viernes, 10 de julio de 2015

Henri Wallon




(París, 1879 - 1963) Psicólogo y pedagogo francés. Wallon consagró sus investigaciones a la psicología del niño, cuyo desarrollo está influido, a su parecer, por la maduración biológica y por el medio social; desarrollo que no es continuo, sino que está sembrado de crisis que provocan una continua reorganización. Describió el desarrollo mental del niño como una sucesión de estadios, deteniéndose en el análisis de los aspectos cognitivos, biológicos, afectivos y sociales. Junto con el suizo Jean Piaget y el bielorruso Lev Vigotsky, es considerado como una de las figuras clave de la moderna psicología infantil.
Cursó sus estudios superiores en la Escuela Normal Superior de París, donde obtuvo los títulos de licenciado en filosofía (1902) y medicina (1908). En 1914, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, sirvió en el ejército francés en calidad de facultativo, y pasó varios meses destacado en el frente. Durante este intenso período de su vida tuvo ocasión de analizar a fondo algunas de las lesiones cerebrales de los soldados que caían heridos o de los que habían resultado muertos en combate, estudios que luego aplicaría a su labor como neurólogo. Por esa misma época, asqueado de la guerra, comenzó a definir claramente su pensamiento político, contrario al fascismo y a cualquier forma de ideología totalitaria, acercándose a las posiciones de la izquierda progresista francesa.
Después de la guerra, Henri Wallon trabajó como médico en varias instituciones psiquiátricas, ocupación que desempeñaría hasta 1931. Al mismo tiempo se fue adentrando en el estudio de la psicología del niño, y, dentro de esta parcela, se interesó vivamente por los problemas de la educación. Entre 1920 y 1937 impartió numerosos cursos y conferencias sobre estas materias en la Universidad de la Sorbona (París). Allí fundó en 1925 el Laboratorio de Psicobiología del Niño, que pronto alcanzaría prestigio internacional.
Ese mismo año obtuvo el grado de doctor en Psicología con una tesis centrada en la educación de niños problemáticos, cuyo contenido habría de convertirse en la base de una de sus obras más célebres: El niño turbulento (1945). Tras la redacción de esta tesis doctoral, inició un fecundo período de investigaciones que arrojó obras tan relevantes como Evolución psicológica del niño (1941), Del acto al pensamiento (1942), Los orígenes del pensamiento en el niño (1947) y Los orígenes del carácter en el niño (1949).
Paralelamente, Wallon desarrolló una cada vez más intensa actividad política. En 1931 viajó a Moscú, donde se le invitó a incorporarse al Círculo de la Nueva Rusia, integrado por un grupo de científicos y humanistas consagrados al estudio del materialismo dialéctico. Cinco años después intervino activamente en París en la creación de un Comité Internacional de Coordinación de la Ayuda para la España Republicana, organizado a partir de una reunión de la Conferencia Europea que había tenido lugar el 13 de agosto de 1936. Wallon fue uno de los intelectuales que, junto a escritores como André Malraux y Jean Cassou y científicos como Irène y Jean Frédèric Joliot-Curie, se sumaron con entusiasmo a esta iniciativa, presidida por el filósofo Víctor Basch y el físico Paul Langevin.
En 1937, Wallon asumió la presidencia de la OIE (Office Internacional pour l'Enfance), una comisión creada en defensa de los derechos del niño, que puede considerarse como una de las instituciones precursoras de la UNESCO. Por sus ideas progresistas y antitotalitarias fue perseguido durante la Segunda Guerra Mundial por la Gestapo, lo que le obligó a vivir en la clandestinidad durante un prolongado período de tiempo. Cada vez más convencido de la necesidad de combatir el fascismo desde posiciones marxistas, en 1942 se afilió al Partido Comunista Francés (del que ya se había declarado simpatizante), vinculación que mantuvo hasta el final de sus días.
Inmediatamente después de la guerra participó en la elaboración de un proyecto de reforma de la enseñanza basado en la igualdad de oportunidades, la formación permanente del profesorado y la consideración de las capacidades y condiciones sociales del niño, proyecto que finalmente el gobierno no llevó a la práctica. Director de Instituto de Psicología de la Universidad de París, Wallon fundó en 1948 la revista Enfance, que pronto se convirtió en una de las publicaciones de pedagogía y psicología infantil más influyentes.
Para describir el desarrollo intelectual y emocional del niño, Wallon se basó en el materialismo dialéctico y en sus propias observaciones clínicas, rechazando de plano las aportaciones psicológicas (o, según él, parapsicológicas) de Sigmund Freud, a las que tachaba de decadentes y complacientes con el pensamiento burgués. Wallon partió de la comparación de las diversas etapas del desarrollo motriz e intelectual del niño sano con el bloqueo mental y las insuficiencias funcionales del menor minusválido. De ahí que su obra haya sido definida como una psicobiología de naturaleza genética, comparativa, dialéctica y materialista.
Según Wallon, el niño experimenta durante su crecimiento diversas crisis y conflictos que implican un reajuste, una nueva organización de las estructuras mentales, en la que cobran singular importancia los fenómenos de maduración del sistema nervioso. Aunque las ideas de ambos no son dispares, Wallon mantuvo ciertas controversias Jean Piaget, sobre todo en lo relativo a las transiciones entre cada uno de los estadios del desarrollo. Según el suizo, cada uno de estos estadios ha de haber concluido en todos sus dominios antes de que sobrevenga el siguiente. Wallon estima que los estadios se imbrican y superponen entre sí de un modo complejo, marcados por crisis (como en la adolescencia), oposiciones al cambio y otros factores.
En el paso de un estadio a otro, según Wallon, hay una fase de transformación que, en el mejor de los casos, está siempre dominada por un conflicto: la necesidad de valorar y elegir entre el estadio anterior y siguiente. Wallon contempla cada uno de estos estadios como un territorio que, por una parte, hunde sus raíces en la fase anterior, y, por otra parte, se proyecta hacia la venidera. Todo ello se imbrica en profundos condicionantes sociales y en factores biológicos tan decisivos como el de la maduración del sistema nervioso. Esta visión del desarrollo infantil tiene en cuenta toda la riqueza y complejidad del proceso, y plantea algunos problemas de difícil o imposible resolución, como el de establecer una serie de indicaciones precisas según la edad del menor.

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