEPT (10% de las mujeres y 4% de los hombres).
Las personas que experimentan un trauma pero no desarrollan un TEPT, pueden desarrollar sin embargo un síntoma de esta condición. Pero la APA tiene una idea estricta sobre lo que califica como TEPT. Para ser diagnosticado con dicho trastorno, un individuo debe manifestar una combinación de los síntomas que deben durar por más de un mes. Así que, aunque es común experimentar un trauma es relativamente raro desarrollar un TEPT.
8° Mito: TEPT solo afecta a los veteranos de guerra
El TEPT es una condición que afecta a las personas que han pasado por traumas significativos. Los humanos han sido perseguidos por los traumas por mucho tiempo, pero el Trastorno por Estrés Postraumático no se oficializó como diagnóstico hasta el año 1980. Los soldados que combatieron en la Guerra Civil en Estados Unidos, en quienes era común observar lo que hoy conocemos como ansiedad y ataques de pánico (síntomas de TEPT) eran diagnosticados con “corazones irritables”. Las tropas en la Primer Guerra Mundial tenían “neurosis de guerra” o “fatiga de combate”. No fue hasta que los soldados volvían de Vietnam exhibiendo síntomas de la condición en masa, que se agregó al TEPT en el DSM.
La percepción del trastorno siempre ha sido centrada en soldados, pero cualquier persona puede desarrollar un TEPT. Ya sea por haber vivido un combate, abuso infantil, violaciones o un accidente de auto. Sin embargo, la mayoría de las personas que experimentan alguna clase de estrés significativo no desarrollan TEPT. Las mujeres tienen más del doble de probabilidades de desarrollar TEP que los hombres; el 10% de las mujeres y el 4% de los hombres lo tienen en algún punto de sus vidas
9° Mito: No es una herida, así que no requiere atención médica
El trauma puede causar daños físicos, pero no siempre lo hace. No es necesario que estés físicamente lastimado o herido para desarrollar un TEPT.
Incluso aunque no haya una herida física, el TEPT es signo de una lesión que generalmente requiere atención profesional. Algunos síntomas pueden ser agudos y desaparecer rápidamente sin ayuda de un profesional. Pero muchas personas con TEPT encuentran que su vida ha sido desbaratada por los síntomas y requieren ayuda de profesionales de la salud. Para superar el trastorno y recuperar el control sobre sus vidas, estos individuos generalmente necesitan tiempo, apoyo y tratamiento dirigido.

Fuente:
Vox
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Washington, DC