Uno de los
problemas más grandes en el estudio de la adicción, es de que a pesar de la
gran cantidad de información y estudios científicos de las últimas décadas,
todavía la población general persiste en cultivar ciertos mitos acerca de la
adicción, que dificultan su comprensión y tratamiento. Uno de esos mitos es de
que la adicción proviene de una falla moral o de una personalidad defectuosa, y
que esto es así porque el adicto es fundamentalmente "inmoral" o
"malo" y merece castigo.
Es comprensible que
las personas expuestas a la adicción de otros se impacten con el comportamiento
totalmente ilógico del adicto, especialmente si son testigos del deterioro
progresivo de un familiar o persona cercana afectivamente. Sin embargo, es
precisamente ese comportamiento distorsionado el que es sintomatológico de la
enfermedad de la adicción.
Los estudios más
recientes demuestran que el cerebro de las personas adictas es un cerebro que
ha cambiado neuroquímicamente. Ese cambio neuroquímico se manifiesta en una
alteración de los procesos cognitivos y de la conducta, especialmente de
aquellos patrones de conducta asociados con la búsqueda y consumo de drogas.
Las personas que han
desarrollado una adicción, tienen una química cerebral secuestrada que cada vez
hace más difícil que el enfermo controle su consumo de drogas. Por otro lado
este descontrol bioquímico se acompaña de una creciente defensividad
psicológica, que en cierta forma va despegando al adicto de la realidad que
esta viviendo, de manera selectiva. Este autoengaño produce una falta de
conciencia de las posibles consecuencias que volver a consumir traerá,
minimizando así los costos personales y sociales.
Estos cambios se
hacen de manera progresiva y selectiva, de modo que existen varias fases del
proceso adictivo y en casi todas las personas puede conservar su inteligencia y
la habilidad para funcionar excepto en asuntos relacionados con su consumo.
De este modo, la
compulsión o descontrol del consumo, se presenta cuando el adicto comienza a
ingerir la sustancia y produce una pérdida de control del consumo, lo que se
traduce en la ingestión de grandes cantidades de sustancias, inversión de mucho
tiempo y energía en el consumo y todas las consecuencias que esto genera en las
relaciones personales y las responsabilidades de la persona.
Esto no significa
que los adictos no sean responsables por lo que ellos hacen, sino que su
conducta adictiva es el reflejo de cambios patológicos en la bioquímica del
cerebro.
Estos cambios
bioquímicos son producidos por la estimulación del cerebro predispuesto
genéticamente del adicto, que genera una reacción exagerada al consumo y que
distorsiona el sistema neural de la recompensa y los instintos, por ende la
conducta.
La situación es
similar a la del paciente que sufre de diabetes mellitus, la cual se produce
por un desorden en el mecanismo de acción de la insulina y de la regulación de
la glucosa en el cuerpo.
Es interesante que
enfermedades tales como los desordenes cardíacos, son manejados con estrategias
integrales y un grado de comprensión que incluye la prevención, intervención y
tratamiento, de manera que a nadie se le ocurriría si quiera pensar que, un
paciente con un infarto, merece ser castigado por haber tenido tan poco cuidado
con su dieta, y menos sugerir de que no merece tratamiento.
Por otro lado,
condiciones tan estigmatizadas inicialmente, como el VIH y el SIDA, han sido
rápidamente entendidas y aceptadas como enfermedades tratables, y el estigma ha
quedado relegado a los obtusos que se empeñan en no entender la realidad en la
que viven.
La adicción es una
enfermedad que es tan antigua como el hombre mismo y la cantidad de personas
afectadas directa o indirectamente por esta enfermedad es mayúscula.
Los estudios
realizados confirman una predisposición genética, cambios Neuroquímicos
precisos, un curso y sintomatología predecibles y buena respuesta al
tratamiento.
De los grandes
pasos que se han dado en este sentido se incluyen la elaboración de los
criterios diagnósticos para dependencia química del DSM-IV e ICD-10, y el
establecimiento de la Medicina de la Adicción como una nueva especialidad
médica en 1987 por la Asociación Americana de Medicina de la Adicción (ASAM) y
la Asociación Americana de Medicina (AMA).
Aun así, los sistemas
de salud pública, continúan en negación, resistiéndose a ver la evidencia
científica actual, negándose a incluir en sus presupuestos los tratamientos
para los enfermos de adicción y sus familias.
En el tratamiento
de la adicción el concepto de enfermedad proviene de la evidencia clínica a lo
largo de décadas, de la investigación científica y de la correcta práctica
médica. Además resulta útil para lograr la autocomprensión que los pacientes
necesitan para poder recuperarse. Ayuda a eliminar el estigma asociado y se
abren las posibilidades de atención en salud para un problema que, sin duda, se
ha convertido en uno de los problemas de salud pública más importantes de este
siglo.
FUENTE:
Adicción/Sistemas Jóvenes/Gonzalo Aizpún
http://adiccion.sistemasjovenes.com.ar/enfermedad-adiccion.htm
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